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Mikel Oyarzabal, tras conseguir el gol de la Eurocopa ante Inglaterra. Reuters
Opinión

¿Qué hago si marca España?

Llegará un día en el que nadie se haga esa pregunta, que no se insulte o amenace por una cosa o la contraria. Es hora de hacernos mayores tras el gol de Oyarzabal

Alexis Algaba

San Sebastián

Domingo, 21 de julio 2024, 00:03

La digestión del éxito suele ser lenta, sobre todo el inesperado, el que nos pone en un brete sobre cómo actuar o qué decisión tomar cuando pasa algo. A improvisar más bien. Sucedió hace escasos días, en Alemania, en la final de la Eurocopa de fútbol. No creo que haga falta que lo explique. Un eibarrés de la Real, Mikel Oyarzabal, marcó el gol que supuso la victoria de España en ese torneo continental. Lo nunca antes visto. ¿Qué hacer tras ese tanto? ¿Cómo actuar tras esa victoria de la selección española? ¿Quién decide qué está bien o mal? Un gol que nos ha puesto en el espejo de lo que como comunidad o pueblo queremos ser de mayor.

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Yo, confieso, me dejé llevar por dos arrebatos. Tras el gol grité un, «sí, Mikel, joder, te lo mereces más que nadie». Acto seguido abracé a mi aita. Como guipuzcoano de manual, solo doy abrazos sentidos en momentos de mucha efusividad o celebraciones especiales. Mi padre, como extremeño que lleva más de sesenta años en Gipuzkoa también ha asimilado esa forma de ser. Una hazaña deportiva suele convertiste en uno de esos momentos especiales. Abracé a mi padre, y lo haría mil veces, sobre todo porque nunca sabes cuándo va a ser la última y porque su sentimiento –concentrado– en estos casos es más intenso que el mío. Seguro que no fue la única casa de Euskadi en la que pasó. Un gesto que, en opinión de algunos, me convierte directamente en un facha.

Resulta tan sencillo calificar, descalificar, insultar y después añadir que «yo respeto que cada cual haga lo que quiera», que en algún momento deberíamos ponernos límites o que alguna voz autorizada lo hiciera. O quizá a alguno le convenga el extremismo o el insulto para canalizar su odio, aunque la realidad social sea algo distinta al estereotipo que han diseñado en su cabeza. Ni soy un facha por abrazar a mi padre cuando España ganó la Eurocopa, ni soy un 'etarra' –como también califican otros– cuando voy con él al médico y me dirijo en euskera a la persona que me atiende pese a que mi padre no lo hable; o cuando me tomo una cerveza a gusto y en buen ambiente con la cuadrilla en la 'Herriko' del pueblo. No exijo a nadie que haga lo mismo que yo, pero exijo respeto si mis acciones son legítimas y no dañan ni provocan a nadie, aunque a ti te incomoden.

Si abrazo a mi aita tras el gol soy un facha; si me tomo una cerveza en la Herriko, un 'etarra'. En fin...

En el mismo domingo de la final vimos que a una mujer en Londres le impidieron entrar en un restaurante por llevar una bandera de Palestina en la solapa de la chaqueta, y también vimos a un grupo de jóvenes arrebatar del cuello de malas maneras a una menor en la Parte Vieja de Donostia una bandera de España. Antaño, no era raro que te pincharan las ruedas o te rompieran los retrovisores cuando circulabas de Burgos para abajo con un coche matrícula San Sebastián. Si alguna de esas tres 'acciones' les resulta aceptable, es que todavía nos queda mucho trecho por avanzar en lo que definimos como 'libertad individual'. Queda mucho que avanzar cuando en redes a una persona que admite que su selección no está representada, se le repite hasta la saciedad que «tú eres español p. vasco»; y queda mucho por avanzar cuando desde el propio escaño del Congreso una parlamentaria dice que «no nos molesta en absoluto que celebren con su selección (la española)» y al mismo tiempo habla de «cánticos xenófobos, racistas y supremacistas en la celebración» y se olvida, curiosamente, de denunciar la amenaza en una pintada en Elorrio que raya el supremacismo contra Oyarzabal y Merino y en la que se les califica de «traidores». Y queda muchísimo por avanzar cuando se organiza una pantalla para ver la final de la Eurocopa en Donostia y el encargado de poner la música para amenizar la espera debe cubrirse la cabeza con una caja para no quedar estigmatizado y señalado, o cuando una actriz participa de forma libre en una manifestación por los presos y lanzan una campaña de descrédito en su contra.

El recibimiento de su cuadrilla a Oyarzabal es una muestra ideal de la normalización de una alegría deportiva

Un recibimiento como el de la cuadrilla de Eibar a Oyarzabal supone una base ideal para seguir avanzando con una sociedad rica y diversa como la vasca, sin recurrir a los extremos ni hacer lecturas extrañas más allá de un arrebato de alegría. Es hora de hacernos mayores tras el gol de Mikel.

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