Una cálida despedida a Alechu Echevarría

Sería fácil caer en la tentación de disociar entre Alejandro Echevarría Busquet, el empresario que ha sido referente del sector de la comunicación durante décadas, y Alechu, el hombre al que trataba y quería su círculo más cercano. Pero, precisamente en este caso, esa frontera se presenta muy poco nítida, ya que las dos vertientes solían combinarse de manera generosa: este miércoles, en su funeral, todos los comentarios -los de los más allegados, cómo no, pero también los de aquellos que habían mantenido con él vínculos de trabajo- destacaban su personalidad cercana y cálida, que no era de quita y pon y se extendía también al ámbito de los negocios.

La iglesia getxotarra de San Ignacio se quedó pequeña para despedir a Alechu, miembro de los consejos de administración de El Diario Vasco, El Correo y El Diario Montañés y presidente de honor de Mediaset España, que murió el lunes a los 81 años. Acudieron numerosos representantes del sector de la comunicación (tanto de televisión y radio como de prensa escrita) y del empresariado vasco; tantos, que enumerarlos resultaría un empeño imposible. El encuentro se convirtió en una celebración de la vida y el talante del fallecido, cuya trayectoria ha estado ligada también a diversas iniciativas sociales y culturales, como esa Fundación Comunicando Futuro que era su ilusión de los últimos tiempos y que lo mantuvo activo hasta el final.

La ceremonia, con música a cargo del Coro Sinfónico de la Sociedad Coral de Bilbao, se contagió de ese carácter afable y vitalista de Alechu. En la homilía, el sacerdote se remitió a las palabras de Pedro sobre Jesucristo, para afirmar que el empresario vizcaíno «pasó por el mundo haciendo el bien», y recordó aquella promesa del profeta Isaías de que nos espera «un festín de manjares suculentos y vinos de solera», algo que Alejandro Echevarría «intentó adelantar en vida y va a tener en plenitud». El religioso evocó la última llamada que recibió de su buen amigo Alechu y lo describió como «ejemplo de trabajo, esfuerzo y lucha continua, traducidos en amor».

El momento más emotivo llegó al final de la ceremonia, cuando se manifestó plenamente la faceta más familiar del empresario a través de las palabras de su hijo Aletxu. «Nos deja el patrón», lamentó, antes de especificar que todos esos perfiles que se han publicado de su padre como «empresario referente» son acertados pero forzosamente incompletos. En su intervención, fue trazando la semblanza de una persona «exenta de enemigos» y con «carácter de consenso», un «rey de la constancia que hizo de la tenacidad su manera de vida», un hombre «vital y disfrutón» que se ponía enfermo con la impuntualidad y que triunfó «sin renunciar a vivir en su pueblo y con su gente», y también recalcó el papel crucial de su madre, Alicia Estívariz, la «vitoriana de raza sin la que este viaje no habría llegado a buen puerto».

Pero, además, Aletxu entreabrió las puertas de la intimidad familiar para presentar al «padre y abuelo tardío que quiso y pudo recuperar el tiempo perdido». Ese Alechu, el que no aparece en los perfiles centrados en el currículum, es el que creó el Día del Niño Feliz (una jornada en la que un crío de la familia podía disfrutar como quisiera del último día de vacaciones, aunque él solía sugerirle cómo aprovecharlo), el protagonista de La Máscara (su particular 'performance' para llevar a los pequeños a la cama) o el impulsor de la Busquetada, el encuentro anual de su familia materna en Lekeitio. Su principal objetivo, agradeció su hijo, era «juntar a los suyos y conseguir que se divirtiesen», y ese era el logro del que estaba más orgulloso. «Nos deja su impronta de vivir y saber vivir, de buen talante y valores».

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