El país de los toldos verdes
Un arquitecto de Jaén repara en esta seña de identidad al volver de vivir en Alemania. «Nuestro patrimonio no son solo los palacios y las catedrales»
FERNANDO MIÑANA
Miércoles, 9 de octubre 2019, 07:51
Hay quien se pirra por un natural de José Tomás y quien no soporta ver sufrir al animal. Pero si vas a Singapur y dices que eres español, lo más normal es que te pregunten por toros y toreros. Nuestro patrimonio, lo que somos, va mucho más allá de los monumentos. Eso lo sabe muy bien Pablo Arboleda, un arquitecto de Jaén que ha consagrado su vida al patrimonio.
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Cuando acabó la carrera en Granada, se marchó a Alemania. Primero a Cottbus, donde hizo un máster, y después a Weimar, donde completó el doctorado. Al poco de regresar, tres años después, estaba dando un paseo por Madrid cuando cayó en algo de lo que nunca se había percatado mientras vivía en España, que las calles están llenas de toldos verdes. Indagó un poco y constató que no había nada escrito al respecto, que nadie había hecho un estudio sobre esta característica: que España, sobre todo en la meseta y en el litoral mediterráneo, donde más abrasa el sol, decidió proteger sus casas, entre los años 60 y los 80, con robustos toldos verdes.
Pablo creó un grupo de Facebook para conocer otras opiniones, una red donde esperaba pescar una explicación a esta pauta. Y no la encontró, pero ahora hay 1.600 personas de toda España que cuelgan fotografías de fachadas llenas de toldos verdes. Gente que dice que son bonitos y gente que dice que son feos. «Aunque eso es lo de menos. Los gustos son algo subjetivo. Si nos miramos a un espejo para ver si somo feos o guapos, lo importante no es lo que seamos, sino el espejo».
Este arquitecto de 34 años, que ahora trabaja para la Universidad de Glasgow, hace hincapié en que las ciudades no son solo el casco antiguo, más o menos valioso, sino el conjunto de todos los barrios. «Como amante y estudioso del patrimonio, este no son solo los edificios, sino también los materiales, aunque no sean tan pomposos como los edificios. ¿Qué entendemos por tradición? ¿La arquitectura de los años 60, 70 y 80 forma parte de la tradición o no? Nuestro patrimonio no son solo las catedrales, los palacios o los castillos, que nadie los discute; es una rama del pensamiento con muchas más aristas, porque, si no, el patrimonio se convierte en dogma. La clave está en preguntarnos si estamos de acuerdo, más allá de ese centro bonito, con la estética que manda en la ciudad en nuestro tiempo. Qué ha hecho la sociedad en las últimas décadas y qué legado dejamos...».
Lo que quiere decir Arboleda es que el toldo verde es una anécdota; algo que, nos guste más o menos, nos identifica. Lo relevante es que nos invite a reflexionar sobre si nos gusta lo que vemos, lo que nos rodea a diario. Porque nuestra realidad no suele ser la catedral gótica o el edificio modernista, sino nuestro entorno urbano cotidiano. «Tenemos que aceptar lo que somos, no hay que esconder nada», añade. Nos suele horrorizar la ropa tendida en las fachadas, pero nadie discute que es una seña de identidad de los napolitanos. Algo parecido sucede con el toldo verde.
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«Una gran carencia»
Arboleda encuentra en estos trozos de tela otro pretexto para hablar de asuntos mucho más trascendentes: «Me parece increíble que nadie haya analizado este fenómeno, que nadie haya hecho un estudio sobre algo que nos identifica. Porque estoy seguro de que, en sus respectivos países, sí se han hecho sobre la 'banlieue' francesa o sobre los edificios del desarrollismo, las viviendas sociales de la Alemania del Este. En España, en cambio, no se han hecho estudios sobre cómo han cambiado estéticamente -no solo en términos de urbanismo- las ciudades. Y eso es una gran carencia».
El arquitecto jienense reconoce que, en realidad, no sabe gran cosa sobre el toldo verde. Y que toda la información que ha reunido es la que han querido aportar los miembros del grupo de Facebook. «Hay muchas teorías, como que en aquellos años se produjo el éxodo rural y las capitales de provincia se llenaron de gente, se construyeron más edificios y muchos, en los ensanches, como no tenían árboles, optaron por el verde de los toldos; otros dicen que eran más económicos; otros, que eran más resistentes al sol y se degradaban menos, y otros, que simplemente era una moda...».
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Arboleda tiene claro que va a ser «imposible dar con una explicación racional» y que igual no existe una única respuesta, sino que es una conjunción de factores. Tampoco le obsesiona. «Lo importante es que es un símbolo de España y una puerta de entrada a otras muchas reflexiones».
La bombona de butano o la colada
España, nos guste o no, es lo que es. Y, además de los toldos verdes, hay otras peculiaridades de nuestra forma de ser que nos identifican porque constituyen parte de nuestro entorno. Porque lo más normal no es que vivamos al lado de una catedral gótica, sino de un edificio normal y corriente en el que, aunque ahora ya está en desuso, era frecuente ver la bombona de butano de cada vecino entre las rejas del balcón. Es cierto que la bombona naranja está desapareciendo, pero que nadie se relaje, que está siendo sustituida por el aparato de aire acondicionado. Y en algunos barrios, como la Barceloneta, en la ciudad condal, aún se sigue teniendo en la fachada que da a la calle.
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