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Agentes custodian a Ana Julia durante el registro realizado en la finca de Rodalquilar donde fue sorprendida recuperando el cuerpo. EFE
La asesina confesa pudo trasladar el cadáver de Gabriel en dos ocasiones

La asesina confesa pudo trasladar el cadáver de Gabriel en dos ocasiones

Ana Julia Quezada aseguró durante el interrogatorio que actuó en solitario

M. SÁIZ-PARDO / F. GAVILÁN

Miércoles, 14 de marzo 2018, 12:11

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En realidad no se derrumbó, matizan los investigadores. Ana Julia Quezada barruntó durante casi 48 horas una versión lo más exculpatoria posible, casi rayana con lo inverosímil, y a mediodía de ayer, cuando tenía madura su historia, se avino a contar su 'verdad' ante los agentes de la Comandancia de la Guardia Civil en Almería. Los operativos presentes en la declaración –los mismos que arrancaron la confesión a 'El Chicle' en el caso de Diana Quer– dejaron claro que no se creyeron la mayor parte de sus palabras, «plagadas de contradicciones y lagunas». Tampoco que fuera el niño Gabriel Cruz el que intentara atacarla con un hacha y que en el forcejeo, Ana Julia acabara por golpearle accidentalmente con el arma para luego asfixiarle en un momento de crisis. Casi en defensa propia.

En todo momento, la detenida aseguró haber actuado en solitario, casi el único extremo de su declaración que se cree la UCO. Los investigadores incluso barajan la hipótesis de que haya podido trasladar el cadáver del menor en hasta en dos ocasiones. La finca donde el pasado domingo Ana Julia fue grabada desenterrando al niño ya había sido inspeccionada durante las batidas en busca del desaparecido.

La dominicana, que hasta ayer no había mostrado el más mínimo signo de emoción durante los registros ni señas de contrición, comenzó a sollozar a última hora de la mañana y anunció con solemnidad que iba a «colaborar». Hasta entonces no había abierto la boca, pero no paró durante casi dos horas.«Fue un mal golpe», repitió hasta la saciedad para intentar dejar claro que el asesinato del pequeño aquel 27 de febrero no fue premeditado.

Siempre según su versión, que nadie en la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil cree, aquella tarde la asesina salió inmediatamente tras los pasos del niño cuando éste, pasadas las 15.30 horas abandonó la casa de su abuela paterna en Las Hortichuelas para dirigirse a jugar a casa de sus primos. Ana Julia reconoció que conminó al pequeño a subirse en su coche para llevárselo a la Cañada de la Soledad, la finca de la familia del padre en Rodalquilar, a 5 kilómetros de distancia, y que Quezada y el progenitor del pequeño Diego estaban reformando para habitarla. El niño subió voluntariamente y sin engaños al vehículo, afirmó la detenida.

La asesina confesa –y ahí está la primera gran laguna de su declaración, según los agentes– no supo explicar ayer de forma convincente por qué, si no hubo ningún tipo de premeditación, asaltó al niño a hurtadillas apenas abandonó la casa y se lo llevó a la finca sin el consentimiento de nadie y sin avisar a sus padres, cuando el menor, en realidad, tenía que estar con sus primos.

Ana Julia afirmó ante los funcionarios que, una vez en Rodalquilar, se entabló una discusión entre ella y el niño, en la que Gabriel se le encaró e, incluso, llegó a intentar agredirla con un hacha que había en la finca. La detenida insistió en la violencia del menor, casi al punto de sostener que fue en defensa propia. Otro punto que –explican los investigadores– no concuerda con el carácter de Gabriel, quien, sin tener buena relación con su asesina, no era en absoluto agresivo. Según Quezada, fue en el forcejeo para defenderse cuando golpeó con la parte roma del hacha al menor en un lateral de la cabeza de forma accidental. El informe actualizado de la autopsia efectivamente ha confirmado que el niño sufrió una contusión craneoencefálica, pero que no fue la causa de la muerte.

La asesina aseguró que tras dejar inconsciente al niño siguió con su supuesto arrebato, otro punto que en absoluto convence a los investigadores. Y que fue entonces cuando, todavía fruto de su estado de furia, ahogó al niño desmayado, taponándole la nariz y la boca. La autopsia ha revelado que la sofocación por el cierre de las vías respiratorias fue la causa final de la muerte –que no se produjo por estrangulamiento, como los expertos habían apuntado en un primer momento– y de forma preliminar, al observar lesiones en el cuello.

Siempre fruto del supuesto estado de pánico que dijo sufrir al comprobar que había asesinado al pequeño, decidió deshacerse del cadáver. Confesó que lo primero que hizo fue desnudarle, algo que –afirman desde la UCO– tampoco coincide con el perfil de un homicidio accidental y a lo que no hallan explicación lógica.

A 30 kilómetros

Luego tiró las ropas en un contenedor alejado de la Cañada de la Soledad, otra maniobra que en absoluto casa con un arrebato y más bien apunta a una estrategia para distraer la atención lejos de la finca. Los pantalones, el jersey rojo y otros efectos de Gabriel Cruz fueron recuperados por los operativos en el lugar donde indicó Quezada en su declaración, a unos 30 kilómetros del lugar del crimen, en un depósito camino de la Puebla de Vícar, el lugar donde residía la asesina con el padre de Gabriel.

Según Ana Julia, antes de deshacerse de la ropa, y todavía en supuesto estado de shock, fue cuando decidió ocultar el cadáver en una fosa cavada en el cauce de una acequia, cerca del aljibe de la finca donde el pasado domingo la asesina fue grabada por la Guardia Civil desenterrando los restos del menor. La UCO también pone en entredicho este extremo. La finca fue batida de forma minuciosa el primer día de la búsqueda de Gabriel, el 28 de febrero, por lo que los agentes no descartan que el cuerpo pudiera haber estado antes en otro sitio.

En todo momento, la detenida aseguró haber actuado en solitario, casi el único extremo de su declaración que se cree la UCO. «Ha colaborado» y «ha respondido a todas las preguntas». «Nunca planeó» la muerte del niño y «está arrepentida», se limitó a señalar la abogada Beatriz Gámez, defensora de oficio de la asesina.

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