El Eibar se enreda en una telaraña tricolor
El Eibar paga su inoperancia ofensiva con un empate sin brillo ante el Andorra que corta su racha de cinco triunfos consecutivos y pone freno a su escapada en solitario
El Eibar cayó de bruces en la trampa de un Andorra que, al igual que cuando le ganó en su feudo en la primera vuelta, ... demostró tenerle bien cogida la medida a la escuadra armera. El equipo dirigido por Gaizka Garitano se vio enredado desde el inicio en una tela de araña de la que no pudo despegarse ni cuando el técnico vizcaíno sacó los cuchillos más afilados del cajón, justo después de que los 'tricolors' se quedaran en inferioridad numérica debido a la expulsión de Sergio Molina mediada la segunda mitad.
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Ni siquiera sirve como excusa el remate de Vadillo que fue escupido por el larguero en los últimos instantes del choque, porque ése mismo travesaño había salvado a los armeros ante un disparo de Bakis poco después de la media hora de juego.
En realidad, la 'culpa' de que los eibarreses tuvieran que resignarse a no poder prolongar la excelente dinámica de resultados a la que se habían enganchado tras enlazar cinco triunfos consecutivos hay que endosársela a la prácticamente total ausencia de ideas para romper el entramado defensivo del rival.
Una nula capacidad ofensiva que fundió los fusibles de jugadores que venían brillando con luz propia, como Bautista o Yanis, sin que los repuestos que saltaron después lograran hacer que el interruptor funcionara para iluminar el camino hacia el triunfo en Ipurua.
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Stoichkov, al banquillo
Al margen de saber que tanto el Levante como el Alavés habían dado un paso al frente tras corregir el rumbo que se les había torcido en las últimas fechas, el de Derio también comprobó que los temores que había expresado antes de la cita se vieron cumplidos de cabo a rabo.
Y eso que para intentar contrarrestar el sólido muro de contención que Eder Sarabia ha conseguido edificar en su centro del campo, Garitano modificó su línea medular incrustando a Javi Muñoz en la plaza que hasta la fecha había ocupado un apagado Stoichkov.
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Pero por mucho que el madrileño se esmerara por apretar las tuercas para intentar provocar un cortocircuito en el sistema de los andorranos, lo que verdaderamente no se llegó a activar fue la corriente eléctrica del Eibar, que apenas tuvo el balón en sus pies el 31% del primer tiempo. Frente a un cuadro visitante que provocó un par de serios calambres cómodamente instalado en sus dominios, los armeros no es que no llegaran a generar ni una ocasión, es que ni siquiera forzaron un córner en todo el primer acto.
Pero después de ver la reacción que les llevó a remontar el 2-0 con el que el Mirandés se marchó al descanso en el último partido disputado en Anduva, la afición azulgrana que pobló las gradas del estadio armero en una soleada jornada dominical, estaba convencida de que su equipo encararía la segunda parte con las pilas llenas de energía para dejar sin luz a su oponente.
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Y más aún cuando el colegiado, que había cargado de tarjetas a Matheus, Javi Muñoz, Berrocal y, Venancio, tuvo el acierto de mostrarle la segunda amarilla al único jugador del Andorra que había sido amonestado, obligando al técnico andorrano a trastocar el entramado que tan bien le estaba funcionando.
Fue entonces cuando Garitano puso en liza primero a Stoichkov, luego a Aketxe, de nuevo relegado a desempeñar el papel de revulsivo, y poco después fueron desfilando Álvaro Tejero, de vuelta tras dos largos meses de ausencia por una lesión muscular, y ya en la recta final Blanco-Leschuk y Vadillo, presionados por aprovechar al máximo los pocos minutos que están disponiendo desde que se restablecieron de sus respectivas dolencias.
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Pese a que la frecuencia de sus llegadas aumentó de forma considerable, los destellos de luz se redujeron a un flojo remate del gaditano a la media vuelta que no sorprendió a Ratti y un disparo de Nolaskoain desde la frontal del área que se marchó desviado. Hasta que en la recta final Vadillo vio cómo el larguero le privaba de saborear la gloria, y Berrocal estrellaba un balón en el exterior de la red a la salida de un córner. Un pequeño alto en el camino que debe servir para tomar impulso.
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