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Día Internacional de la Mujer en la Ciencia

«A algunos hombres les molesta que una mujer les mande»

Cada vez hay más investigadoras en Euskadi, pero este aumento no se refleja en el escalafón. En los cargos de responsabilidad las mujeres desaparecen.

Javier Guillenea

San Sebastián

Sábado, 11 de febrero 2023

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Los datos hablan por sí solos. Cada vez son más las mujeres que acceden a carreras universitarias relacionadas con la ciencia. Según los datos de la UPV/EHU, el 54,02% de las personas que estudian grados de esta rama son mujeres. Sin embargo, el crecimiento de la población investigadora no ha contribuido a reducir la brecha de género. Así lo corroboran Ana Beloqui, Ainara García Gallastegi, Andrea Sarasola y Amaia Urkidi, cuatro investigadoras que ejercen en Gipuzkoa.

  1. Ana Beloqui | Polymat

    «Hay chicas con notas de diez que no se creen listas»

Ana Beloqui es investigadora junior en el centro donostiarra de Diseño e Ingeniería macromolecular Polymat. F. DE LA HERA

Estudió Química por pura vocación. «Desde muy pequeña me encanta la naturaleza, intentar explicar qué hay detrás de lo que vemos. Siempre me ha gustado. Por eso se matriculó en una carrera en la que en, al menos en la UPV/EHU, casi el 54% de los estudiantes son mujeres. Acabó los estudios, se doctoró y comenzó su carrera profesional. La donostiarra Ana Beloqui ha trabajado en Nanogune y ahora lo está haciendo en Polymat como investigadora junior. Tiene ante sí un largo camino y sobre ella un techo de cristal que afecta a las mujeres en el mundo de la investigación.

«En la Facultad de Química, de catorce catedráticos dos son mujeres», explica. Es una ausencia que no solo afecta a la universidad, sino que se produce en importantes centros de investigación. En Nanogune no hay ninguna investigadora principal, en Polymat solo hay una y en Biomagune dos. Aquel 54% de esforzadas alumnas de Química se educa a un 10% a medida que se avanza en el escalafón tras los estudios. «Muchas doctoras lo dejan. Es verdad que la maternidad es importante, pero no solo es eso. Es difícil entrar en una estructura masculinizada como la ciencia. Aunque esto va cambiando y se hacen cosas, el impacto aún no es grande. En los puestos más altos hay mucho hombre y es difícil acceder a ellos».

«Nosotras mismas tenemos la sensación de que es necesario mostrar lo que vales, de que igual se te pide dos pero quieres dar tres», dice Beloqui, que habla del síndrome del impostor. «No nos creemos que merezcamos estar en el sitio donde estamos. Esto lo tiene muchísima gente en ciencia, pero entre las mujeres es muy típico. Es una cuestión educacional, hay una cosa que me parece muy importante y es la falta de referentes. Si no hay políticas para colocar a referentes en puestos donde se merecen, nunca piensas que vas a llegar ahí».

Beloqui pudo comprobar esta «cuestión educacional» en Nanogune, donde participó en un seminario con chicas de 16 años para orientarles en los estudios que podían tomar. «Había muchas con notas de diez que no querían hacer carreras científicas porque no se sentían lo suficientemente listas. Yo les preguntaba si había alguien listo en su clase y daban el nombre de algún chico. Ellas decían que no iban a poder. Eso se ve muy claramente desde la adolescencia y tiene que ver con el síndrome del impostor, de que valen para algo pero no se lo creen. Piensan que el chico que está al lado es mucho más listo que ellas. Me encontré muchos casos de esos».

Junto a otra compañeras, Beloqui organizó en 2018 Emakumeak Zientzian para, entre otros objetivos, «visibilizar el trabajo de las mujeres que trabajan en ciencia». Desde entonces, el proyecto no ha dejado de crecer» «Si hay un interés real se podría hacer más de lo que se hace», asegura.

  1. Ainara García Gallastegi | Nanogune

    «Aún hay quien piensa que somos malas madres»

Ainara García Gallastegi es gerente de Transferencia de Tecnología en Nanogune. F. DE LA HERA

El currículum de Ainara García Gallastegi es contundente. Hizo los estudios de Ingeniería, un doctorado en Química y luego un postdoctorado en el Imperial College de Londres . Durante su estancia en Inglaterra publicó varios estudios de alto impacto y en dos años sacó adelante cinco patentes. En la actualidad es gerente de Transferencia de Tecnología de Nanogune, un centro que en los últimos años ha triplicado su facturación. «No ha sido fácil lo que he hecho. He tenido que hacer un gran esfuerzo, nadie me ha regalado nada», afirma.

Recuerda que cuando trabajó en Londres dirigió reuniones en Arabia Saudí. «No podía estar sola, tenía que ir bien tapada y mi jefe me tenía que acompañar hasta la puerta del baño», dice. Pero aparte de esto, asegura que nunca se ha sentido diferente en las numerosas reuniones con directores de empresas en las que ha participado. En casi todas ella era la única mujer. En algún instante de la carrera científica las mujeres comienzan a desaparecer. A la hora de explicar la causa, uno de los motivos que siempre surgen es el de los hijos. A las mujeres siempre se les pregunta por la conciliación familiar, algo que no se hace con los hombres. «Esa es la diferencia. Se da por hecho que las mujeres desaparecen de pronto del mapa. Tenemos una cantidad de doctoras que no llegan a estas mesas de reuniones con directivos. ¿Dónde se quedan?».

Tiene dos hijos y reconoce que ha tenido que «renunciar a muchas cosas familiares, como algún cumpleaños o el primer día en la guardería», pero no se arrepiente de ello. «Hay que hacer muchas renuncias para poder llegar a ciertos hitos profesionales. Mi pregunta es: ¿quién está dispuesto a estas pérdidas de acontecimientos familiares? ¿Más los hombres que las mujeres? Hay que hacer esta reflexión porque muchas veces queremos tener una carrera profesional excelente pero no nos queremos perder un minuto de la vida de nuestros hijos, que es algo que veo lícito, por supuesto, pero es imposible llegar a todo».

No se arrepiente, pero es consciente de que su actitud vital no siempre es bien vista por una sociedad que ve normal que un hombre sacrifique su vida familiar por motivos laborales sin que ocurra lo mismo cuando quien lo hace es una mujer. «Socialmente no está bien visto, hay quien piensa que somos males madres, está ese 'cómo osas anteponer tu carrera a tu familia'», dice.

Pero no le quita demasiado el sueño. «Yo vivo bien», asegura García Gallastegi. «El regalo más importante para mis hijos y en particular para mi hija es que vea a su madre independiente, feliz y crecer profesionalmente, y que coja esto como referencia. Que estudie, se forme y llegue a ser lo que ella quiera. Eso es un regalo mucho más bonito que cualquier pequeño acontecimiento que me haya podido perder en sus vidas».

  1. Andrea Sarasola | Tecnalia

    «A algunos hombres les molesta que una mujer les mande»

La ingeniera Andrea Sarasola trabaja como gestora de proyectos de Salud en Tecnalia. IÑIGO ROYO

Andrea Sarasola cree que hay dos barreras que obstaculizan la carrera profesional de las mujeres en el ámbito de la ciencia. Una «es la impuesta por una cultura que tradicionalmente ha estado dirigida siempre por hombres y que ha hecho que el acceso a una carrera profesional excelente en mujeres haya sido difícil porque tenían que cuidar a los hijos y a los mayores». Esta cultura masculina se percibe en el hecho de que «los puestos directivos por norma general pasaban de hombre a hombre». Es una especie de círculo vicioso, una suerte de club privado o sociedad compuesta exclusivamente por varones que se suceden unos a otros en los cargos más importantes por amistad o por cercanía. «Por eso, para una mujer la oportunidad de llegar a esos puestos es difícil», sostiene Sarasola.

La segunda barrera es que, a raíz de lo anterior y de la falta de referentes en los peldaños más elevados del escalafón, «las mujeres carecemos de la confianza de vernos capaces de alcanzar puestos altos o de hacer carreras profesionales excelentes». Es una «falta de confianza» que se debe a la inexistencia de «un modelo» al que mirar. «Cuando yo entré en Tecnalia todos los puestos directivos con los que trataba eran hombres y eso hacía que igual ni intentaras proyectarte porque lo veías como algo lejano. Ahora eso ha cambiado. El 44% de los investigadores de Tecnalia son mujeres, un porcentaje elevado en el sector».

Andrea Sarasola estudió Ingeniería Industrial y después hizo en Estados Unidos un máster de Ingeniería Biomédica. Está especializada en el diseño y desarrollo de neurotecnología para pacientes de ictus y otras enfermedades neurológicas, y en la actualidad trabaja como gestora de proyectos de Salud en Tecnalia.

Sarasola ha participado en un proyecto denominado Inspira Steam, con el que se pretende fomentar la vocación científico-tecnológica entre las niñas mediante acciones de sensibilización y orientación impartidas por mujeres profesionales del mundo de la investigación, la ciencia y la tecnología. «Queríamos incentivar el interés por la ciencia en los colegios y se les llevó ejemplos de otras mujeres científicas o casos de éxito liderados por mujeres». No fue difícil encontrarlas, porque hay muchas, pero la mayoría son unas completas desconocidas. Para muchas personas la presencia femenina en la ciencia se reduce a Marie Curie. «Es verdad que en general se les ha dado poca visibilidad y no solo eso, sino que ha habido ocasiones en los que desarrollos que han salido de una mujer se los han apropiado los hombres», dice Sarasola.

Y también ha habido casos en los que, cuando una mujer alcanza un puesto de responsabilidad, «a algunos hombres les duele que les manden». «No a todos, pero a algunos les molesta que una mujer les diga lo que tienen que hacer en el trabajo», asegura.

  1. Amaia Urkidi | Ikerlan

    «Las diferencias se van reduciendo poco a poco»

Amaia Urkidi, ingeniera de Seguridad Funcional en Ikerlan. ARIZMENDI

Desde niña me gustaron las asignaturas tecnológicas. Nunca he sido de muñecas, me gustaban los rompecabezas, los lego, cosas de montaje», recuerda Amaia Urkidi. Por eso no fue ninguna sorpresa para su familia que a la hora de elegir una profesión se decantara por la ingeniería, un trabajo de esos que siempre han sido vistos como más masculinos. «Yo no pensé si era una carrera de hombres. En realidad, ni sabía lo que era una ingeniería, pero siempre me he dejado llevar por mi instinto y también he escucha do a mis padres, que me dijeron que fuera por donde realmente me gustaba».

Comenzó los estudios de ingeniería superior en Electrónica Industrial y Automática en Mondragon Unibertsitatea. «Éramos unas cuatro o cinco chicas entre unos 50 alumnos en el curso, aunque actualmente los ratios son muy diferentes. Se está normalizando la situación, cada vez se ven menos muros o distancias, ya no se trata de una cuestión de género sino de gente a la que le gusta la tecnología y gente a la que no le gusta. Esa es la forma en la que hay que ver las cosas», dice.

Desde 2005, Urkidi trabaja como Ingeniera de Seguridad Funcional en el departamento de Sistemas Integrados Confiables en Ikerlan, en Arrasate. Su trabajo consiste en asegurar que el diseño, desarrollo y validación de la electrónica que va en los sistemas críticos se realiza de una manera segura. «Se trata de una especialidad donde se hace electrónica para aquellos sistemas donde la vida de las personas puede estar en riesgo, como los aviones o los frenos de los coches, trenes y ascensores», explica. Es la única mujer, y también la única persona, que cuenta en España con el certificado en seguridad funcional FS Expert expedido por TÜV Rheinland, una de las mayores entidades certificadoras alemanas.

Urkidi ve el futuro con un cierto optimismo. «Las mujeres cada vez están viendo menos impedimentos. Ya no se ven esas ratios tan bajos del 10% de mujeres. Quizá sí suceda en alguna carrera, pero se van minimizando esas diferencias, la distancia se está difuminando». Es igual de positiva cuando se refiere al mayor número de hombres en los peldaños más elevados de la jerarquía laboral. «Esto es algo evolutivo. El porcentaje de mujeres en puestos de responsabilidad que hay ahora es equivalente al de mujeres que en su día estudiaban una ingeniería. A medida que se vayan integrando las nuevas generaciones, en las que hay más alumnas que están estudiando carreras tecnológicas, habrá más mujeres con cargos de responsabilidad. Creo que poco a poco la situación se va normalizando. Yo animaría a quienes vienen a que tiren para adelante, que no tengan miedo porque van a encontrar un camino que hemos ido sembrando las que ya lo hemos recorrido», asegura Urkidi.

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