En mi columna del 20 de diciembre de 2015 comentaba que el Premio Princesa de Asturias de ese año se había concedido a las investigadoras ... Emmanuelle Carpentier y Jennifer Doudna por la invención del sistema de editar el código genético 'CRISPR Cas-9'. Muchas veces, los premios Princesa de Asturias han sido una antesala del premio Nobel. La última frase de aquella columna decía: «Creo que muy pronto –tal vez en 2016– a las autoras les concedan el Premio Nobel». Me equivoqué en cuatro años, pero, por fin, este año se lo han otorgado. Me alegro de haber acertado, pero esa alegría se ve empañada por un hecho que no conocía en 2015, que esa tecnología no se podría haber desarrollado sin los trabajos decisivos, de investigación básica, de Francisco Martínez Mójica, de la universidad de Alicante.
Me alegro de que concedan el premio Nobel a las dos investigadoras que terminaron de desarrollar la tecnología, pero me hubiera parecido mucho más justo que hubiera un tercer galardonado: Martínez Mójica.
Una vez más quiero reivindicar la importancia de la investigación básica, que nunca se sabe en qué va a terminar. Por poner un ejemplo, ¿quién hubiera pensado hace unos pocos años que investigar sobre algo tan raro como los virus de los murciélagos iba a tener alguna importancia práctica? Resulta que esos estudios han sido fundamentales para entender al virus SARS CoV 2, causante de la enfermedad Covid 19.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión