Las seis únicas veces que se han suspendido los Sanfermines
Solo conflictos políticos habían aplazado la gran fiesta pamplonesa, pero la llegada del Covid-19 acaba, por segundo año consecutivo, con el sueño de celebrarlas este año
JON MUNARRIZ
Miércoles, 7 de julio 2021, 06:56
Siete de julio... San Fermín. Pero este año tampoco podrá ser. El virus ha vuelto a impedir, por segundo año consecutivo, que navarros, pamploneses y gente de todo el mundo puedan celebrar una de las fiestas más internacionales que existen. Y aunque era algo de esperar por la situación en la que se encontraba Navarra en el momento que se tomó la decisión allá por abril, es algo a lo que nadie puede estar acostumbrado. La no-celebración de unos Sanfermines de manera tradicional es algo que solo ha ocurrido seis veces en la historia moderna.
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Hay que remontarse a julio del 1937 para recordar la primera vez que se tomó la decisión de no celebrar los encierros más icónicos del planeta. Si bien en 1936 se pudo celebrar por los pelos, los dos próximos años estuvieron marcados por la Guerra Civil. Se tuvo que esperar hasta el verano de 1939 para volver a ver a los toros por las estrechas calles del casco viejo de Pamplona. Un año marcado por el final de la guerra y que pasará a la historia por la utilización, por primera vez, de un elemento característico desde entonces cada 7 de julio: El 'chupinazo'. Desde principios del siglo XX, la empresa pirotécnica tenía la tradición de encender cohetes desde la Plaza del Castillo, aunque sin un valor especial para la ciudadanía.
Fue en 1931, cuando de la mano de Juan Echepare Aramendia, republicano reconocido y gerente de un estanco en la Calle Mayor, se encargó de encender la mecha del primer cohete. Un hecho que continúo haciendo durante los siguientes cinco años, hasta que fue asesinado poco después del inicio de la guerra por parte del bando golpista en 1936. Sin embargo, tras el fin del conflicto, Joaquín Illundáin, quien sería teniente de alcalde pocos meses después, recuperó la tradición. Desde 1941 un concejal del Ayuntamiento se encarga de encender el famoso 'chupinazo' que da inicio a las fiestas.
Pasaron 30 años de festejos celebrados con normalidad hasta que en 1978, la muerte de Germán Rodriguez, hizo suspender la fiesta de Sanfermines tres días antes de lo previsto. La tensión antes de los Sanfermines de ese año estaba por las nubes. En plena transición y con el futuro de Navarra y la solicitud de anexión por parte de Euskadi, el ambiente que se respiraba por la zona estaba más que candente. A principios del año previo, en mayo de 1977, una manifestación pro-amnistía en la capital navarra se saldó con dos fallecidos. A finales del mismo curso, ETA asesinaba al comandante de la Policía Armada de Pamplona, Joaquín Imaz. Unos meses antes de Sanfermines, en mayo de 1978, un grupo de jóvenes franquistas asesinó a Juan Antonio Eseverri, subteniente de la Guardia Civil. Con este ambiente en los días previos al inicio de los festejos, todo hacía indicar que iba a ser complicado que los Sanfermines pudiesen transcurrir con normalidad.
El 8 de julio, segundo día de fiestas, tras la faena del sexto toro, un grupo de jóvenes saltaron a la arena con pancartas a favor de amnistía. Un hecho que provocó aplausos y silbidos entre los presentes y que obligó a la Policía Armada a intervenir. Un choque en el que se empezó utilizando pelotas de goma, siguió con botes de humo y finalizó con fuego real. Ante tales sucesos, la mayoría de los asistentes en la plaza de toros huyeron de la zona hacia las calles adyacentes. Fue ahí, en un cruce entre la calle Roscenvalles y Carlos III donde un joven pamplonés, Germán Rodríguez, recibió un disparo en la frente que acabó con su vida. Más de cuarenta años después, todavía se sigue sin saber quién fue quien disparó aquella bala ni el arma utilizada. El asesinato de Germán hizo prender todavía más el ambiente y, a la mañana siguiente, los manifestantes trataron de asaltar el Gobierno Civil de Navarra y el palacio de la Diputación Foral como respuesta a lo sucedido.
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Unas revueltas que se extendieron también a Euskadi. Joseba Barandiaran, otro joven, murió en Donostia en una manifestación de solidaridad en honor al fallecimiento de Germán Rodríguez. Tras estos hechos, el día 11 de julio, el alcalde de Pamplona se vio obligado a poner fin a los Sanfermines del año 1978, tres días antes de lo previsto por los hechos acontecidos.
Hasta la llegada del coronavirus, la última vez que se habían tenido que suspender los Sanfermines fue en 1997 por respeto y en memoria de Miguel Ángel Blanco. Pamplona respiraba un ambiente tranquilo previo al chupinazo e incluso positivo tras conocerse las noticias de las liberaciones de Cosme Delclaux y Jose Antonio Lara. Sin embargo, el 10 de julio, todo volvió a teñirse de gris con el secuestro del concejal de Ermua, Miguel Ángel Blanco, por parte de ETA. La banda terrorista había dado alertaba de un plazo de 48 horas para el acercamiento de los presos a Euskadi a cambio de la vida de Miguel Ángel. El día 12, la gente salió a las calles para exigir la liberación del joven. Pese a todo, los etarras cumplieron con su palabra y pusieron fin a la vida del joven político. Tras conocerse el hecho, los vecinos de Pamplona pidieron frente a la Casa Consistorial la suspensión de los festejos en respeto a la víctima. De hecho, muchos jóvenes no quisieron continuar con la fiesta y ataron sus pañuelicos a la valla del Ayuntamiento en forma de homenaje. El alcalde del momento, Javier Chourraut, anuló los encierros y las celebraciones del día siguiente a su asesinato.
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Desde entonces no se había tenido que volver a lamentar la suspención parcial o total de ningunos Sanfermines; hasta el año pasado. El coronavirus irrumpió a principios del año 2020 y, puesto que no se podía garantizar la seguridad de celebrar la festividad ni posponer la fecha de inicio por la incertidumbre que generaba la pandemia, Navarra tuvo que optar por suspender la fiesta. Algo que también se han visto obligado a hacer los dirigentes navarros de cara a este mismo año. En total, han sido seis las veces que los Sanfermines no se han podido disfrutar de cabo a rabo. Por el momento, habrá que seguir siendo pacientes y esperar que, por fin, el reloj de La Casa del Libro de la Calle Estafeta, se ponga a cero el próximo verano y ver a los toros correr por las calles pamplonesas.
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