Adiós al caserío 'Errekarte haundi'

Cabe recordar que el proyecto de urbanización de 'Errekarte-1' fue aprobado definitivamente por el ente foral a primeros de diciembre. El desarrollo urbanístico de los solares que le rodean al caserío y que prevé el levante de 114 viviendas traía de la mano su derribo. Sus inquilinos hace unas semanas habían dejado ya vacío el edificio.

El derribo llega, de alguna manera, empujado por el correspondiente informe arqueológico que respecto a Errekarte dice que «no tiene interés arqueológico y no está catalogado como patrimonio al no contar con elementos de valor. Es una edificación común de finales del siglo XIX, construida sobre los restos del primitivo caserío que sufrió un incendio. Con todo se exige una actuación arqueológica previa a cualquier edificación para identificar posibles restos de antiguas construcciones». Uno de sus laterales (el que da a la carretera que va a San Martín) tenía alguna ventana perimetrada en piedra de silla, alguna 'tronea' que estaba cegada y el esquinal de la vivienda en piedra arenisca.

Ahora resta la realización de otro informe arqueológico en base a los resultados de las catas que se lleven a cabo en el subsuelo.

Cabe recordar que el caserío 'Errekarte haundi' ya figura en documentos del año 1567 según señala Josetxo Zufiaurre en su libro 'Beasaingo Baserriak' además de en 1673 en el Libro de la Cofradía de San Martín de Loinaz.

Además, parte de la historia de esta caserío queda reflejada en el tomo cuarto de la colección 'Beasaingo Paperak' que lleva por título 'Historia de los nombres de las calles de Beasain', escrito también por Jose Zufiaurre. Allí se dice que «'Errekarte haundi' inicialmente era una casa-torre, en la que nació Pedro Carrera, iniciador de la saga de arquitectos beasaindarras. La casa-torre fue destruida por un incendio, era el año 1878 y en su lugar se levantó el actual caserío de forma alargada con la cuatro esquinas de piedra de silla de arenisca hasta el tejado».

Ayer por la tarde, allí, viendo el derribo, se encontraba una de las dos familias que ha sido moradora del caserío, la de los Mendiguren, quienes con la lógica «pena y tristeza» veían cómo se iban parte de muchos años de sus vidas, de recuerdos; aunque reconocían haberse adaptado enseguida a las comodidades que ofrece la vivienda en la que residen en el mismo barrio, en su entorno.

Al parecer uno de los cobertizos del caserío tenía tejado de uralita. Desde el Ayuntamiento señalaban que se ha actuado como corresponde en estos casos.