Las ondas gravitatorias fueron predichas por Einstein hace poco más de cien años. Durante este tiempo ha habido muchos intentos de detectarlas, pero han sido ... sumamente esquivas. Hace unas décadas se observaron sucesos que podían explicarse por la existencia de dichas ondas, pero no se detectaron directamente hasta el 14 de septiembre de 2015, con el experimento LIGO.
La luz, la radio, las microondas o los rayos X son ejemplos de ondas electromagnéticas. Para crearlas siempre tiene que haber una carga eléctrica moviéndose. Una forma de producirlas es con dos cargas eléctricas moviéndose una en torno a la otra. La velocidad de las ondas electromagnéticas es la de la luz, es decir, trescientos mil km por segundo.
Las ondas gravitatorias se propagan a la misma velocidad y se generan de un modo parecido. Por ejemplo, dos masas girando una en torno a otra. Pero la gravedad es tan débil, que a no ser que las masas que se muevan sean gigantescas y vayan a mucha velocidad es imposible detectarlas. Las de 2015 procedían de dos agujeros negros, uno con una masa aproximada a 39 soles y la otra a 29. Su velocidad relativa era fantástica, en 0,2 segundos pasó del 30% al 60% de la velocidad de la luz. Tras ello, los dos objetos se fusionaron en uno.
El 28 de octubre de 2020, los investigadores del experimento LIGO han publicado un catálogo de nuevas detecciones. En este momento hay 50. Una vez más, Einstein llevaba razón.
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