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Paulina Garmendia y Coro Solana son dos de las personas que han marcado la historia del bar-restaurante Intza de la calle Esterlines de la Parte Vieja. No son las únicas protagonistas de los avatares que ha sufrido este establecimiento que abrió sus puertas en 1933, pero sí dos de los pilares que vertebran una historia que tiene todos los elementos posibles para que el reconocido ilustrador donostiarra Dani Fano haya plasmado sus vivencias en un cómic.
En sus casi cien años, en el Intza se han vivido historias de amor, ilusión y esperanza, pero también de miedo, desesperación, un secuestro aún sin esclarecer o hasta épocas de vergüenza de los propietarios entre sus vecinos y clientes. Tal es así que Paulina Garmendia, la fundadora, y Coro Solana, su hija que aún vive en la Parte Vieja, han sufrido durante años las consecuencias de una vida marcada por la ocupación que los carlistas y franquistas realizaron en 1936 de su local y que se prolongó durante 46 años. Paulina abrió el negocio en 1933 junto a su primer marido Juan Antonio Irulegi, que fue detenido y desapareció en el 36. Como consecuencia, Paulina fue diagnosticada de depresión y esquizofrenia: «Tanto sufrimiento por algún lado le tenía que salir», les dijo un médico a los familiares, según se recoge en el cómic. Luego, volvió a casarse con Ignacio Solana y logró sacar adelante el negocio. A su hija Coro, que tiene 79 años y aún acude a diario al Intza, rememorar todos estos episodios en un cómic «no le gustaba mucho. Le remueve todavía por dentro tener que recordar todo lo que sufrió en su niñez y juventud», cuenta ahora su hijo Koldo Astrain, actual propietario del establecimiento.
La idea de publicar este trabajo fue del propio Dani Fano, reconocido ilustrador y autor de cómics donostiarra y que además es cliente habitual del Intza. En una de sus visitas al bar le escuchó a la propia Coro contar algunos retazos de la historia familiar y del local y consideró que su narración era una historia que debía ser conocida. Primero publicó las viñetas sobre la historia del Intza en la revista 'Xabiroi', y posteriormente, «a petición de los clientes del bar», publicó junto a los propietarios el trabajo definitivo, con nueva documentación e ilustraciones, que lleva como título 'Intza... ez da munduan beste bat' y que comienza el 19 de enero de 1933.
Paulina Garmendia y Juan Antonio Irulegi, nacidos en Urnieta y Andoain respectivamente, abrieron el bar Intza en la víspera del día de San Sebastián hace 92 años en el mismo lugar en el que siguen trabajando hoy sus herederos. El Intza pronto se convirtió en un lugar de encuentro de nacionalistas vascos y euskaltzales. «Aquí se reunían los clientes para escuchar la primera radio que emitió en euskera», adelanta Koldo. Tras tres años de actividad, en el 36 todo cambió para muchas familias donostiarras, también para la que regentaba el Intza.
Sabiéndose perseguidos por las fuerzas sublevadas que se alzaron contra la Segunda República, el matrimonio formado por Garmendia e Irulegi planeó huir a Francia. Su intención era escapar en alguno de los barcos que salían del Muelle, pero jamás lo consiguieron. Antes de hacerlo, un grupo de requetés, los soldados carlistas, apresaron y secuestraron a Juan Antonio Irulegi. La familia jamás volvió a saber nada más de él. «Nada de nada. Les dijeron después que lo habían soltado. Pero no pudo ser así. Estamos seguros de que fue fusilado, tal y como ilustra Dani en el cómic. En todos estos años jamás hemos sabido qué pasó o dónde pueden estar sus huesos», cuenta el actual propietario del Intza. El nombre de Irulegi está inscrito en la escultura 'Dual' que está frente al Ayuntamiento y que recuerda a las personas ejecutadas en la ciudad durante el golpe de estado del 36 que provocó la Guerra Civil y la posterior dictadura franquista.
Paulina, que ya era madre de una niña llamada Itziar, se encontró de la noche a la mañana sin marido, pero también sin negocio, «porque los carlistas le requisaron el bar y la casa, que estaba encima del Intza», cuentan sus descendientes. La única solución que encontró fue acudir al despacho del entonces gobernador civil de Gipuzkoa para pedirle que le dejara abrir otra vez el bar para poder sacar adelante a su hija. La respuesta del político franquista, tal y como se recoge en el cómic, fue la siguiente: «Te dejaré abrir el bar con una condición. Que se llame España». Y así se quedó durante décadas. Este requisito no fue el único. Obligaron también a Paulina a ceder, «por supuesto de manera gratuita, al Círculo Carlista de San Sebastián los dos pisos superiores del Intza. Lo ocuparon. No se fueron hasta el año 1982 y jamás abonaron nada, ni por el alquiler del local, ni por su gasto de luz y agua», cuentan.
Obligada a aceptar las condiciones impuestas por los franquistas, lo que le provocó el injusto desprecio de buena parte de vecinos y antiguos clientes -según recuerdan Asier y Koldo- , Paulina pudo volver a abrir el bar, rehizo su vida y a los pocos años se casó con Ignacio Solana, padre de Coro y aitona de Koldo Astrain.
«Cuando murió Franco, mis aitas pidieron permiso para volver a poner el nombre Intza al bar. Recuerdo que la amona no quería, tenía todavía miedo de todo lo que habían pasado. Pero sí, nos dejaron volver a poner nuestro nombre original. Lo más curioso es que después de toda la dictadura con el nombre España, el bar había mantenido siempre Intza como nombre oficial. Por si acaso, el año siguiente a la muerte de Franco, en el rótulo que teníamos solo ponía Bar. Después ya lo cambiamos otra vez por Intza», recuerda Koldo.
Sobre su ama señala que «su vida ha estado marcada por estos hechos. Ella aún hoy en día quiere olvidar, no le gusta hablar de este tema. Y todavía hay gente que viene y dice 'el España, 'el España' riéndose, con coña. Y ella sufre. Porque la gente realmente no sabe qué pasó aquí. A alguno ya le he tenido que poner un poco firme porque a mí también me duele ver a mi ama así. La gente habla sin respeto y eso no se puede consentir. Lo que pasó aquí no fue una broma».
La historia que recoge Dani Fano en sus viñetas de 'Intza... ez da munduan beste bat' se está repartiendo gratis, y con éxito, entre los clientes del bar-restaurante. Ya se han editado 1.000 ejemplares y la respuesta de la gente «está siendo impresionante. Además, el trabajo de Dani es increíble. Los clientes se quedan asombrados por lo que sucedió aquí. Muchos sabían que el bar antes se llamaba España, pero no sabían por qué». Ahora gracias al cómic de Fano «la historia hace justicia a la familia».
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