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Se me ha pasado el Día Mundial de la Gente Peculiar (10 de enero) y el del Croissant; también el entrañable Día del Orgullo Zombie y el de la Pizza (9 febrero). Tengo un «calendario del community manager» que me va a hacer un papelón para las columnas a nada que estas efemérides me toquen en martes. Pero, aunque no me toque, vuelvo un poco atrás, al 15-M climático del viernes, con niños y jóvenes de todo el mundo cantando en inglés 'Oh bella ciao', el himno contra el fascismo de la segunda guerra mundial y después convertido en banda sonora de todas las resistencias habidas y por haber. ¿Sabrá Trump que los niños de Boston entonan canciones «comunistas»? Solo han cambiado «ciao, ciao, ciao» por «now, now, now» y gritan que no hay un «planeta B» ni un plan B para ese desastre.

Pero hoy hay que hablar de padres y, lo siento, pero le corresponde al mío ya que, como el eslogan del gran almacén 'inglés' que ustedes saben, «mi padre es único en su especie». Fue el primer ecologista y protector del planeta que conocí y me enseñó a distinguir los manzanos de los fresnos, las truchas de las carpas, los narcisos de los puerros -antes de que creciera la planta, claro- me descubrió los camarones de río y me enseñó a amar la naturaleza y a entusiasmarme con las zarzamoras o los cerezos en flor. Era ornitólogo aficionado y una vez protegimos en casa a un quebrantahuesos -un ave, especie en extinción- lo que nos hizo muy famosos porque hasta vinieron del periódico a hacer un amplio reportaje. A ver, es que en cuestión de padres gano a cualquiera: ¿Quién tiene una foto de su aita con Félix Rodríguez de la Fuente? Pues yo. Y mi hermana.

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