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L. G.
Jueves, 24 de enero 2019, 08:34
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«Estamos perdidos», le dice Truus, de 81 años, a su amiga Annie, de 83, mientras van en un autobús.
«Eres el conductor, deberías saber dónde estamos», le reclaman a Rudi, de 63 años, que está sentado al volante. Se ríen.
Los tres, que sufren de demencia, son pacientes en un centro de atención especializada en Holanda. Su viaje es una simulación que se proyecta en tres pantallas.
Forma parte de un nuevo enfoque para tratar la demencia senil: aprovechar los recuerdos de la infancia y los recursos sensoriales para calmar y estimular a los pacientes. La demencia, un declive de las funciones cerebrales, acaba con los recuerdos y la personalidad. No tiene cura, pero se trata de reducir la medicación e incrementar la actividad física.
En Holanda ya se experimenta con terapias alternativas desde los noventa. Así, hay residencias decoradas con mobiliario de los sesenta, con detalles como teléfonos de marcar, que tranquilizan a los ancianos. Se ha demostrado que en ese entorno requieren menos medicamentos.
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