Ni en el frigorífico ni en el frutero: el lugar donde conservar los plátanos y que no se pudran

Con la llegada del calor, muchas personas piensan que guardar los plátanos en el frigorífico es una buena forma de conservarlos por más tiempo. Sin embargo, este hábito tan común puede ser contraproducente. Aunque el frío del la nevera evita que aparezcan manchas oscuras en la piel, también altera profundamente el sabor y la textura del plátano. Su pulpa se vuelve más harinosa y pierde parte de sus propiedades nutricionales, lo que afecta negativamente la experiencia de consumo.

Pero si el frigorífico no es la mejor opción, tampoco lo es el tradicional frutero de la cocina. Colocar los plátanos junto a otras frutas como manzanas o tomates acelera su proceso de maduración. Esto ocurre porque muchas frutas emiten etileno, un gas natural que actúa como desencadenante de la maduración. Cuando los plátanos se exponen a este gas en un espacio compartido, maduran más rápido de lo deseado y se estropean antes de lo previsto.

Este aspecto es especialmente importante para quienes prefieren consumir plátanos en un punto de madurez más firme o ligeramente verde. Una mala decisión sobre dónde almacenarlos puede traducirse en fruta echada a perder y, con ello, en un gasto innecesario.

Para evitarlo, los expertos coinciden en que el mejor lugar para conservar los plátanos es un entorno seco, alejado de la luz solar directa y con una temperatura ambiente constante. De esta forma, los plátanos pueden madurar de manera gradual y natural, manteniéndose frescos durante más tiempo y conservando su sabor y textura óptimos.

En resumen, ni el frigorífico ni el frutero son la respuesta. El lugar ideal es sencillo pero efectivo: una despensa o rincón fresco de la cocina, donde los plátanos puedan almacenarse, sin prisas ni gases que aceleren su evolución.

• Temas
• Alimentación
• Consumo