Septiembre, ¿es el nuevo enero?

El mes de septiembre marca la vuelta al colegio, el retorno -para muchos- de la época vacacional… una etapa de nuevos comienzos o de retomar la actividad diaria, la rutina, que muchos aprovechan para emprender nuevos -o viejos- propósitos. Es por ello, que septiembre ha sido popularmente denominado como el nuevo enero, haciendo suya la frase de 'Septiembre nuevo, vida nueva', pero ¿es una buena época para sumergirnos en cambios?

Analizamos, en primer lugar, la comúnmente llamada 'depresión postvacacional', un estado de irritación, tristeza… que nos inunda cuando retomamos la rutina. Pero, ¿existe? Desde Mente Serena, el psicólogo Beñat Mitxelena apunta que si bien «es cierto que existe el síndrome postvacacional, no a todo el mundo le afecta del mismo modo». Conocedor de que «hay personas que sufren episodios breves de depresión por estas fechas», el experto nos explica su porqué: «En verano y durante las vacaciones, venimos de un periodo en el que la mente, si lo hemos hecho bien, ha podido desconectar. Nuestros niveles de estrés y ansiedad habrán bajado y, en general, nos habremos sentido mejor. Con el regreso a la rutina, todas esas hormonas del estrés vuelven a inundar nuestro sistema nervioso y si no lo gestionamos bien, podemos sobrecargar la mente, lo que acaba por definirse en esto que usted ha llamado síndrome postvacacional».

Define sus síntomas como «estar de peor humor, ser más 'lentos' a la hora de trabajar» y apunta en la necesidad de gestionarlos porque «si no lo logramos manejar correctamente, nos puede llevar a episodios de depresión breve». Sin embargo, y como punto positivo de este sentir, explica que «este sufrimiento que padecemos en la época postvacacional quizá nos está diciendo que hay hábitos que debemos cambiar».

En esta readaptación a la rutina y con las situaciones que ello puede desencadenar, ¿es buena idea aprovechar septiembre para marcarnos propósitos? Mitxelena plantea una dicotomía en la respuesta, que se basa en que el ser humano «se rige por los diferentes ciclos del año». Es decir, mientras que en verano nos «exteriorizamos» siendo «más propensos a disfrutar y vivir en el exterior» y disfrutando de una mayor «energía y vitalidad», en otoño-invierno se da «un ciclo de 'interiorización'», lo que significa que «en general, somos más propensos a tener menos energía y vitalidad en este ciclo y a mirar menos hacia fuera y más hacia el interior».

Es por eso que es «un momento ideal para parar, mirar hacia dentro y hacerse varias preguntas y reflexiones» acerca de nuestra vida, hábitos, rutinas… Siempre teniendo en cuenta que «tendremos menos energía para poder llevar a cabo nuestros nuevos propósitos porque siendo seres de la naturaleza también 'hibernamos' en cierto sentido, pese a que la sociedad quiera mirar a otro lado e intentar ir más allá de lo que el cuerpo nos pide».

Por todo ello, el psicólogo de Mente Serena define que septiembre es «una buena época para plantearnos ciertos cambios en nuestra vida si es que así lo consideramos», pero ¿qué necesitamos cara triunfar en la consecución de los mismos?

No hay duda de que la base del éxito está en el estímulo y la perseverancia. Es por ello que Mitxelena afirma que «lo más importante de todo es encontrar la motivación adecuada para hacer dichos cambios», haciendo una distinción entre la motivación extrínseca -«la que se encuentra en el exterior o en conseguir algo externo»- y la intrínseca -«uno hace lo que realmente desea y siente cierta satisfacción en la realización-. Es esta última una de las claves para lograr el cambio ya que «los objetivos que nos marcamos, si logramos ligarlos con una motivación intrínseca, será más fácil que los logremos cumplir», recalcando sobremanera que «más que herramientas, uno necesita aprender a saber por qué quiere hacer un cambio concreto y encontrar razones de peso, a poder ser trascendentes, para hacerlo».

En ese sentido, hay que evitar fundamentalmente «fijarse objetivos idealistas e imposibles» porque «si llevo realizando un hábito concreto mucho tiempo, me va a requerir bastante tiempo cambiarlo». En ese sentido, son vitales «la persistencia y el tenerse mucha paciencia» para el psicólogo, quien para estos casos menciona siempre una frase: «Progreso, no perfección. Uno quiere llegar al objetivo -la perfección- de un día para otro, cuando lo que realmente es importante son los pequeños pasos que uno da día a día -el progreso- para llegar hasta ahí».

En clave psicológica reconoce Mitxelena que «cambiar un hábito es sumamente complicado dado que nuestra mente es experta en dicho hábito y a la mente le gusta la seguridad, no le gustan los cambios», de ahí la relevancia de dar con una «motivación fuerte, a poder ser trascendente y, después, tenernos mucha paciencia y hacer pequeños esfuerzos cada día, ese es el camino.

En lo que no cabe duda es en los tiempos a seguir en caso de tener más de un objetivo, afirmando dejar apartada la idea de 'cambio radical' y afrontarlos «siempre mejor de uno en uno» pues «cambiar un hábito supone un pequeño sacrificio y una pequeña crisis en todos los sentidos. La mente le va a pedir que no lo haga y el cuerpo también, más aún si el nuevo hábito supone realizar un esfuerzo físico o privarse de ciertas sustancias a las que el organismo es adicto».