«No suelo contarlo, pero tampoco me importa hacerlo»
Nahia es una donostiarra de 21 años que estudia interpretación en Madrid y que se sometió a una operación de cambio de sexo
ANA VOZMEDIANO
Sábado, 14 de noviembre 2015, 17:23
Nahia es más joven, tiene 21 años, es de Donostia y estudia Interpretación en Madrid, donde ha hecho amigos y se ha adaptado perfectamente. No sabe cuando se dio cuenta de que, una vez más, el médico se había equivocado al decir a sus padres que era un chaval. Lo que siempre supo es que sus sentimientos y su sensibilidad se asemejaban a los de las mujeres, que el mundo varonil no le atraía.
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También a Nahia le cuesta explicar esa sensación. «Nunca he sabido contar cómo es ese malestar que tienes porque no estás de acuerdo con el papel que se te asigna la sociedad, porque quieres completar los roles de mujer. Es complicado, pero lo tienes claro».
Tamborrero chico de su ikastola, jugaba siempre con las niñas y con las Barbies. Cuando tenía cinco años se disfrazaba de princesa como sus amigas, le encantaba jugar a ponerse pelucas y maquillajes. «Eres pequeña y no eres consciente de que tus genitales no te pertenecen, aunque mi madre me ha contado que siempre me metía la 'pilila' entre las piernas».
Las chicas de la 'gela' la percibieron y la trataron como a una más y como anécdota, Nahia cuenta que su abuela, la que la crió de cerca, siempre lo supo, que desde que ella era muy pequeña se dio cuenta de que había algo diferente en su forma de ser respecto al comportamiento de sus primos.
Esta estudiante de Interpretación se siente «muy agradecida» hacia su familia, a cómo aceptaron su situación y cómo le prestaron su ayuda. También a la actitud de sus compañeros de ikastola, que no le dieron de lado cuando comenzó a cambiar de imagen a los 13 años, ni cuando a los 14 empezó su proceso con el tratamiento con el psiquiatra que le acabaría llevando al quirófano.
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«Es que no cambié de un día para otro, esto no fue de repente. Poco a poco fui cambiando mi imagen exterior, me pintaba los ojos, las uñas, me dejé crecer el pelo... Me acuerdo de mi primera falda, pero sobre todo de los primeros tacones. Me los puse para un Carnaval y ese día decidí que volvería a calzármelos siempre que me diera la gana». Pese a que aquello fue una especie de liberación, le pasó como a tantas mujeres, que ahora no se los pone casi nunca. «Es que en Madrid lo mejor es ir con deportivas», ríe Nahia.
¿Ha confiado a sus nuevos amigos su condición de transexual? «Ni lo suelo contar ni tampoco me importa contarlo. No creo que haya mayor necesidad de hacerlo, pero si hay que hablar se habla, porque si evitas un tema es porque le das mayor importancia que la que tiene».
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Nahia no tiene pareja, sus amores, hasta ahora, han durado más bien poco, pero es consciente de que hay chicos a los que les gusta mucho y a otros -«mejor ni recordar la reacción espantosa de un chico todavía muy reciente»- les causa perplejidad. «Es que la ciencia tiene que avanzar más, la cirugía también, porque hay que tener mucha paciencia con la dilatación, por ejemplo, con todo lo que eso conlleva. Mi última intervención me la hizo un cirujano privado, porque mi padre se empeñó en pagarla. Tengo suerte. Siempre han querido lo mejor para mí».
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