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Trabajo. El fotógrafo Jose Ángel Morales expone en el Aterpe una muestra de las ruinas de Belchite mediante sus instantáneas. ATERPE

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'Belchite 2024': fotografías para no olvidar

Exposición. El fotógrafo andaluz José Ángel Morales expone en el Aterpe 'Belchite 2024', una serie fotográfica en blanco y negro que reflexiona sobre la guerra, la memoria y sus cicatrices

Sábado, 14 de junio 2025, 20:52

Hasta el próximo martes, 17 de junio, el Aterpe acoge la exposición 'BELCHITE 2024', una serie fotográfica firmada por José Ángel Morales, fotógrafo amateur, andaluz de nacimiento y vasco de adopción. Más que una muestra visual, se trata de un ejercicio profundo de memoria histórica, sensibilidad y compromiso. Morales no es un profesional de la fotografía ni un académico de la historia, pero sí alguien que observa, siente y reflexiona. Y eso se nota en cada una de las imágenes que presenta, cargadas de una estética sobria que evoca un pasado trágico, todavía sin cicatrizar del todo.

Las fotografías de Morales están tratadas con un blanco y negro desgastado, una estética que nos traslada automáticamente a los años más oscuros del siglo XX en España. No hay artificios ni pretensiones formales. Lo que hay es intención: mostrar el presente como una extensión del pasado, con sus ruinas, su silencio, y su peso. La cámara se posa sobre muros derruidos, puertas abiertas a la nada, calles que ya no conducen a ningún sitio. Cada encuadre parece murmurar «Esto ocurrió aquí, y podría volver a ocurrir» explica el autor.

No es casual que Morales haya elegido Belchite como eje temático. A través de sus escombros, quiere contar algo que va mucho más allá de un pueblo aragonés arrasado por la guerra. «Belchite es símbolo de todos los pueblos destruidos, olvidados, silenciados», señala el autor. La suya no es una mirada local, sino universal: lo que pasó allí se repitió —con distintos nombres— en centenares de lugares durante la Guerra Civil española.

Belchite: una herida abierta

La Batalla de Belchite fue una de las más cruentas del conflicto. En septiembre de 1937, durante la ofensiva republicana sobre Zaragoza, las tropas asaltaron el pueblo, entonces controlado por los sublevados. La resistencia fue feroz. Las casas se convirtieron en trincheras, las calles en campos de batalla. En apenas dos semanas, el casco urbano fue reducido a un amasijo de ruinas, y miles de personas perdieron la vida.

Después de la guerra, Franco decidió no reconstruir el pueblo antiguo, sino edificar uno nuevo al lado, dejando las ruinas intactas como testimonio propagandístico. Pero con el tiempo, esas ruinas se convirtieron en símbolo del horror compartido, sin bandos ni colores, solo víctimas. Belchite quedó congelado en el tiempo, como un museo del dolor.

En palabras del propio Morales, el objetivo de la muestra es «concienciar a la gente, para que no se nos olvide lo que significa una guerra». Su mensaje es claro: no estamos libres de repetir errores. Y lo que parece historia lejana puede convertirse, otra vez, en presente. «Después de tantas generaciones, no hemos sido capaces de cerrar viejas heridas, y sin embargo seguimos dispuestos a abrir otras nuevas, sin pensar en las consecuencias», denuncia.

Para Morales, esta advertencia no es genérica ni abstracta. Tiene nombres y rostros: nuestros hijos, nuestras hijas, nuestros nietos. El legado que dejemos como sociedad no solo se mide en tecnología o progreso económico, sino también en memoria, ética y responsabilidad colectiva.

Una exposición para pensar

'Belchite 2024' no es una exposición espectacular. No busca asombrar, sino hacer pensar. Sus imágenes pueden parecer simples a primera vista, pero están cargadas de sentido. Cada fotografía es un fragmento de historia, una cicatriz abierta, una llamada a la conciencia. Lo que se muestra es la huella física de la barbarie, pero también la emocional: esa que pasa de generación en generación cuando no se hace el esfuerzo por entender, por escuchar, por recordar.

La muestra, además, es también una declaración de amor a la fotografía como herramienta para contar y resistir. En tiempos de saturación visual, Morales utiliza la imagen no como producto, sino como vehículo de memoria y reflexión.

La exposición ofrece una oportunidad para acercarse no solo al trabajo de un autor comprometido, sino también a una parte fundamental de nuestra historia reciente, que sigue pidiendo ser mirada con ojos nuevos, sin cinismo ni olvido.

Las ruinas de Belchite, capturadas en presente, no son solo restos de un pueblo: son advertencias en piedra, señales para no repetir el mismo error. Morales nos ofrece con esta obra una llave: la de abrir los ojos, aprender del pasado y construir un futuro más consciente, más libre y más humano.

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