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«Hemos dejado de ser esenciales de un día para otro»

Enfado. Colectivos como personal de supermercados o conductores de autobús fueron esenciales durante la primera ola. Ahora salen de la estrategia de vacunación para ser inoculados por edad, como el resto de la población

Domingo, 2 de mayo 2021, 07:29

Muchos fueron llamados a filas durante la primera ola. Personal de supermercado, conductores del transporte público, empleadas del hogar... fueron considerados esenciales en aquellos primeros meses de pandemia y tuvieron que seguir en primera línea en sus puestos de trabajo, sin equipos de protección adecuados y con el miedo en el cuerpo, cuando la mayoría estábamos en casa.

Por fin llegó la vacuna y se les incluyó en la estrategia de vacunación como trabajadores esenciales, junto con farmacéuticos, fisioterapeutas, policías, profesores de Primaria y Secundaria o bomberos, según anunció la propia consejera de Salud, Gotzone Sagardui, el pasado 10 de febrero. El primer pinchazo del preparado de AstraZeneca estaba cada vez más cerca. Sin embargo, el cambio en el plan de vacunación del Gobierno central, que establece que el factor de riesgo más importante asociado al Covid es el de la edad -y a la espera de lo que ocurra con la segunda dosis-, les ha dejado «atrás» en el peliagudo orden de prioridad, según denuncian trabajadores de servicios esenciales.

Olatz Urrutia | Encargada de supermercado

«Me siento olvidada y menospreciada. Tendríamos que estar ya vacunados»

Olatz Urrutia, en el supermercado BM. Michelena

«Fuimos un sector al que durante los primeros meses del confinamiento se nos elogió y fuimos muy valorados y ahora, que seguimos al pie del cañón, no se nos está teniendo en cuenta para vacunarnos y estamos en la cola. No me parece correcto ni lógico», critica Olatz Urrutia, encargada del supermercado BM en el barrio de Gros. En parte «nos lo veíamos venir», dice. «Cuando anunciaron que nos incluían en la vacunación como grupos esenciales, la empresa nos pasó un listado para apuntarnos. Pero iban pasando los días y nada, y de repente ya no éramos prioritarios», resume esta trabajadora, que al igual que el resto de sus compañeros, se siente «olvidada y menospreciada». De hecho, considera que «teníamos que estar ya vacunados desde hace tiempo, porque en un supermercado tanto las cajeras como en frutería o en la carne, todos, estamos muy expuestos al contagio y en contacto con mucha gente a diario. Aunque en todo momento estamos con la mascarilla, hay muchas clientas que se te acercan, te tocan... cosa que entiendo porque son de toda la vida y hay mucha cercanía, y al final son gestos que te salen solos». Pero pueden salir caros. Urrutia ha observado «bastante» relajación entre la clientela, «tienes que recalcar que hay que echarse gel al entrar, que hay que usar los guantes en la frutería...», por ello reclama ya su vacuna. «Tengo muchas ganas, así me dará más seguridad y no me importa cuál me pongan, me fío, aunque a mis 48 años me quedan meses por delante hasta que me llegue el turno».

Izaskun Etxeberria | Conductora de autobús

«Somos esenciales paralo que les viene bien, esto no es nada justo»

Izaskun Etxeberria, conductora de Dbus. Lobo Altuna

El pasado 8 de abril, Izaskun Etxeberria se disponía a coger el tren para ir a vacunarse cuando le llamó la enfermera para informarle de que se cancelaba la vacunación. De un día para otro, literalmente, pasaron «de ser esenciales a no serlo», algo que le sentó «fatal». «Somos esenciales para lo que les viene bien. Siempre vamos por detrás. Nos sentimos ignorados y abandonados», critica esta conductora de Dbus desde hace 14 años. Defiende que «desde el minuto 0» estuvieron trabajando y al principio «sin protecciones, mascarilla... y con una media de usuarios de 300-400 personas al día. Ir a trabajar era como ir a la guerra». Porque según recuerda, «antes no teníamos ni mampara ni nada» y aunque mucho ha llovido desde entonces, el «miedo» a un posible contagio no se ha esfumado. Izaskun tiene presente que el virus espera en cualquier esquina, sobre todo en un trabajo como el suyo, en el que «se te acerca la gente, te tose, te paga con monedas.... y siempre estás con el runrún de '¿estaré llevando el virus a casa?' Tengo compañeros que durante los primeros meses de la pandemia hasta se cambiaban de ropa antes de entrar en casa», cuenta.

Además del «alto riesgo al contagio» al que está expuesta a diario en su puesto de trabajo, también ha observado cómo «la gente está más relajada a la hora de cumplir las medidas, tienes que estar continuamente atento a que lleven bien puesta la mascarilla y al principio, cuando había aforo, teníamos que controlarlo nosotros, que resulta prácticamente imposible», por no hablar de las «las quejas de los usuarios. Al final se te acumula todo», expone. La cancelación de su cita para vacunarse ha sido la puntilla. «Tenía muchísimas ganas de vacunarme y me da igual con qué vacuna, confío en la ciencia, porque es la única que nos va a salvar de esto. Creo que la consecuencia de estar infectada es más grave que lo que te pueda producir una vacuna porque puedes morir. Ojalá me vacunen pronto porque esto no es nada justo», reclama.

Celeste Martín | Asistenta a domicilio

«Todas las personas con las que trabajo son de alto riesgo y mi familia también»

Celeste Martín posa en la entrada de Asist Hogar. F. de la Hera

A Celeste Martín lo ocurrido con la vacunación le suena a chiste. «Creo que nos están tomando el pelo, parece que se están riendo de nosotros, no es lógico», comenta indignada esta empleada de hogar de la empresa Asist Hogar que calcula que a este paso le tocará vacunarse «el año que viene. Tengo 39 años, aún me queda para rato», lamenta. «Íbamos a ser los primeros en vacunarnos, con todo lo que nos costó que nos incluyeran en la lista, y ahora hemos dado un paso atrás». Esta mujer, vecina de Irun, tenía cita para vacunarse el pasado 15 de abril con AstraZeneca, pero se la cancelaron, como al resto de sus compañeras y desde entonces no para de preguntarse si es que no hay más vacunas que la solución de Oxford. Aunque le da «bastante respeto», está «deseando» recibir ya el pinchazo y terminar con esa sensación de «miedo» que le aborda a diario al no estar inmunizada. «Ya no es solo por mí, es por los de mi alrededor. Yo vivo con mis suegros, que tiene más de 80 años, mi marido es colectivo de riesgo y tengo un bebé de dos años. Además, todas las personas con las que trabajo son de alto riesgo. Hay gente muy mayor o con enfermedades, tengo a un chico con esquizofrenia y anda quitándose la mascarilla... ¿Y si les contagio? ¿Y si por mi culpa les pasa algo grave? Yo tengo que coger la línea que sube al hospital todos los días y puede ir gente infectada de Covid», advierte. Además, su trabajo implica un contacto directo y donde las distancias no existen, tal y como señala esta mujer. «Hay a quienes tengo que lavar, cambiar de ropa, darles de comer... y además voy de casa en casa», por lo que se multiplica el riesgo de contagio.

Alex Fayle | Profesor de academia de idiomas

«¿Por qué los profesores de los colegios están vacunados y nosotros no?

Alex Fayle es profesor en la academia Well&Will. Michelena

Alex Fayle da clases en una academia de idiomas y aún no se explica por qué «los profesores de los colegios están vacunados y nosotros no. ¿Cuál es la diferencia? Además, que aquí se juntan alumnos de todos los colegios, fuera de sus burbujas, cuando en los centros escolares tienen los grupos establecidos y no se mezclan entre sí. A veces podemos dar las clases a alumnos del mismo cole, pero no siempre, por lo que existe mucho más riesgo a contagiarnos», reclama este canadiense, que lleva 15 años en Donostia.

Le resulta «muy raro y poco lógico» que «de repente seamos esenciales para trabajar, pero no para vacunarnos y para cuidar de nuestra salud», por ello se sienten «olvidados, no les importamos». Durante el confinamiento adaptaron las clases al formato online y en verano del año pasado se organizaron para poder abrir las aulas y dar las clases de forma presencial. «Ahora estamos haciendo un híbrido para cumplir con los aforos y tomamos la temperatura al entrar».

Por el momento, están esquivando el virus siguiendo las medidas preventivas a rajatabla, «estamos teniendo mucha suerte porque no hemos tenido ningún profesor que se haya contagiado por un alumno», sin embargo, el riesgo está ahí, y cada vez más cerca «si ves la tasa de incidencia y el número de contagios en Gipuzkoa estamos muy mal. De hecho el último mes estamos notando que cada vez confinan a más clases en los colegios y la sensación que tengo es que esto va a ir a peor». Por ello reclama su vacuna, «sea la que sea, no tengo miedo a ninguna. Creo que hay más posibilidades de tener un ataque al corazón con cualquier medicamento que con una vacuna, se ha creado mucho sensacionalismo», afirma Alex, de 51 años, que destaca cómo en su país «casi todas las personas de mi quinta ya han sido vacunadas en el último mes porque han hecho una vacunación masiva y voluntaria».

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