Malditos australianos

Ahora los jefes del LABI valoran si ampliar la hora de cierre de los bares puede ser una opción a explorar y hasta Simón nos pone delante del hocico la zanahoria de liberarnos de la mascarilla en exteriores casi un año después. Parece que se avecinan pasos de gigante en el remate final de lo más duro de la pandemia, apoyados en una vacunación que avanza ya viento en popa. Ayer estábamos acabando de vacunar a la población de 80 años y llamando a la 70. Hoy ya pensamos en acabar con los de 60 y 50 y en algunas comunidades a los de mi quinta parece que los van inmunizar antes incluso de liberarse de la marca del sol que deja la manga corta. Se ha vacunado ya hasta el lehendakari Urkullu y ha vuelto el público a los estadios de fútbol antes de acabar la temporada.

Se ha declarado el inicio del estado de optimismo de un día para otro, sin apenas poder estirar los músculos junto al árbol como Edmundo Bal. A algunos nos ha pillado algo fríos este repentino frenesí de salidas a las doce de la noche aunque sea para bajar al perro a hacer pipí.

Pero qué le vamos a hacer. Si nuestras cabezas pensantes se encuentran con la mente un tanto confusa en este descenso de la cuarta ola, nosotros tampoco vamos a desafinar. El pleno al quince en el desacierto ha sido total desde la previa de Semana Santa en Euskadi, tanto que algunos siguen sin encontrar el por qué a la peor evolución del Covid en territorio vasco en el último mes. Será que no han puesto a buscarlo a una madre enfadada, que daría con la causa en un santiamén. «Como vaya yo y lo encuentre...».

Ahora que comenzamos a diseñar nuestra escapada de verano muchos soñarán con irse lo más lejos posible, a las Antípodas. Siento decirles que va a ser imposible. Australia va a estar cerrada durante mucho más tiempo. No quieren que nadie desestabilice su 'isla-continente', y al tener un sencillo cierre de fronteras, piensan permanecer aislados hasta bien avanzado 2022. Así lo apuntó el ministro de Comercio australiano. Nada de llegadas de turistas de fuera de Oceanía en los próximos meses. Seguirán cerrados a cal y canto pero disfrutando de los placeres australes.

Un país como Australia, de más de 25 millones de habitantes, sumó el último máximo de contagios en su verano el pasado mes de abril. El día 24 de ese mes sumó la friolera de 44 nuevos contagios en todo el país y su tasa de incidencia escaló hasta los 1,23 casos por cada 100.000 habitantes. Ese fue el pico de su ola, quinientas veces inferior a la de Euskadi. El pasado domingo contabilizaron 3 positivos y llevan meses sin sumar un muerto por Covid-19. Las gradas de sus estadios de fútbol se encuentran llenas desde que la liga arrancó el pasado mes de enero, con público sin mascarilla al aire libre y disfrutando del buen tiempo en Melbourne, Sidney, Brisbane o Perth. Envidia es poca... Malditos australianos, que han podido aislarse del resto del mundo y alejan la peste de sus fronteras mientras disfrutan de 7.692 kilómetros cuadrados de territorio cuasi libre de coronavirus. Ellos son sus mejores turistas y no necesitan la llegada de ingleses o alemanes a mansalva para cuadrar sus cuentas. Plantean mantener su fiesta exclusiva para australianos y neozelandeses hasta finales de 2022 y se muestran autosuficientes.

¿Seríamos capaces de hacer nosotros lo mismo en España? ¿Nadie ha valorado que la estrategia que lleva funcionando 14 meses en las Antípodas es la adecuada? Sin frustraciones de escaladas y desescaladas, con controles y test más frecuentes y estrictos, sin mascarilla en exteriores y sin estar día a día a la expectativa de la llegada de la próxima ola. Australia seguirá cerrada y para ellos es una gran noticia, disfrutemos del verano.