«El ictus me rompió por dentro pero se puede recuperar la independencia»
Eleder Lacuesta sufrió un derrame hace casi 20 años y considera «clave ponerse metas que uno sepa que puede lograr para evitar la frustración»
Hace casi veinte años desde el día en que la vida de Eleder Lacuesta cambió por completo. Y lo hizo de un momento a otro, porque así es sufrir un ictus: llega de la nada y lo trastoca todo. «Tenía 37 años, llevaba una vida normal y, al hacer un sobresfuerzo físico, sufrí un derrame cerebral. Fue como si me rompiera por dentro», describe hoy este donostiarra a sus 51 años. De cara al Día del Daño Cerebral Adquirido, que se celebraba este domingo, la asociación guipuzcoana ATECE, junto con Ospitalarioak Fundazioa Euskadi, organizó ayer en San Sebastián una jornada en la que compartir los últimos avances en la atención sanitaria y social del ictus. Pero, además de esta progresión, son historias como la de Eleder las que dejan claro que es posible recomponer una vida aunque todo haya cambiado, siempre y cuando se cuente con el apoyo necesario. En todos los sentidos. «La comprensión nos ayuda, y cuanto más se conozcan nuestras historias, más ayuda conseguiremos», reivindica.
Desde aquel día, este donostiarra arrastra varias secuelas. «A la vista está», añade; porque eso sí, algo que nunca perdió fue el humor. «Las mayores consecuencias fueron la pérdida del equilibrio y dificultades en el habla y la vista. Por eso voy en silla de ruedas, tengo esta voz y llevo un parche en un ojo -el derecho- porque tengo visión doble desde entonces», describe Eleder. También tiene problemas de motricidad fina, es decir, con estos pequeños movimientos que requieren precisión y control como puede ser atarse los cordones. Pero él no se rinde y «lucho cada día por aumentar unos segundos el tiempo de equilibrio», asegura decidido. Convicción no le falta y es consciente de que la adaptación y la esperanza ha sido clave para rehacer su vida.
Una vida conviviendo con el ictus
«Cuando me dio el ictus compartía piso en Donostia y se me hizo imposible seguir viviendo allí: era un octavo y el ascensor del edificio solo llegaba al séptimo». Buscar una alternativa era una necesidad, no una opción. «Con la ayuda de mi madre y de una amiga encontré un piso adaptado», cuenta contento Eleder, que lleva años viviendo solo, «acompañado de mis dos gatos», puntualiza. Él es el vivo ejemplo de que «se puede lograr la independencia vital, o al menos cada cual en sus límites. Ponerse metas pequeñas, que podamos lograr», es clave para no «agobiarnos. Si no lo hacemos estamos condenados a la frustración. Es importante conocer los límites de cada uno, no para estar constreñidos, sino para traspasarlos cuando veamos que es posible», anima.
Tras casi dos lustros de adaptación, aprendizaje y trabajo, Eleder Lacuesta lleva una vida tranquila. «Uno de mis mayores hobbies es escribir», explica animado; ha publicado dos libros -'Circular' y 'Cosmos y locomotoras'- en los que destaca el suspense con toques humorísticos. Además, está cursando un grado «de Antropología Social en la universidad», en donde además de ir a clase y estudiar, ha aprendido que «la juventud viene muy concienciada. En clase estamos tres personas con algún grado de discapacidad y los compañeros de clase, los jóvenes, se prestan mucho, nos ayudan... Todo siempre con normalidad. La gente del futuro viene preparada en este aspecto», celebra esperanzado. Otra cosa que le mantiene ocupado, y que además le ayuda en su día a día, es el gimnasio y la rehabilitación, que le permite seguir luchando «cada día». Y cómo no, «pasar tiempo con la familia».
3.000 nuevos casos en un año
Como pretende señalar de cara al domingo, Día del Daño Cerebral Adquirido, todavía queda recorrido por hacer. «Las ayudas no son definitivas, pero van mejorando según nos quejamos». Y es que cada año se registran en Euskadi alrededor de 5.000 nuevos casos de ictus -más de 3.000 en Gipuzkoa- y más de 18.000 vascos conviven con secuelas neurológicas que afectan directamente en su autonomía y en su calidad de vida.
Por todo ello, la jornada de ayer sirvió para resaltar la importancia de que «haya una buena coordinación entre el sistema sanitario y el sistema social». Manuel Murie, director médico de Ospitalarioak Fundazioa Euskadi, insistió en que «el ictus debe atenderse en todas sus fases, incluida la neurorrehabilitación, que es la única estrategia que ha demostrado eficacia en recuperar las funciones perdidas».