Jardines de cuatro días para festejar la primavera
'Jardins, jardin' ·
París despide hoy en el Bois de Boulogne la cita ineludible para los amantes de los espacios verdes. El iris de Chanel ha sido protagonistaAbraham de Amézaga
Sábado, 1 de junio 2024, 18:06
Calles y avenidas en obras, ruido constante de máquinas taladradoras y un tráfico caótico dentro y fuera de las horas punta. Y todo a menos ... de cien días para que París se sumerja de lleno en sus Juegos Olímpicos. Estresante frenesí, sobre todo para el Gobierno y la organización, acompañado de una contaminación atmosférica que va a más, por mucho que Anne Hidalgo, la alcaldesa de la capital gala, esté obsesionada con sustituir coches por bicicletas.
Mientras, al suroeste de la ciudad de la luz, se respìra otro aire gracias al Bois (bosque) de Boulogne, un gran pulmón verde y monumental espacio de desconexión, con más de 800 hectáreas en las que antaño cazaban los reyes de Francia, que han sido escenario de películas y donde cada año con el despunte de la primavera se asiste a un festival de olores y verdes en conexión con la madre naturaleza. Allí, en su interior, crecen diferentes jardines, como el de Bagatelle, de embriagadora rosaleda, o el de Aclimatación, que incluye hasta animales de diferentes especies, algunos de ellos exóticos.
En el exterior de la Villa Windsor, que perteneció a Eduardo VIII y llegó a conocerse como su 'palacio secreto', el público puede descubrir desde el jueves y hasta hoy sus restaurados espacios verdes, jardines de sólo cuatro días pero que lucen en todo su esplendor. Es lo que tiene 'Jardins, jardin', un efímero evento del que únicamente se puede disfrutar una vez al año. Un espectáculo que se repite cual ritual desde hace dos décadas y que seduciría al mismísimo Shakespeare, a quien se debe la famosa frase de «mi cuerpo es un jardín, mi voluntad su jardinero».
Francia cuenta con más de 20.000 parques y jardines, de los que más de 400 se localizan en su capital. André Le Nôtre ideó los del castillo de Vaux-le-Vicomte, y más tarde los más famosos, los de Versalles, cuyo inquilino, el monarca Luis XIV, podía presumir de ser dueño de los mejores y más extensos: 500 hectáreas de parque, una obra de arte natural, que ocuparía cuatro décadas a Le Nôtre y de cuya mejor vista se puede disfrutar desde la inmensa ventana central de la Galería de los Espejos.
«El jardín es una proyección del paraíso a lo largo de la historia. Lo sigue siendo para mí: un lugar de serena madurez, tierra de acogida para pájaros y mariposas; de dulzura, que significa murmullos de agua y perfumes; de horizontes que se pierden en la infinitud de la lejanía». La cita no es de un poeta costumbrista, sino de Louis Benech, reputado paisajista, al que algunos consideran el mejor de Francia, y que ha tenido como clientes a los Rothschild, Pierre Bergé y el palacio del Elíseo, residencia del presidente francés, entre otros.
Un mundo en sí mismo
Benech tiene debilidad por un jardín en particular, el del Museo de Historia Natural, «donde las plantas se siembran a sí mismas; un mundo en sí, lejos de las aglomeraciones de coches y de la ciudad». Su atención, como la de otros profesionales, botánicos y una legión de particulares ha estado centrada en 'Jardins, jardin', cuya estrella fugaz ha sido Chanel, con un jardín dedicado por entero al iris: 300 metros cuadrados de esta flor que cultivan en Pégomas, localidad cercana a Grasse, en el sur de Francia. Allí, y desde hace cuatro décadas, una familia, los Mul, se ocupan de proporcionar a este grande del lujo el de mayor calidad para sus emblemáticas fragancias Nº 5 y Nº 19, así como para La Pausa y Comète.
Con nombre de diosa, a la que bautizarían así los griegos por su belleza, el iris florece de abril a mayo, «es una de las materias primas más insólitas y, por tanto, de las más caras en perfumería», como apunta la escritora especialista en perfumes Elisabeth de Feydeau en su libro 'Les parfums', donde recuerda que «se obtienen dos kilos de aceite esencial de iris a partir de dos toneladas de flores».
Desde hace 40 años la familia Mul cultiva la flor para las emblemáticas fragancias Nº 5 y Nº 19 de la Maison
Si en anteriores ocasiones Chanel se fijó en la camelia, su flor fetiche, y el azahar, poniendo en pie en París campos efímeros dedicados a ellas, ahora hace lo propio con su Iris Pallida, o lirio pálido traducido al castellano. «El iris tiene un aroma complejo y delicado, principalmente amaderado, ligeramente almendrado y empolvado con matices de hoja de violeta. También tiene un tono de semilla de zanahoria y un fondo como de cuero». Así lo define la bilbaína radicada en la capital francesa Ane Ayo, perfumista o nez (nariz). «Muchas veces nos imaginamos que son sus flores azules las que utilizamos en perfumería, pero en realidad son las raíces las que revelan todas sus notas», explica esta reputada creadora de fragancias bajo los sellos de Chloé e Issey Miyake, entre otros.
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