Sin duda alguna, los plásticos fueron en su día una gran revolución; por ejemplo, en el campo del empaquetado de productos alimenticios. Dichos productos necesitan ... una barrera que impida la entrada de agentes externos. Para ello es necesario que sea resistente, se manipule fácilmente y que no dejen penetrar ni vapores ni otros gases. Si además eran baratos, miel sobre hojuelas. Todo eso lo consiguieron los plásticos. Por desgracia, tienen una característica que los han convertido en indeseables. Y es su gran duración. En principio, podríamos pensar que una gran duración es una gran ventaja, pero si, como es el caso, resulta que esos embalajes van a parar a los basureros y en muchos casos al mar, el que tarden varias centurias en desaparecer no es bueno. Ya sabemos que han llenado los mares de desechos.
La solución parece obvia: conseguir plásticos con características similares pero que sean biodegradables, que en poco tiempo se descompongan en sustancias no nocivas. Si a eso le añadimos que sean fácilmente reciclables mucho mejor. Hoy en día hay varios sustitutos para los plásticos de empaquetar, pero o bien tienen las propiedades mecánicas adecuadas, pero dejan pasar los vapores y otros gases, o bien no los dejan pasar, pero son muy rígidos y difíciles de manejar. En la revista 'Nature Communications' hay un excelente trabajo de las universidades del País Vasco (UPV/EHU) y de la Estatal de Colorado, cuyo primer autor es Ainara Sangroniz. En este trabajo exponen un método para conseguir lo mejor de los dos mundos: plásticos biodegradables y fácilmente reciclables que son a la vez fáciles de manejar y que impiden la entrada de gases
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