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Un momento de descanso en el 'euskaltegi andante' de AEK.

El euskera se viste de verano

Más que para empaparse de contenidos, los barnetegis familiares o itinerantes sirven para acostumbrarse a vivir y a relacionarse en euskera

NEREA AZURMENDI

Domingo, 2 de agosto 2015, 12:18

Todas las estaciones son buenas para aprender euskera o mejorar el que ya se sabe, pero algo que en cualquier época del año exige un esfuerzo considerable se hace particularmente duro cuando implica dedicar al estudio los días de vacaciones, que siempre son más escasos de lo que nos gustaría. Por esa razón, y aunque el barnetegi tradicional resiste porque sigue habiendo muchas personas a las que, por ejemplo, acucia la necesidad de acreditar un determinado perfil lingüístico, en los últimos años se han ido generalizando fórmulas que aúnan el aprendizaje con el ambiente y las actividades propias de las vacaciones. La clave está, como recuerda el responsable de barnetegis de AEK, Urtzi Arrieta, en «adaptarnos a lo que nos piden».

Y se piden alternativas cada vez más específicas, de las que han ido surgiendo, en el caso de AEK, propuestas como los barnetegis itinerantes -a pie o en bicicleta- o los barnetegis dirigidos a toda la familia. Esta última modalidad, además, está muy vinculada a las nuevas realidades del euskera. Es cada vez más frecuente que el nivel de euskera de los hijos supere al de los padres, y que estos tengan que ponerse las pilas para que el euskera sea la lengua en la que vive la familia. Desde el punto de vista práctico, poder dedicar parte del verano al euskera sin tener que revolver Roma con Santiago para 'colocar' a los niños es también una gran ventaja.

Es también muy habitual que, en un momento determinado, muchos bilingües se den cuenta de que el nivel de euskera que han alcanzado les sirve para fabricar subordinadas impecables y declinar sin tacha, pero necesita ser engrasado para responder a las necesidades comunicativas ordinarias.

Disfrutar en euskera

La archimencionada desproporción entre el conocimiento del euskera y su uso también tiene mucho que ver con esa casuística. Por eso, indica Ur-tzi Arrieta, es tan importante «sacar el proceso de aprendizaje, que está muy academizado, de la dinámica del aula, y llevarlo a un entorno en el que prime la comunicación y el euskera se asocie con el disfrute».

En realidad, recuerda, «mucha gente viene a pasar las vacaciones con otras personas con las que tiene un punto en común, que es el euskera. Cuando han terminado la estancia se dan cuenta de que han aprendido, se lo han pasado bien, han conocido gente y tienen una relación mucho más natural con la lengua. Se acostumbran a utilizarla en todo tipo de situaciones y, aunque al principio les preocupa cometer errores y algunos pasan los primeros días callados, se dan cuenta de que lo importante es hablar y que los errores son, precisamente, los que nos ayudan a aprender».

El barnetegi emblemático de AEK es el de Arantza, en Navarra, que acaba de cumplir 20 años y también este verano está teniendo una gran aceptación, pero en los últimos años se les han sumado los barnetegis para familias de Forua (Bizkaia), Aduna y Zugarramurdi. En estos dos últimos hay una última tanda que comenzará a principios de agosto.

En los barnetegis destinados a las familias, los adultos no se libran de las clases por la mañana, tiempo que los chavales dedican a actividades específicamente diseñadas para ellos. Pero tan importante como lo que se aprende es, según detaca Arrieta, cómo cambian las relaciones con la lengua. «El euskera ha avanzado mucho en los ámbitos formales, pero en los informales, como la familia, a mucha gente le cuesta mucho utilizarlo. A alguien que viva en Orio, por ejemplo, le parecerá raro, pero en Bilbao o lugares similares no es fácil encontrar gente con la que utilizar el euskera en situaciones informales».

Este año, en el que están notando el impulso que le dio al euskera la pasada y multitudinaria edición de Korrika, AEK repite otra modalidad de barnetegi que en los últimos años está teniendo una gran aceptación, el que podría considerarse itinerante. A pie o en bicicleta, y en este caso sin clases, quienes optaron por la marcha a pie ya están recorriendo kilómetros y conociendo rincones fantásticos, y los que han preferido la bicicleta recorrerán Euskal Herria, entre Orduña y Zarautz, entre el 1 y el 14 de agosto. El objetivo, el mismo: disfrutar con el euskera y seguir aprendiendo, porque estos barnetegis no son excursiones ni salidas deportivas, sino propuestas cuidadosamente planificadas desde el punto de vista didáctico.

Otras fórmulas que en su momento causaron furor, sin embargo, parecen estar de capa caída. Durante muchos años, el Gobierno Vasco concedía ayudas a las familias euskaldunes que durante el verano acogieran a personas que estaban aprendiendo euskera y les integraran en una vida cotidiana que se desarrollaba en esa lengua. Sigue habiendo barnetegis, como Maizpide, de Lazkao, cuyos alumnos se alojan en casas particulares, pero hace ya varios años que la convocatoria de ayudas que se llamaba 'egonaldiak familia euskaldunetan' (estancias en familias euskaldunes) decayó, porque tanto la oferta como la demanda eran escasas.

Otro tanto puede decirse de una modalidad que en su momento fue lo más de lo más: pasar el verano en un caserío, viviendo una auténtica experiencia de inmersión total en la lengua y el entorno. 'Kutsidazu bidea, Ixabel', basado en la experiencia de un 'kaleume' euskaldunberri en un caserío, sigue siendo un libro divertidísimo, pero hoy en día costaría bastante encontrar protagonistas para una versión del siglo XXI.

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