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Nieves posa con sus hijos durante las últimas navidades. Junto a ella, Emilio, a la izquierda del rey mago; Javier, de pie, a la derecha, y la pequeña Judith sobre sus rodillas. R. C.
Nieves Goicoechea: «Si quieres ser la mejor madre, no busques aplausos»

Nieves Goicoechea: «Si quieres ser la mejor madre, no busques aplausos»

La navarra Nieves Goicoechea tiene tres hijos adoptados con necesidades especiales: Emilio, Javier y Judith. Los cuatro forman una familia única

IRMA CUESTA

Miércoles, 16 de octubre 2019, 06:49

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Nieves Goicoechea Preboste (Lekunberri, Navarra, 1966) no recuerda el día en el que decidió que haría lo que hiciera falta para cumplir su sueño de formar una familia. Tampoco imaginó que la suya terminaría siendo tan particular, ni que para conseguirlo tendría que luchar como solo son capaces de hacerlo las heroínas. Escuchándola contar su historia uno no puede evitar pensar que, por suerte, no todos somos iguales. Y eso que no esconde que el camino, además de largo, ha sido duro; tanto, que a ella le gusta compararse con una atleta que se enfrenta a un maratón: «Sabe que va a ser duro, que sufrirá intentando llegar a la meta, pero también que compensará conseguirlo». Luego, cuando alguien le pregunta si nunca se ha arrepentido, se ríe y contesta: «No, claro que no. Ahora, si la pregunta es: ¿Estas descansada y relajada? La respuesta también es no».

Doctora en Biología y profesora Titular de Fisiología Vegetal en la Universidad de Navarra, donde colabora con varios equipos de investigación, aún saca tiempo para educar a sus tres hijos: Emilio, Javier y Judith; tres niños llegados de diferentes partes del mundo con problemas importantes que, entre todos, están tratando de resolver.

Nieves cuenta que siempre supo que estudiaría algo relacionado con el entorno rural en el que creció. Con un padre veterinario, fue cumpliendo años rodeada de animales, de un jardín fantástico y un huerto repleto de tesoros. «Siempre me sentí muy cómoda en ese ambiente, de modo que cuando llegó el momento de elegir, decidí hacerme bióloga», dice. Lo tuvo siempre tan claro como que algún día formaría una familia. Y, si la vida no le permitía hacerlo de la manera tradicional, buscaría una alternativa.

«Siempre pensé en formar una familia, aunque no fuera a la manera tradicional»

«Lo realmente duro ha sido topar con la incomprensión del entorno»

Fueron unos amigos, compañeros de la universidad, los que le hablaron de la posibilidad de adoptar. No tardó mucho en darle vueltas a esa opción, apenas unos meses hasta que en 2005 tomó la decisión: buscaría la manera de conseguirlo. «Estaba abierta a traer un niño de cualquier lugar, pero muchos países no contemplaban cerrar un acuerdo con solteros. Por aquel entonces, incluso China estaba reduciendo la entrega a familias monoparentales, pero me enteré de que había algo que llamaban 'Pasaje verde' que gestionaba la adopción de niños con necesidades especiales».

Un largo viaje de China

El caso es que no se lo pensó. «La verdad es que no se va a ciegas. De alguna manera te plantean hasta dónde estás dispuesto a llegar. Y es lógico. Yo, al estar sola, sabía que debía elegir a alguien a quien pudiera atender; debía ser algo abordable por mi parte».

Unos meses después, Emilio Yuan llegaría a su vida. Cuando, en marzo de 2007, ambos desembarcaron en Madrid procedentes de Shanghái, Nieves no podía imaginaba que aún quedarían dos más por llegar. «Recuerdo perfectamente aquel viaje tan largo y a Emilio sobreexcitado llamándome mamá a gritos en el avión a cada instante. Aún no había cumplido tres años y, además de tener que luchar para adaptarse a un mundo nuevo, padecía blefaroptosis severa, uno de su párpados estaba prácticamente cerrado. Al principio me dijeron que tendríamos que esperar a que se desarrollara para operarle, pero poco después descubrimos que estaba perdiendo prácticamente toda la visión de ese ojo, así que le intervinieron inmediatamente. Más adelante podrán retocarle, pero de momento ha recuperado la vista. Hoy tiene 15 años, está en cuarto de la ESO y, la verdad, siempre ha sido un niño fácil», dice orgullosa.

«¿Que si me arrepiento? No. ¿Que si estoy relajada? Tampoco»

«Desde el primer momento sabía que no tendría un solo hijo»

Fue Emilio quien, a los tres años de llegar, empezó a dar la lata pidiendo un hermanito. Quería que fuera un chico, que fuera guapo, listo... pero, para entonces, a Nieves le dijeron que China había cerrado definitivamente la puerta de las adopciones a solteros, fuera del tipo que fuera. «Empecé a barajar otras opciones, pero Emilio tenía seis años y una condición irrenunciable: que su hermanito fuera algo más pequeño. De ese modo, pensé, a él le resultaría más fácil. Entonces, una trabajadora social me habló de Colombia. Escribí varios correos a unos cuantos abogados especializados en este tipo de trámites y la respuesta de uno de ellos me convenció. Accedió a hacerse cargo del caso, pero una vez más debía ser un niño con una necesidad especial».

Nieves empezó de nuevo a preguntarse hasta dónde podía llegar; al fin y al cabo, ya ni siquiera era una mujer sola: era la madre de un niño de seis años que precisaba su atención. Así, hasta que un día, sin saber por qué, pensó: ¿por qué no un sordo? «No venía al caso para nada, no había visto el clásico programa que te muestra una historia con niños con sordera, ni nadie me había hablado de ello; simplemente, ocurrió. Y, como soy creyente, no pude evitar pensar que lo que estaba pasando por mi cabeza no era porque sí. Que detrás de aquello había una explicación por más que yo no la llegara a entender».

Camino ya de la que sería su segunda gran aventura vital, Nieves cambió impresiones con un especialista de la Clínica Universitaria de Navarra y se cercioró de que su hijo, si finalmente padecía una apoacusia profunda, estaría bien atendido al llegar a casa. Meses después, el día del chupinazo de 2011, llegaría a sus vidas Javier. «Tenía seis años, apenas unos meses menos que Emilio, y era como un toro. Ni oía ni hablaba, solo gritaba. Si el primero de mis hijos estaba sobreexcitado al llegar, aquello era terrible. No podía expresarse verbalmente, así que lo hacía en forma de movimiento».

La respuesta exterior

Si alguien imagina que aquello logró minar la paciencia y capacidad de entrega de Nieves, se equivoca. Lo realmente duro no fue hacer entender a su nuevo hijo que estaba en casa y a salvo, ni pasar con él por el quirófano para hacer que un doble implante coclear le ayude a comenzar a hablar; lo verdaderamente triste, dice, ha sido topar con la incomprensión del entorno. «Cuando llegó Javier me pareció fundamental que acudiera al mismo colegio que Emilio. No solo era un niño sordo, era un niño adoptado que necesitaba con urgencia saber que formaba parte de una familia y estar cerca de su hermano ayudaría. Luché para que lo admitieran en el mismo centro y el primer año dimos con una tutora maravillosa; luego, las cosas se complicaron hasta que decidí cambiarlo de colegio. Hoy Javier cursa segundo de la ESO, tiene 14 años y es inteligente, hiperactivo y tiene un clarísimo carácter latino; no es que tenga sangre caliente... ¡la tiene hirviendo!». Nieves confiesa vivir en un estado de angustia permanente porque es complicado hacerle ver a la gente quién es realmente su hijo y todos los valores que están detrás de la primera impresión que perciben.

Si alguien imagina que, después de recibir a Emilio y a Javier, Nieves decidió adaptar su vida a las circunstancias sin más sobresaltos, se equivoca. La bióloga cuenta que en su cabeza siempre imaginó que tendría más de un hijo; que tres siempre le pareció un número estupendo.

El caso es que tardó muy poco en volver a interesarse por la adopción y en descubrir que China había vuelto a abrirse a solicitantes solteros, siempre que no esperasen recibir un niño sano. «Esta última vez me preguntaron si ponía algún reparo a que tuvieran problemas en las extremidades. Contesté que con las superiores sí, pensando en cómo podría atender a un niño que no pudiera valerse para determinadas cosas, pero lo de las inferiores lo dejé en blanco. Pronto me mandaron una foto de una niña que parecía pequeñita, pero no sabía si de edad o de tamaño, porque sólo se le veía el culete y las piernas. Efectivamente, aquella niña tenía una pierna mucho más corta que otra. Esperaron a que me decididera para enviarme una imagen de su cara. ¡Tenía un año!».

Cinco meses después, Nieves, Emilio y Javier hicieron las maletas y pusieron rumbo a China. A la vuelta, Judith Jiya estaba en casa. «Es muy distinta a Emilio, es muy cariñosa, pero tiene mucho más carácter».

Poco después de desembarcar en España, Nieves planteó a los médicos la posibilidad de operarla, pero le contestaron que no merecía la pena tratar de alargarle el hueso. «Ahora tiene una especie de bota con la forma de la pierna que se enfunda cada día. Se cansa más, no puede correr como los demás, pero todo marcha bien».

Imaginando el trajín de estos últimos doce años, sólo queda preguntarle de dónde saca esa fortaleza. La respuesta llega en segundos. «Tienes que tener claro lo que quieres, estar convencida y no buscar ni aplausos ni apoyos. Es cosa tuya, aunque reconozco que Dios me ha mandado ángeles inesperados que me han hecho el camino más fácil. Ahora lo único que quiero es ser la mejor madre».

La adopción

  • Una larga espera Los tiempos de espera de un niño adoptado oscilan entre uno y diez años, según los países y el tipo de ofrecimiento que hace la familia; siempre es mucho menor si se está dispuesto a adoptar uno con necesidades especiales

  • 80% Ocho de cada diez solicitantes de niños en adopción españoles son parejas. Solo el 20% lo hacen en calidad de familia monoparental

  • 531 En poco más de una década, entre 2007 y 2017 (los últimos datos oficiales son de esa fecha), el número de niños extranjeros adoptados en España pasó de 5.541 a 531

  • Las razones Los expertos señalan que detrás del desplome del número de adopciones está la crisis, el cierre de varios países a adopciones externas y la negativa de muchos de ellos a aceptar las peticiones de parejas homosexuales o de familias monoparentales. También hay quienes apuntan a la gestación subrogada como otra de las razones por las que ha descendido el número de adopciones en los últimos años. Un extremo que no puede confirmarse ni cuantificarse porque es una práctica prohibida en España y no existen datos oficiales.

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