La mitad de los 21.000 vascos que sufren malos tratos en la vejez necesita una atención urgente
Por primera vez, se ha evaluado la prevalencia del problema en personas con demencia, las víctimas de mayor riesgo, y se ha creado un sistema de detección
Juan acaba de cruzar la puerta de urgencias del hospital. Sufre un grado avanzado de alzhéimer, apenas es capaz de reconocer dónde está ni de ... explicar qué le pasa. El personal médico que le atiende pregunta por sus familiares. Nadie responde en la sala. También es frecuente la historia de María, una anciana dependiente de 88 años. Necesita tomar a diario la medicación contra el colesterol, pero su marido y principal cuidador empieza a dar síntomas de demencia y ha dejado de atenderle. El caso de José Luis hace saltar las alarmas de inmediato. Ha acudido al médico por una caída, pero el golpe levanta las sospechas del personal sanitario: ha sido agredido en casa.
Todas estas son situaciones de malos tratos en la tercera edad, un problema cada vez más presente, ligado al envejecimiento de la población, pero todavía difícil de detectar, especialmente entre las víctimas de mayor riesgo, las personas dependientes con problemas de conducta, que no pueden expresarse y, por lo tanto, verbalizar si están siendo bien atendidas. Euskadi ha evaluado la prevalencia de los malos tratos en mayores, en un estudio de campo que ha reflejado por primera vez la situación tanto de las personas que se valen por sí mismas como aquellas que no.
Según este trabajo, impulsado por el Departamento de Empleo y Políticas Sociales del Gobierno Vasco, un 3,2% de la población de más de 60 años sufre algún episodio de malos tratos en su vida. Extrapolado a la población vasca, significa que 21.250 personas necesitan algún tipo de intervención sanitaria o social para resolver el problema, de mayor o menor gravedad. Los casos más urgentes suponen el 1,7% del total, en torno a 11.300 personas, que necesitarían una solución en el plazo máximo de un mes. Puede ser una respuesta inmediata por un caso de agresión física, pero también la intervención de un trabajador social en casa porque en una visita médica se ha detectado que la persona lleva días sin asearse ni tomar la medicación.
Prueba piloto
Coordinado por María Jesús Goikoetxea, profesora de la Universidad de Deusto e investigadora principal del proyecto, los resultados se han obtenido en la prueba piloto para testar una herramienta nueva y valiosa que pretende detectar, evaluar e intervenir, de forma más o menos urgente, en casos de malos tratos, y que ya se ha activado en los centros de salud, hospitales y centros de servicios sociales de Euskadi. Médicos de Atención Primaria y profesionales de los servicios sociales de Hondarribia, Zuia y del Casco Viejo de Bilbao evaluaron a través de un cuestionario a cada paciente de más de 60 años que pasaba por consulta durante un mes. En 2011, el Gobierno Vasco ya ofreció una primera fotografía del impacto de los malos tratos en la vejez, pero aquella investigación solo recogió la valoración de personas autónomas, que sí podían responder al cuestionario. Entonces, la prevalencia del problema se situó en un 0,9%.
El estudio actual ha abierto el foco y, por lo tanto, ofrece una aproximación más pegada a la realidad, ya que abarca también a la población en situación de dependencia, con problemas de comunicación, precisamente el colectivo más vulnerable. Las principales conclusiones no difieren tanto de aquella primera evaluación de 2011, pero son más certeras. Goikoetxea refleja que, pese a la idea que relaciona los malos tratos con agresiones físicas, los casos abarcan más allá y, bajo un amplio abanico de conductas, se refieren al daño causado de forma intencionada o no. La mitad de los afectados, de hecho, responden a esta segunda realidad: personas mayores que sufren problemas por una falta de atención.
Las situaciones varían desde personas que no están atendidas porque el cuidador está sobrecargado y no le cambia el pañal las suficientes veces ni le mueve de la cama, por ejemplo, a personas que viven solas y no son bien atendidas. El estudio refleja que el 1,1% de los casos sí obedecen a malos tratos intencionados, un dato cercano al 0,9% que ofreció la primera encuesta de 2011. Se trata de malos tratos físicos o económicos, gente por ejemplo engañada para cambiar el testamento o para gestionar sus gastos.
Goikoetxea destaca la importancia de poner el foco en las personas mayores más vulnerables, puesto que son ellas las que mayor riesgo presentan. «Hay dos indicadores principales, cuando un cuidador sobrecargado atiende a un gran dependiente con alteraciones de conducta, que no duerme o que quiere escaparse de casa», pone como ejemplo. Y también se detiene en otra observación. «El maltrato no disminuye por que al cuidador se le den más horas libres, sino que esas horas sean cuando verdaderamente lo necesita». También expone un caso. «Si un cuidador no ha dormido en toda la noche, y la trabajadora de ayuda domiciliaria llega a mediodía, quizá en las primeras horas de la mañana no pueda cuidar del dependiente» como debiera.
Mismo riesgo en residencias
Una de las conclusiones que más ha «sorprendido» a Goikoetxea señala al trato en residencias. «El riesgo de malos tratos es el mismo que en los hogares», al contrario de lo que podría presuponerse. «Tiene que ver con diferentes condiciones, como el uso de sujeciones o falta de control a tratamientos».
También le ha llamado la atención la confianza que depositan los mayores en personas desconocidas, origen frecuente de engaños y abusos económicos. «No siempre son familiares o los cuidadores que tienen en sus casas. Al contrario, a menudo son víctimas de engaños de gente que les toca el timbre o que encuentran en la calle», advierte.
«Son situaciones difíciles de abordar con la familia»
Los profesionales de los centros de salud son testigos con cada vez «mayor frecuencia» del problema creciente de los malos tratos en la vejez. «Lo que detectamos con mayor frecuencia es el maltrato por omisión», por no tomar una medicación, por ejemplo, cuenta Iñaki Martín, médico de Atención Primaria y miembro de la asociación Osatzen. También subraya la gravedad del maltrato «psíquico, emocional, no dar suficiente afecto» al mayor. Reconoce la dificultad de «abordar con las familias» el asunto. «Hoy mismo -por ayer- he tenido a un señor que necesita ayuda, pero a su vez es el cuidador de su mujer, y no quiere que le hagan una valoración de dependencia». Dice que cuando ocurren casos «no hay que culpabilizar a la familia, sino tratar de reconducir la situación». La relación directa con los trabajadores sociales es cada vez más necesario. «Tenemos que luchar para que la Atención Primaria y la formación universitaria se impregne de esta necesidad social».
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