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Jarrod Lyle, en el hospital con sus hijas. @JARRODLYLE

El deportista que acepta la derrota

Jarrod Lyle, golfista australiano, pide morir en paz tras perder su tercer y último combate contra la leucemia mieloide aguda

Jueves, 2 de agosto 2018, 14:34

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No todas las historias tienen final feliz. Es la vida. Y la muerte. Deseamos que siempre triunfe el bien cuando sabemos que la maldad no cede su cuota de protagonismo. Tampoco en la salud. Pero no acabamos de acostumbrarnos a que haya casos en los que se asume la realidad por descarnada que sea. Más cuando se habla de tirar la toalla por agotamiento, de dejar que actúen los planes de la biología tras no haber podido ser variados en su rumbo y desenlace. Por eso ha trascendido la noticia con rango viral surgida de una entrada en la cuenta de Facebook de Jarrod Lyle, jugador profesional de golf al que la leucemia ha derrotado por tercera vez. Ésta, la definitiva. Su esposa, Briony Harper, daba cuenta en ella de que su marido dice basta. Posiblemente no apague las velas de su 37 cumpleaños (21 de agosto) porque ha tomado una decisión, morir lo más en paz posible y aprovechar lo poco que le queda para compartirlo con sus hijas Lusi y Jemma, seis años la mayor, dos la pequeña.

Lyle sabe a lo que se enfrentaba y como deportista asume la derrota. Cuando tenía 17 años le fue diagnosticada la LMA, leucemia mieloide aguda. No abandonó la cama durante los nueve meses que duró la quimioterapia y necesitó otro año más de recuperación para volver a pisar un campo de golf, su pasión, y posterior medio de vida, desde que hacía de caddie a su padre con seis años. Anotó en su tarjeta la primera victoria contra la enfermedad y continuó desarrollando una vida absolutamente normal, sólo alterada por los controles analíticos protocolarios para comprobar que su médula había quedado limpia.

Jarrod Lyle en uno de sus últimos partidos. @JARRODLYDE

Se hizo profesional a los 23 años y desde las competiciones de Oceanía y Asia acabó haciéndose con la tarjeta PGA para disputar el Circuito Americano. La falta de buenos resultados le hizo ir y venir a la meca del golf, trufando los sinsabores con algunos triunfos en México y Knoxville. Por el camino tuvo alguna aparición estelar, como cuando en 2011 embocó desde la salida en el mítico hoyo 16 del Phoenix Open que siguen in situ 20.000 personas por jornada gracias a que se ha construido un estadio en torno a ese par 3. Meses después volvieron los nubarrones.

Había jugado en Mayakoba (México) y durante el torneo le picó un insecto que le provocó una reacción alérgica. Acudió al médico y en los análisis que solicitó volvió a aparecer la leucemia. Se había reproducido. Sin síntomas, a traición. No lo dudó un instante y optimista al llevar el 1-0 favorable en su casillero, repitió el partido. Y volvió a ganar. En un año estaba de nuevo bolsa en ristre y disputando algunas citas del PGA. Hasta que en julio del pasado año la LMA repitió visita. Proceso reabierto y a por la tercera muesca a su favor. Esta vez no. Se sometió a un trasplante de médula, fue dando muestras en las redes sociales de su condición de fajador, pero se ha quedado sin fuerza para continuar. Y se deja llevar por lo que venga tras esta etapa de paso.

«Mi corazón se rompe mientras escribo», arrancaba su mujer en Facebook. «Esta mañana Jarrod ha tomado la decisión de suspender el tratamiento activo y comenzar con los cuidados paliativos. Ha dado todo lo que tenía y su débil cuerpo ya no puede más. Ha llegado a su límite y ha entendido que ya no es posible luchar por un resultado positivo».

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