Se cumplen 100 años del fallecimiento del Santo Párroco
D. Mauricio de Luzuriaga y Olano estuvo de cura en la iglesia de San Miguel durante 30 años
DV
Jueves, 13 de agosto 2015, 00:30
D. Mauricio de Luzuriaga y Olano, conocido como el Santo Párroco de Idiazabal 'Bikario santue' nació en Tolosa el 28 de septiembre de 1850. Era el mayor de nueve hermanos, de los ocho que sobrevivieron tres hermanos fueron sacerdotes y cinco hermanas religiosas. D. Mauricio de Luzuriaga y Olano ejerció como párroco en la Iglesia de San Miguel de Idiazabal durante 30 años.
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Según recuerda Pedro María Múgica, «su ejemplo de vida y entrega a todos,principalmente a los mas pobres, hizo que tuviera tantos seguidores. Evocaban su dulzura y mansedumbre. Gracias a su consejo abrazaran la vida religiosa tantos religiosos y religiosas que siguieron su ejemplo en aquella sociedad que dada la pobreza reinante emigraron desde Idiazabal a América. Entre los años 1870 y 1920 fueron en total más de seiscientas personas», recuerda Múgica.
También explica que «arengaba desde el púlpito para que los niños no faltaran a la escuela. Colaboraron con los maestros de la época los sacerdotes D. Francisco Berasategi Aguinaga y D. Miguel Acutain y Campos, de familias de abolengo de Idiazabal pertenecientes a la cultura francesa, y D. Norberto, sacerdote hermano suyo. Consiguieron que en 1900 no hubiera analfabetos menores de 30 años».
Además, añade Múgica que «la música era asignatura obligatoria para todos desde la más tierna infancia, impartiendo las clases el organista y gran músico D. José Galo Zudaire».
Dos Beatos y un Verenable
Hay que recordar que gracias a su ejemplo de vida Idiazabal tiene dos Beatos y un Venerable, «cuyos retratos debieran volver al lugar que les pertenece en la Iglesia Mayor de San Miguel», dice Pedro María.
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'Bikario santue' ingresó como novicio a los 54 años en el recién fundado Monasterio benedictino de Idiazabal de los monjes que fueron expulsados de Belloc (Francia) y que después pasaron a Lazkao. No pudo continuar con esta experiencia por razones de salud y regresó de nuevo a la parroquia «con la alegría de todos sus feligreses, que sufrían viéndole cargar a sus espaldas cestos de hierba o cuando le veían en grupo cultivando el campo», explica. En 1906 instituyó el funeral de un día y clase única para todos para evitar que con las antiguas honras y misas durante ocho días, se arruinaran las familias pobres.
Continúa Múgica, «Idiazabal le ha venerado y es clamor popular el que sus restos debieran trasladarse desde el cementerio a su querida parroquia. Se debería constituir una Comisión Parroquial para preparar un merecido homenaje».
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