Y al fin... Gora San Fermin!
Chupinazo ·
Tres guipuzcoanos habituales en los encierros de Pamplona coinciden en que «la gente tiene más ganas de fiesta» este año tras tres sin celebraciones con motivo de la pandemiaTres años después, vuelve San Fermín. Con sus mozos. Sus mozas. Sus encierros. Sus pañuelicos. Sus comparsas. Su ropa blanca (al salir del armario). ... Sus encierros. Sus gigantes. Sus verbenas. Su Riau-riau. Sus huevos con magras, tomate y pimientos. Su Estafeta. Su locura. Sus toros. Su música. Su muchedumbre. Sus noches sin fin. Sus peñas. Su ciudad sin ley... ni mascarillas. El coronavirus amenaza ahora con una nueva embestida -aunque las vacunas hayan afeitado sus astas-, pero desde hoy hasta el 14 de julio el covid va a ser lo único que no será bienvenido en Pamplona. Ni en Pasai Antxo -desde hoy al domingo- ni en Lesaka ni en el resto de localidades que honran al considerado primer obispo de Pamplona. Tal vez unos días después llegue el momento para lamentarse y entonar el 'Pobre de mí', pero tras tres años de espera y contención, las ganas de fiesta y liberación parecen superar con creces a las llamadas a la precaución de autoridades y epidemiólogos. Así lo admiten en estas páginas tres guipuzcoanos asiduos a los encierros sanfermineros que este año vuelven a Iruñea. «La gente tiene más ganas de fiesta», dicen.
Y, asimismo, es de desear que triunfe el compromiso de una ciudad «libre de agresiones sexistas». Con tal fin, el Ayuntamiento ha vuelto a instalar en la plaza del Castillo un punto de información y sensibilización contra este tipo de ataques que última se han convertido en la lacra de demasiadas fiestas.
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Hace también tres años, aquel 2019 prepandémico, que fue diagnosticado de Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA) Juan Carlos Unzué, quien fuera guardameta de equipos como Osasuna, Barça y Sevilla, que este mediodía será el encargado de lanzar en el balcón consistorial el chupinazo que descorche los sanfermines más esperados de los últimos tiempos.
En Pamplona, como en Pasaia, las nubes anuncian su presencia en algunos de los actos festivos programados. Pero llegados a este punto, quien más quien menos da por hecho que sus alpargatas acabarán empapadas, ya sea por la lluvia, el cava o el kalimotxo que ya regó los sanjuanes, los sanpedros o los sanmarciales. Su resaca ha dejado ya decenas de positivos en Covid-19, pero hoy se impone el 'gora San Fermin!'.
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Teo Lázaro | Donostia, 48 años
«Será raro comentar el encierro en la tele y no poder correrlo»
La jubilación de Javier Solano como la característica voz que narraba de manera magistral los encierros en Televisión Española también ha 'jubilado' a Teo Lázaro (Donostia, 48 años) como mozo. Este asesor financiero de Martutene -desde hace más de una década reside en Pamplona pero regresa a menudo al barrio donostiarra, donde residen sus padres y un hermano- llevaba corriendo delante de los toros desde 1991, con 17 años, y delante de los becerros desde los 7. Pero, tras meditarlo «mucho», aceptó la llamada de TVE para relevar a Solano y aportar su visión a la pareja de presentadores, Julian Iantzi y Ana Prada.
Su nuevo quehacer le privará de correr este año con sus hermanos, Juanma y Jose -tienen una hermana, Ana, que no pasó del encierro txiki-. Ellos son fijos cada uno en un tramo de Santo Domingo, casi el único que Teo no probó a lo largo de su dilatada trayectoria. «Seguí casi una evolución natural con la exigencia física: Estafeta, Telefónica, luego la parte más alta de Estafeta, después más abajo, el ayuntamiento...», hasta que en 2012 le cogió «gusto a Mercaderes». Un año antes vivió su «peor momento», cuando sufrió una doble cornada en Lodosa y debió «pedir perdón» a su madre por el calvario que le hizo pasar.
Su 'fichaje' por TVE llega a raíz de la experiencia que acumuló entre 2005 y 2011 al frente de un programa diario en Canal 4 Navarra. Corría delante de los toros y luego presentaba un especial sobre el encierro al que llegó de casualidad. «En 2004 -explica-, un amigo iba a ir de tertuliano con otro, pero este falló y me propuso acompañarle. A mí me tiraba conocer un plató por dentro, y le dije que iría, pero no a hablar. Al llegar, había dos sillas, así que tuve que ocupar una». Un año después le dieron las riendas del espacio.
De nuevo ante las cámaras, vivirá «unos sanfermines diferentes». Y por ahora, los más estresantes, dado que los últimos días ha estado «algo atosigado» con los ensayos y sus obligaciones profesionales -ayer nos atendió a las 16.30 y no había comido-. En televisión, tratará de aportar sus conocimientos y «contener mis emociones personales». Tampoco podrá buscar a sus hermanos entre la multitud. «Me perdería otros detalles». Además, como debe ser, los Lázaro siempre han corrido de blanco, mientras ven «con tristeza» como muchos corredores más recientes visten colores llamativos «para salir» en esa tele que ha jubilado al Teo corredor. «Me dará pena y se me hará raro no correr».
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Julen Iraola | Hernani, 26 años
«Más que el físico, ante el toro importa estar despejado»
Julen Iraola (Hernani, 26 años) pertenece a la última generación que se ha sumado a los encierros. Debutó con 18 años, «porque la ama no me dejaba antes». Le inculcaron el veneno en el camping de Orio, donde su familia veraneaba. «Mi primer recuerdo es cuando la amona me despertaba para verlo en la tele. Es una costumbre que se ha dado en muchas casas», opina.
Es tal su pasión por las reses, que en 2019 fue uno de los fundadores de Euskal Zezenzalearen Elkartea, una asociación «para defender las fiestas taurinas», como la popular sokamuturra hernaniarra, en la que es uno de los portadores de los maskuris. Ha corrido todos los encierros de Navarra y cree que «son más peligrosos en Tafalla o Tudela porque el toro tiene una mayor visión y puede elegir la enfilación y embestirte».
En Pamplona tuvo un anfitrión de lujo, Miguel Reta, uno de los pastores. «La amona conocía a su mujer por ser también de Hernani. Me invitaron a su finca en Grocin/Gorozin y me encantó». Luego, en su debut, le introdujeron en la cuadrilla. «Con los años -añade-, conoces mucha gente. Es un ambiente sano y respetuoso». Julen viajó ayer a Iruñea porque ya tenía «una comida». Duerme en casa de un amigo, y exprime el día: encierro, hamaiketako, comida, corrida de toros con la peña Armonía Txantreana, cena, otra vueltita y «a las doce o una, a la cama. Para ponerte delante de los toros, hay que estar descansado y con la mente despejada», aconseja. «Más que tu condición física -insiste-, es importante el aspecto psicológico y concentrarte en la carrera. Y luego, tener suerte», para que la carrera discurra sin incidentes.
Sus últimos encierros fueron en 2018, porque una lesión de rodilla le privaron de los de 2019. Por tanto, la 'pandemia' para él ha durado cuatro años. «Creo que todo el mundo tiene unas ganas especiales este año. Habrá un mundo de gente, pero siempre lo hay». Al menos, él no ha conocido otra cosa. «La generación de Julen Madina -histórico corredor hernaniarra que falleció en 2016 en un accidente de mar- vivió unos sanfermines diferentes, con menos gente y toda vestida de blanco, como manda la tradición». Julen cometió el sacrilegio de «ir de negro en mis seis primeros encierros, pero porque no me di cuenta. La gente de Pamplona me explicó lo que les molesta que no se respete la tradición». A partir de mañana aguardará la manada al inicio de Estafeta, donde tiene memorizados los «tres metros y medio» que los toros avanzan en cada zancada. Cuando los ve, busca su cara y trata de «aguantar lo máximo posible» antes de dejar hueco a otro corredor.
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Aritz Sistiaga | P. donibane / Errenteria, 43 años
«Vuelvo a diario a Errenteria, pero sarna con gusto...»
Aritz Sistiaga (Pasai Donibane, 43 años) lleva ya «dos meses» con el runrún de los encierros «en la cabeza» y una mezcla de «contrastes» en el cuerpo. «Es una sensación rara -confiesa-, porque por un lado estás deseando que lleguen las fechas, pero también cierto nerviosismo y respeto porque sabes a lo que te expones. Pero ya sabes que sarna con gusto...».
Es un corredor un tanto tardío en Pamplona, pero se reconoce delante de una vaquilla desde pequeño. «Los encierros me engancharon desde que los veía en la tele de niño», recuerda. Luego llegaron las vaquillas en Pasai Donibane, Errenteria o Azpeitia, de ahí pasó a encierros en pueblos navarros como Falces, pero el olimpo pamplonés «era otra cosa. Impone más». Sin embargo, «siempre decía a mi gente que algún día iría». Ese día llegó en 2014, cuando su hija Udane, que ahora tiene 14 años, «ya no era tan pequeña. Entonces le podía hacer ilusión verme en la tele, pero ahora lo pasa mal y me pregunta 'zergatik zoaz? (¿por qué vas?'. Pero, igual que su madre, me respeta». Y él las comprende, «como a mis padres, que se preocupen, porque sin duda lo pasa peor el que está fuera». Por ello, en cuanto pasa el último toro escribe un «ok» a Udane. «A las 8.01 horas ya se lo he enviado».
«Y todo, por 20 segundos», que es lo que dura la adrenalina hirviendo en la sangre desde que se siente la llegada de los toros hasta que pasan tras salir airosos en el mano a mano con los mozos. «Pero merece la pena todo el sacrificio», afirma Aritz. Que en su caso es mucho, porque a diario coge el coche desde Errenteria, donde reside, para correr el encierro y volver. Sale de casa sobre las 5.45 horas, llega antes de que cierren el acceso al entablado, se concentra en el calentamiento mientras flashes de su vida familiar recorren su mente, echa un sprint entre astados y «a las 8.10 como muy tarde ya estoy en el coche de vuelta» para entrar a trabajar a las 9.00 en Usurbil. Este año variará algo su rutina porque «hace seis meses me puse a trabajar por mi cuenta de carpintero, y he cogido vacaciones, por lo que podré disfrutar de algún almuerzo» con su cuadrilla de Falces o con otros mozos de Oarsoaldea. «Dos o tres días vendré con la familia», dice.
En sus primeras carreras optó por la zona de Estafeta, pero «ahora voy a Santo Domingo. Es un tramo noble para correr: la gente va de blanco, apenas hay extranjeros ni camisetas de colorines que deslucen el encierro». Mañana volverá a lucir el pañuelico rojo de su hija, su talismán. «Sin él, no me atrevería a correr».
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