El club de Eros
El garito de moda de Berlín es el KitKatClub, una discoteca muy golfa en la que para entrar tienes que dejar camisa o pantalón. Los actores de la serie 'Buscando el Norte' fliparon. «Es el paraíso»
JUAN CARLOS BARRENA
Viernes, 18 de marzo 2016, 10:40
No valen los vaqueros, ni aburridas camisetas, ni tan siquiera ir vestido a la última moda. Para acceder al KitKatClub de Berlín, la discoteca de moda de la capital alemana, hay que renunciar a alguna prenda, lo normal es la camisa o los pantalones, pero calzoncillos y bragas también están mal vistos. Si se quiere tener el privilegio de entrar en el garito tecno más erótico de Berlín hay que llevar ropa escasa y seductora, vestir cuero o modelos de pvc, lucir lencería provocadora, uniformes eróticos y maquillajes lascivos. Cuanto mas fetichista, extravagante y original, mejor. El filtro en la puerta del templo del hedonismo, un gorila de dimensiones disuasorias, no tiene piedad y, dada la cola de interesados, puede permitirse el lujo de seleccionar a quienes mejor cumplen con el 'dresscode' del club, situado junto a la céntrica estación de metro de la Heinrich Heine Strasse, a las puertas del emblemático barrio de Kreuzberg.
El nombre del KitKatClub es un homenaje al legendario local de la película 'Cabaret' con Liza Minnelli, que reproduce el Berlín desenfrenado del periodo de entreguerras, y su intención es ser mas estridente y mas atrevido aún. Una vez dentro, Kirsten Krüger, la propietaria del local, recibe en persona y se encarga de orientar a los clientes y les indica que dejen en el guardarropa, donde el personal espera desnudo de cintura para arriba, sus abrigos y chaquetas antes de introducirse en el laberinto de salas, pistas de baile y escenarios.
El club tiene en cuenta todos los caprichos eróticos que puedan imaginarse. Ofrece piscina, un columpio del amor, silla ginecológica, una gruta, barras verticales como las de los locales de 'striptease', pedestales para bailar y exhibirse y grupos de sofás encastrados en nichos e incluso camas. Las paredes están decoradas con imágenes de prácticas y posturas sexuales y predominan los dibujos psicodélicos con colores estridentes. No faltan variantes algo degeneradas de clásicos del arte, como una última cena de Da Vinci en su versión orgiástica. Aunque parezca mentira, el KitKatClub no es un local nuevo. Lleva casi 22 años funcionando con la misma receta y, tras cambiar varias veces de localización, desde 2007 ocupa su emplazamiento actual.
El público es de todas las edades y, aunque predomina la gente joven, no faltan clientes con pinta de cuidar nietos tan atrevidamente vestidos, o desvestidos, según se mire, como el resto. Lo mismo te cruzas con una dómina madura embutida en cuero negro que lleva de la correa a su sumiso esclavo desnudo jadeando de placer cada vez que le pega un tirón del cuello, que un adonis que ofrece a las féminas comprobar si lleva o no algo que cubra las joyas que presuntamente oculta bajo una falda de gladiador romano. Ligero de ropa se presenta también el personal de servicio tras la barra o los DJ encargados de pinchar trance, house, electro, dark techno o experimental.
Desde su fundación sigue en pie el lema de «haz lo que quieras pero comunícate», con el que se invita a todo ejercicio sexual voluntario. En los llamados 'CarneBall Bizarre', a los que hay que ir sin ropa interior, fundamentalmente se baila, pero también se practica el sexo hetero y homosexual, así como la autosatisfacción y el exhibicionismo, naturalmente a la vista de los demás. Algo que a muchos parece excitar más tanto pasiva como activamente. Eso sí, la selección de los huéspedes es determinada por mujeres «para garantizar el atractivo de los visitantes». Tienen preferencia a la hora de entrar las parejas, aunque Kirsten Krüger subraya que no se trata de un club de intercambio. Abre regularmente viernes y sábados por la noche. Y según acaba la fiesta nocturna empalma el domingo a las ocho de la mañana con su 'Afterhour Party' que se extiende hasta las seis de la tarde.
«En camisetita»
A los que sí dejaron entrar sin problema fue a los actores españoles de la serie 'Buscando el Norte' (que se emite en Antena 3), que se rueda precisamente en Berlín. Antonio Velázquez (Álex), Belén Cuesta ( Carol) y Manuel Burque (Salva) tuvieron que dejar sus pantalones en la entrada, tal y como reconocieron recientemente en 'El Hormiguero'. «Llevaba unas botas de caña y me quedé como el gato con botas», rememoraba Velázquez. «Pues yo llevaba una camisetita que me tapaba un poco, iba como con una minifalda muy minifalda», comentaba entre risas Belén Cuesta, que recordó su sorpresa cuando un señor desnudo en silla de ruedas le pidió una bebida a pie de barra. «Aquello es el paraíso. Puede ir cualquiera y desnudarse», resumió el pelirrojo Burque.
El concepto del KitKatClub tiene sus raíces en las fiestas playeras de los años 80 en la localidad india de Goa, entonces un paraíso hippie, y las posibilidades de intercambio y contactos sexuales que ofrecen los 'swingerclubs'. Pero con fórmula propia. El club fue fundado en 1994 en pleno auge del movimiento tecno y cuando Berlín, en los años siguientes a la caída del Muro, se convirtió en meca mundial de esa tendencia musical con locales como el Tresor y fiestas multitudinarias como la Loveparade. «Es una mezcla exquisita de club tecno y evento fetichista. Su meta es la perversión mundial», aseguran Kirsten Krüger y su compañero sentimental y socio Simon Thaur.