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Oskar Ortiz de Guinea, periodista de 'El Diario Vasco', entrevista a Asun Casasola en el capítulo de esta semana.
'Así se escribe un crimen'

¿A alguna madre le preguntarían hoy si su hija asesinada «era ligona»?

Oskar Ortiz de Guinea, periodista de El Diario Vasco, aborda en la serie 'Así se escribe un crimen' de este miércoles los casos de Nagore Laffage y Ana Belén Jiménez

Carlos Benito

Miércoles, 8 de octubre 2025, 08:33

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Hay un momento en el capítulo de esta semana de 'Así se escribe un crimen' en el que Asun Casasola, la madre de Nagore Laffage entrevistada por el periodista de El Diario Vasco Oskar Ortiz de Guinea, resume en una sola frase lo ocurrido: «Ese chico mató a mi hija por un no». Y hay otro en el que el abogado José Miguel Fernández perfila, también con un puñado de palabras, al asesino de Ana Belén Jiménez: «Cumple el manual del macho maltratador». Estos dos casos –ambos terribles en su brutalidad, y ambos también marcados por una cerril concepción de las mujeres como propiedad masculina– centran la entrega de esta semana de la serie documental 'Así se escribe un crimen' de ETB y El Correo, un repaso a los sucesos más sobrecogedores de nuestra crónica negra reciente.

Ese adjetivo del que tantas veces se abusa, sobrecogedor, no supone en este caso ninguna exageración. A Nagore, una estudiante de enfermería de 20 años, la mató la primera madrugada de los sanfermines de 2008 el médico José Diego Yllanes, después de que ella fuese con él a su piso pero –según el relato de los hechos que planteó el homicida– se negase a mantener relaciones sexuales. La golpeó, la asfixió, la mató y empezó a descuartizar el cadáver –le cortó un dedo de la mano–, pero, al no verse capaz, llegó a pedir ayuda a un amigo para deshacerse de los restos, que finalmente abandonó en el pueblo navarro de Orondritz.

En el capítulo participa la madre de la víctima, empeñada desde entonces en una labor incansable de dar testimonio e impartir charlas «para que no haya más Nagores». Asun se remite a aquel momento en el que su vida se partió: «En el camino a Pamplona, llamaba a toda la gente conocida diciendo que a Nagore la habían matado, pero porque quería que alguien me dijese que no, que era mentira». Y evoca el trance, también durísimo, del juicio: «El jurado me preguntó si mi hija era ligona... Estaban juzgando la actitud de Nagore, no lo que había hecho él. Hoy a ninguna madre le preguntarían eso». Yllanes fue condenado por homicidio, no por asesinato, a una pena de doce años y medio, de los que cumplió menos de nueve. «Marcó un antes y un después en la conciencia social e incluso jurídica acerca de la violencia sobre la mujer y del consentimiento. Una sentencia como aquella sería imposible hoy», ha valorado Oskar Ortiz de Guinea, periodista de El Diario Vasco.

Un dibujo de su hijo

El otro caso empezó, en realidad, como una doble investigación. A finales de septiembre y principios de octubre de 2017, dos mujeres fueron atacadas en las calles de Miranda por un individuo que las golpeó ferozmente en la cabeza y las dejó malheridas. El agresor recibió muy pronto el apelativo popular de 'el loco del martillo'. Y, aquel 3 de octubre, apareció dentro de un coche, también en la localidad burgalesa, el cadáver de una mujer con la cabeza destrozada: se trataba de Ana Belén Jiménez, residente en la localidad alavesa de Turiso y en proceso de separación matrimonial. En la cocina de su vivienda, en un dibujo de su hijo colgado en la nevera, la Policía detectó tres minúsculas manchas de sangre, que situaron al marido, Agustín Herrero, como principal sospechoso.

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