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Los expertos advierten que la educación en igualdad debe empezar a edad temprana.
«Muchas adolescentes creen que ser posesivo es una señal de amor»

«Muchas adolescentes creen que ser posesivo es una señal de amor»

Algo no funciona cuando cinco chavales agreden sexualmente a una chica en unas fiestas sin que ninguno lo impida

YOLANDA VEIGA

Miércoles, 17 de agosto 2016, 12:59

La asepsia del lenguaje judicial no es capaz de atenuar ni un poco lo grotesco de un episodio que debe llevar a la sociedad a un profundo debate. O al menos, a un debate urgente. Cinco jóvenes abusaron sexualmente de una joven de 18 años «en grupo y de manera reiterada» en los sanfermines. Otros cinco (de entre 19 y 21 años) han sido detenidos acusados de violar a una joven en Palma, un adolescente de 17 años fue arrestado por la presunta violación de una niña de 15 durante las fiestas de un pueblo de Pontevedra y la pasada semana media Vitoria se echaba a la calle para mostrar su repulsa por el intento de agresión sexual a una chica de 21 años durante los festejos de La Blanca.

Estos titulares son la evidencia en letra tintada de un repunte del machismo juvenil, que traspasa la cuestión actitudinal y se traduce en acto delictivo. ¿Por qué ahora? Porque hay una falta de valores en la sociedad, una mayor permisividad en los hogares, una llamativa precocidad en el inicio de las conductas sexuales, porque triunfa el modelo que vende por la tele 'Mujeres, hombres y viceversa', porque los niños escuchan canciones de reggaeton hablan de mujeres sumisas, porque las redes sociales han distorsionado tanto el concepto del amor y la pareja que un chaval piensa que su novia «guarrea» por el simple hecho de que ha subido una foto nueva a Facebook y un amigo le ha dado a 'me gusta'...

El ejemplo es real. Lo ha visto en su consulta Timanfaya Hernández, psicóloga forense y sanitaria. «Cada día veo a chicos de 16 o 17 años que se sienten con cierto empoderamiento sobre las chicas. Controlan el móvil de sus novias, no les dejan salir con sus amigas. Y chicas que dicen: 'Si se pone agresivo o me deja de hablar es porque le gusto, por mi bien'». Y esa percepción a esa edad, advierte la especialista, ya es difícil de cambiar. «Con 7 u 8 años los niños ya entienden el concepto de igualdad. De hecho, a esas edades leen cuentos como 'La bella durmiente', que el valor que transmite es que si eres guapa un príncipe te rescatará, sin importar otra condición de tu vida. La educación en valores de igualdad tiene que empezar pronto y ser continuada porque si comenzamos en Secundaria es tarde, ahí ya pasan cosas».

Cosas como estas: «Vamos a dar charlas a los colegios y les escribimos ciertas afirmaciones en la pizarra para que las comenten. Una de ellas es: 'Si te pega es porque te quiere'. La reacción casi unánime es decir: '¡Qué barbaridad! Eso no está bien, aunque también hay alguno que dice: 'Algo habrá hecho'. No es lo habitual, pero a veces se oye. Entonces les ponemos otra frase: 'La mujer que se viste de forma sexy es para provocar'. Y la mayoría, incluidas las chicas, dice que sí, que están de acuerdo», cuenta por propia experiencia Soraya Vivancos, psicóloga clínica y miembro de Psicólogos Sin Fronteras.

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Relata incluso una experiencia más dura: «En una de las clases vimos a una chica a la que, por la cara que puso, el tema le estaba revolviendo. En un momento se me quedó mirando y dijo: 'Lo que estás contando me pasa a mí'. Contó que su novio no le dejaba salir con sus amigas, le controlaba si estaba en casa o no, le pedía dinero para comprar tabaco y si no se lo daba le pegaba. Él se había acostado con muchas chicas y ella se sentía humillada. Y pese a todo decía: 'Es que no puedo dejarlo, me cuesta, no sé cómo hacerlo'».

El ánimo no es repartir culpas, pero hay responsabilidades que deben ser asumidas. La primera, en casa. «Hemos pasado del autoritarismo a una educación laxa. Las normas no tiene que ser impuestas, tienen que ser entendidas pero si no hay normas, eso acaba pasando factura. Los padres se sienten culpables de poner límites pero los límites son tan necesarios como los premios», advierte Vivancos. «Los padres apenas están en casa, los adolescentes pasan mucho tiempo solos. Nos encontramos con adultos desesperados por los deberes de sus hijos que acaban haciéndoselos ellos, y que antes que dedicar tiempo a educarles en valores lo que hacen es premiarles con cosas materiales, como un móvil a un niño de 7 años».

Pone un ejemplo menos estrafalario y que además resulta familiar, una bici. Los que tengan cuarenta años más o menos recordarán lo que costaba que te regalaran una. Eso si llegaba, que muchas veces acababas usando la bici que se le quedaba pequeña a tu hermano o a tu primo. Pero eso era antes. «Hoy cualquier niño tiene una bicicleta o una videoconsola. Es la manera que tienen muchos padres de demostrar cariño a sus hijos. Dicen: 'Lo que yo no he tenido que lo tenga mi niño'. Pero hay que enseñar a los chavales que detrás de todo hay un esfuerzo porque ellos no lo ven». No es el caso habitual ni muchísimo menos pero la psicóloga asegura que el programa 'Hermano Mayor' (Cuatro), sobre adolescentes hiper conflictivos, «es televisión pero tiene una base de realidad».

La televisión, los medios de comunicación... ahí señalan algunos dedos. «Hay un programa, 'Mujeres, Hombres y Viceversa', que fomenta valores machistas y presenta a una mujer objeto y sumisa. Y luego está la música, ese reggaeton que tendrá un ritmo bonito pero el mensaje que transmite es horrible». No solo eso. «La imagen que ofrecen algunos programas de televisión es que no hace falta ganarse las cosas. Cuando voy a los colegios y pregunto a niños qué quieren ser de mayores y te dicen: 'Quiero ser famoso para salir por la tele', aunque eso suponga que tengan que contar intimidades. Para ellos ser famoso es ser cantante o ser futbolista. Pero es que ni siquiera saben que para llegar a ser futbolista hay que hacer mucho trabajo, muchos sacrificios. A ellos solo les llega que los jugadores son ricos, tienen coches de lujo, salen con chicas...».

«Ser posesivo es una señal de amor»

La relación con las chicas. Ese es un pilar vital al que le faltan los cimientos. «Muchas adolescentes creen que ser posesivo es una señal de amor. El agresor nunca empieza pegando a la víctima, va en escalada, ejerciendo inicialmente pequeños controles en el móvil, no dejándole salir con las amigas, o ponerse determinada ropa... En definitiva, la va haciendo más dependiente de él. Cuando hablas con los adolescentes sobre la violencia de género te dicen que está mal y que hay que llamar al 016, pero no profundizan más».

-Aunque el punto de partida sea débil, «saben que está mal». Entonces, ¿cómo puede ser que cinco chicos agredan sexualmente a una chica, que ninguno diga basta?

Soraya Vivancos: En la adolescencia el grupo de amigos es la referencia principal. Y si los demás beben hasta caerse, yo también. Si los demás agreden a una chica, yo también. Cuando te enfrentas a decisiones importantes y no tienes valores ocurre eso.

Timanfaya Hernández: Por extraño que parezca, alguien propone la idea de agredir a una chica y los demás por cohesión de grupo, por deseabilidad social, porque están descontrolados... le siguen. Es raro que la persona que inicia esa conducta delictiva no tenga unas características llamativas de personalidad. Probablemente ya se ha mostrado agresivo en otro contexto porque en las agresiones sexuales, más que el acto sexual en sí, lo que excita al agresor es el ejercicio de poder que ejerce sobre alguien que está desprotegido.

Coinciden las expertas que detrás de estas agresiones persiste «el hecho de que sigue habiendo conductas machistas en la sociedad». Y una circunstancia nueva, la irrupción de las redes sociales como forma de comunicación entre las nuevas generaciones. «Las redes sociales han sido determinantes. Antes no podíamos subir fotos a Internet y que la gente las comentase, no teníamos esa herramienta de control que es el WhatsApp. Te llamaban a casa y si estabas bien, si no, que volvieran a llamar». Más circunstancias que han cambiado: «Hoy los chavales se inician en el sexo y en el alcohol a los 13 años. Hay una distorsión en lo que respecta a esas conductas. Hace treinta años si un chaval de 12 años era el malo de la clase estaba señalado por todos, ahora no».

Y luego está «el factor contextual»: «El ambiente festivo mezclado con el cosumo de alcohol u otras sustancias crea un pensamiento absolutamente distorsionado de que 'todo vale'. Es un contexto 'facilitador' porque el alcohol desinhibe los impulsos, hay menos control. A su vez, la víctima también baja el control y queda más expuesta. Imaginemos a una chica que ha bebido y se queda dormida en un parque, eso no significa que vaya a consentir una relación sexual. Todos esos factores de riesgo van sumando», advierte Timanfaya Hernández.

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