El brinco del pastor canario, técnica ancestral de los ganaderos de las Islas Canarias
El brinco del pastor es una técnica ancestral, empleada por los antiguos pobladores, para moverse en busca del ganado por la escarpada orografía de Canarias
RAFA TORRE POO
Jueves, 24 de octubre 2019, 07:44
En cada isla tiene un nombre diferente. En Tenerife y La Palma, lanza. En Gran Canaria, garrote. En La Gomera, astia. Y en Fuerteventura, lata. ... Sirve para lo mismo. Ayuda a los pastores, desde tiempos ancestrales, a moverse por la abrupta orografía volcánica del archipiélago canario en busca del ganado. Es una especie de pértiga de madera, allí lo apodan 'instrumento', con una punta de metal o regatón con la que los mejores saltadores son capaces de lanzarse al vacío y salvar desniveles de hasta seis metros. Es el salto del pastor canario o simplemente brinco canario. Como cada vez hay menos jóvenes que se dedican a la ganadería, los lugareños se agruparon en la década de los noventa para evitar su desaparición. Aunque no compiten, se federaron como deporte autóctono. El año pasado registraron 267 licencias en torno a veinte asociaciones o, como dicen allí, 'jurrias'.
«Si caminas por el campo nadie repara en ti, pero si llevas un garrote todos te preguntan dónde tienes los animales. Da una especie de estatus», explica Ernesto González, de la Jurria Aridamán de Galdar. El brinco canario no es un deporte, insisten quienes lo practican. Prefieren reunirse en encuentros nacionales y regionales, como el que se celebró el pasado fin de semana en el agreste paraje del Parque Natural de Tamadaba, en Gran Canaria. Una forma de mantener viva la llama. «Nos juntamos cincuenta saltadores. Vino gente de Tenerife, Lanzarote, Fuerteventura y La Gomera», explica Santiago Rivero, organizador miembro de la Jurria Guanil. «Lo que nosotros tardamos en recorrer varias horas, los antiguos pastores lo conseguían en poco más de una», añade.
Los que prueban esta peculiar y efectiva manera de moverse por una tierra volcánica repleta de barrancos, riscos y andenes, aseguran, quedan prendados. «Empecé en el 93 y hasta hoy», recalca Ernesto González, que sus cincuenta años presume de los garrotes que tiene colgados en la pared de su casa. Son de diferentes tamaños. Usa uno u otro en función del terreno por el que se mueve. Cuanto mayor sea el desnivel que debe salvar, más larga es la lanza que escoge. El palo originario -la parte de madera- era de pino canario, aunque últimamente los fabrican de haya o fresno «porque calientan menos las manos». Tiene diferentes grosores en cada parte de la pértiga para evitar que se parta, uno de los mayores riesgos. «Siempre se rompen en el tramo que hay entre las manos. Eso es lo más peligroso, porque se forman astillas como puñales que, si te las clavas, te pueden llegar a matar», explica este saltador, que sabe lo que es ver un garrote hecho trizas. Las lanzas tienen justo al final una parte de cuero, al que llaman calcetín o calzoncillo, para evitar el roce del regatón con las piedras y las manos -también empleado para potenciar la frenada-. La punta metálica, siempre visible desde la parte superior del palo, es la que clavan en el suelo como punto de apoyo. El objetivo del 'instrumento' es que los saltadores apoyen los pies en el suelo con la mayor levedad posible. Para ello, descienden asidos por las manos de forma parecida a como los bomberos se lanzan por la barra.
Las mañas y usos
El brinco más espectacular en Canarias es el que llaman 'a punto muerto' o 'a plomo'. «Es cuando saltas sin apoyar el garrote. Si no dominas bien la maña, acabas en el fondo del barranco», relata este entusiasta de los brincos. «El garrote también se usa para subir, para pasar de un risco a otro sin tocar el suelo, para descender sin que los pies dejen de tocar la piedra... Tiene muchísimos usos», insiste este amante de las tradiciones canarias.
A pesar de la escasez de pastores, esta técnica es reivindicada un par de veces al año en Fuerteventura. Allí se celebra la 'apañá'. Las cabras que andan desperdigadas por los cerros se bajan a unos corrales improvisados, donde cada propietario identifica las suyas. Ayudados por los garrotes, lanzas o astias, los saltadores de pastor canario brincan de piedra en piedra hasta que las reúnen y conducen ladera abajo. Para distinguirlas, han sido marcadas previamente. Lo más habitual es un corte característico y único -se registra en los diferentes cabildos del archipiélago- en alguna parte de su cuerpo, principalmente las orejas. En caso de riña o disputa, hay una comisión de sabios (antiguos pastores que por edad ya no suben al monte) que decide a modo de jurado.
Técnica de bajada 'a punto muerto'
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Sin apoyar la lanza. Se salta al vacío. Es fundamental dominar bien la frenada, ayudándose de las manos y el cuerpo, para tocar el suelo con los pies con la mayor suavidad posible. Algunos brincos pueden doblar o triplicar la longitud del 'instrumento'.
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