«A los chavales les suele costar expresar lo que sienten porque muchas veces es doloroso»
Los terapeutas Iván Rodríguez y José Luis Gonzalo desgranan la técnica de la caja de arena en la adolescencia en su nuevo libro
Andrés (nombre ficticio) es un adolescente de 15 años con comportamientos pasivo-agresivos habituales en el colegio. Ha cambiado varias veces de instituto. No ... molesta a sus compañeros pero su actitud es de pasividad y los profesores ya no saben cómo actuar. Siempre lleva el 'no' por delante.
Después de varios meses de terapia y tras muchos noes, este joven consiguió verbalizar a su psicoterapeuta los miedos que tenía con los adultos, con el mundo en general. «Fue la primera vez que el chico empezó a hablar de cómo se sentía y pudo expresar sus miedos, el miedo a la muerte, a la enfermedad que sufría su padre», cuenta Iván Rodríguez, terapeuta en el programa de apoyo a adolescentes Norbera de Fundación Izan en Donostia, donde desarrolla la técnica de la caja de arena, una herramienta terapéutica que consiste en expresarse a través del juego simbólico y la creación libre en una pequeña caja de arena y utilizando figuras en miniatura para representar el mundo interior o los conflictos internos de cada uno.
«A los chavales les suele costar expresar lo que sienten porque muchas veces resulta doloroso. Muchos adolescentes con trauma tienen bloqueado, de alguna manera, el lenguaje y esta técnica lo que les permite es coger la distancia suficiente para poder contarlo, desde el lenguaje no verbal, desde la metáfora», explican Iván Rodríguez y José Luis Gonzalo, autores del libro 'El lenguaje silencioso. La técnica de la caja de arena en la adolescencia', recién publicado y presentado el pasado jueves en Donostia.
«A los chavales les suele costar expresar lo que sienten y esta técnica les permite contarlo desde el lenguaje no verbal»
José Luis Gonzalo
Centro Lotura
A simple vista, el funcionamiento de la caja no parece esconder demasiado misterio: eliges una miniatura que te pueda representar (hay cientos de figuras: personas, animales, fantasía...), y creas libremente una escena dentro de una caja de arena. Sin embargo, detrás de esa aparente sencillez hay un profundo trabajo donde brotan problemas como «la ansiedad, la depresión, la angustia, el enfado, el descontrol... y no digamos ya las pérdidas traumáticas, como divorcios muy enconados, suicidios de seres queridos, o abuso sexual», enumera Gonzalo, psicólogo y psicoterapeuta.
Lo «importante» es que no hay instrucciones, ni restricciones, tampoco juicios. «Cuando les preguntamos a los chavales qué tal se han sentido, generalmente suelen decir que un poco raros; después pasan a sentirse cómodos, seguros. Y esos mundos van evolucionando a medida que avanzan las sesiones. Al principio son más caóticos, luego los temas se van diferenciando más, se ven sus conflictos internos», añaden ambos expertos.
Aunque cada persona representa su mundo interior, «hay temas universales, simbólicos, a los cuales recurrimos todos. Si tú por ejemplo te sientes angustiado, puede que hagas una escena de huida. Si te sientes abandonado, es muy posible que hagas una escena con una casa, una cuna, donde hay un bebé que no es atendido», explica José Luis Gonzalo, que viene aplicando esta técnica desde hace 20 años, y al igual que su compañero, sobre todo con adolescentes «porque su mundo, por decirlo de alguna manera tiene un lenguaje muy concreto y unas características propias».
Mundo metafórico
Según describen, «los adolescentes no son niños aunque añoran su niñez, y no son adultos aunque los adultos les presionamos para que lo sean. Y en ese no saber muy bien dónde están, el volver a ese juego, a algo sencillo como es la arena, sin presiones, generalmente funciona. A veces, si el chico tiene suficientes capacidades, sí que puedes a posteriori quizás hablar de eso que se ha hecho y sacarle un poco de ese mundo metafórico que ha creado. Hay otras veces que podemos dar una explicación con él, pero no una interpretación», precisa Iván, que trabaja con chavales de 13 a 17 años que están atravesando esta etapa de una forma especialmente conflictiva y sus familias.
«El adulto se tiene que adaptar al mundo adolescente y no estar enfrente. Están muy abandonados»
Iván Rodríguez
Norbera-Fundación Izan
A la hora de hablar sobre el mundo adolescente en general, considera que «están muy marcados y a la vez muy abandonados. La paradoja adolescente es 'te quiero y te necesito, pero déjame en paz'. Y claro que necesitan afecto, al igual que la figura de un adulto». Su compañero añade que «lo peor que podemos hacer con un adolescente es decirle 'vete, déjame en paz, olvídame, te dejo por imposible».
Proponen «no estar enfrente, sino acompañar. Les estamos pidiendo a chicos y chicas de 15 o 16 años que sean lógicos, que argumenten, cuando su propia fisiología no les deja. El adulto es el que se tiene que adaptar al mundo adolescente». También ofrecen pisas a la hora de resolver problemas. «Tener un adolescente en casa es como tener un miura. Hay que elegir los conflictos y el momento en el que afrontarlos. No puede ser que después de 7, 8 horas de clase empecemos, ¿qué has hecho? ¿Has estudiado? Recoge tu habitación, tienes todo tirado, etc. Es importante que los adultos hablemos no solo de lo que hacemos, sino de lo que sentimos».
Una técnica centenaria «inventada por los propios niños»
Su origen se remonta a 1927, cuando la pediatra polaca Margaret Lowenfeld observó que los niños en su consulta tendían a coger muñecos y figuras, y las colocaban en cajas, donde jugaban. «Lo que observó es que hasta entonces las técnicas de psicoterapia eran muy interpretativas y muy basadas en el lenguaje y que si a los niños les dejabas el juego con todo lo que tiene de espontaneidad, libertad y creatividad, y no utilizabas ningún marco interpretativo, mejoraban muchos de sus síntomas». La técnica se fue desarrollando con Dora Kalff y «es quizá la primera técnica de psicología que conozcamos inventada por los propios niños, no inventada por el mundo adulto», señala José Luis Gonzalo.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión