Uno de cada cuatro vascos con problemas de salud mental carecen de redes sociales
Afrontan la vejez con menos apoyos y mayor soledad, según advierte un estudio elaborado por Salud Mental Euskadi, en colaboración con asociaciones vascas y el Gobierno Vasco
Envejecen antes, con un mayor deterioro físico y cognitivo, una menor esperanza de vida y una notable precariedad económica. La soledad no deseada, el miedo ... a ser una carga y la falta de recursos adaptados y redes familiares o comunitarias marcan el día a día de las personas con problemas de salud mental que se acercan a la vejez, una realidad «invisibilizada» que se recoge en el estudio elaborado por Salud Mental Euskadi Fedeafes, en colaboración con asociaciones de los tres territorios vascos, entre ellas la guipuzcoana Agifes, y el apoyo del Departamento de Bienestar, Juventud y Reto Demográfico del Gobierno Vasco.
La investigación, presentada este jueves en una jornada en Vitoria en la que han participado la consejera Nerea Melgosa y María Ángeles Arbaizagoitia, presidenta de Salud Mental Euskadi, analiza las necesidades de las personas con problemas de salud mental a medida que envejecen, que según destaca el informe, lo hacen antes y con un mayor deterioro de la salud física y cognitiva que la población general. La esperanza de vida también es menor, entre 10 y 20 años menos que la media.
Dolores, dificultad para recordar acontecimientos recientes y pérdida de autonomía forman parte de la realidad cotidiana de estas personas. De hecho, una de cada cinco presenta problemas de movilidad y un 25% tiene dificultades para desarrollar las actividades de la vida diaria. Los malestares físicos acompañan a estas personas a diario y «un importante volumen de personas presentan alteraciones cognitivas», esto es, para más de la mitad seguir el hilo de las conversaciones supone todo un reto y experimentan dificultades para la comunicación.
Pero el deterioro no es solo físico. El estudio alerta sobre el impacto emocional del envejecimiento en este colectivo. El 58% afirma sentirse apático, desanimado y con la moral cada vez más baja y casi la mitad reconoce haber tenido pensamientos o ideas de muerte. La falta de apoyos y el aislamiento agravan este malestar y la situación de «desprotección».
La soledad no deseada aparece como uno de los factores más preocupantes: casi una de cada cuatro personas (22%) no tiene amistades cercanas que se preocupen por ellos, un 26% no recibe nunca o casi nunca propuestas para salir a la calle y hacer planes, un 20% no tiene con quién hablar de sus problemas y el 17% se siente sola habitualmente. Estos datos se sitúan «muy por encima» de los registrados en la población general mayor de 55 años de Euskadi.
A esta situación de aislamiento y soledad se suma la incertidumbre sobre su futuro. ¿Qué va a ser de ellos según vayan cumpliendo años? Seis de cada diez están «muy preocupados» ante la posibilidad de acabar siendo una carga para sus familiares y también se identifican preocupaciones sobre cómo y con quién vivirán o quién tomará las decisiones que les atañen en su lugar.
El informe también advierte de una «alta precarización» en relación con el bienestar material:el 44% cuenta con ingresos mensuales netos inferiores a 1.000 euros y cuatro de cada diez asegura no poder hacer frente a los imprevistos con sus propios recursos económicos, dato muy por encima de la media de Euskadi (20%) así como el dato estatal para personas mayores de 65 años (28%).
Con estos datos encima de la mesa, el informe plantea la necesidad de repensar el modelo de atención a las personas con problemas de salud mental para garantizar una mejor respuesta durante su proceso de envejecimiento. Entre las principales propuestas, se considera prioritario apostar por fórmulas que faciliten proyectos vitales en clave de vida independiente desde el enfoque comunitario, como son las viviendas con apoyos. También se indica la importancia de fomentar estilos de vida saludable, la participación en actividades comunitarias, impulsar programas de estimulación cognitiva y promover el empleo.
Respecto al modelo de atención y recursos de apoyo, el informe reclama una atención centrada en la persona, que respete sus preferencias así como la adaptación de los recursos. Se considera necesario reforzar programas de apoyo a la vida independiente para favorecer la permanencia en el domicilio, así como adecuar y flexibilizar los procesos de valoración de dependencia a las características de este colectivo en general, y en particular a aquellas que se encuentran en procesos de envejecimiento. Se propone además desplegar una combinación de recursos tanto de responsabilidad pública como otros sociocomunitarios (programas psicosociales, teleasistencia, SAD...) que proporcionen apoyos puntuales y favorezcan la máxima autonomía personal.
El texto subraya la importancia de que los recursos de atención sean flexibles y adaptables (en horarios, asistencia, exigencia) y tengan en cuenta las circunstancias y preferencias de la persona. Y siempre que se pueda, minimizar el carácter asistencial de algunos recursos de atención.
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