Borrar
Las 10 noticias clave de la jornada
Un café en la 'Belle Epoque' de Donostia

Un café en la 'Belle Epoque' de Donostia

Con la extensión de Donostia hacia el Buen Pastor, la Avenida disputó al Boulevard la supremacía como lugar de paseo y de relación social

CARLOS BLASCO / J.J. FDEZ. BEOBIDE / LOLA HORCAJO

Domingo, 5 de noviembre 2017

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

El Café del Rhin abrió sus puertas en 1905. Ocupaba la esquina de la Avenida, 13, con la calle Bergara. Fue fundado por la razón social Elorrio y Cía, de Felipe Elorrio y Félix Ibarguren, quienes lo dejaron al poco tiempo, quedando como nuevo gerente J. Beovide y Cía, en julio de 1905.

El Rhin era uno de aquellos cafés de altos techos, columnas historiadas, molduras en las paredes semejando a modo de boiseries, enormes espejos y un grandioso mostrador con relieves modernistas y brillante encimera de mármol. El clásico café al estilo vienés, con mobiliario Thonet y grandes jarrones con palmeras que daban una nota de exuberancia y refinamiento.

La Avenida de la Libertad había sido el límite sur de la nueva ciudad hasta finales del siglo XIX, pero con el comienzo del siglo un nuevo ensanche se extendió hasta el Buen Pastor (inaugurado en 1897). Entonces, la Avenida pasó a disputar su primacía como lugar de paseo con el mismo Boulevard.

En 1901, se abrió en el nº 1 de la Avenida, esquina Fueros, el Café Kutz. El elegante Café del Rhin sería el siguiente y en 1907 se inauguraba justo enfrente el Café Royalty (Avenida 11, esquina calle Bergara), con un local todavía más suntuoso. Así, el lado impar de la Avenida, siempre sombreado, se fue llenando de cafés y sus aceras se vieron invadidas en verano por amplias terrazas donde una clientela mayoritariamente masculina, luciendo canotiers y una flor en el ojal, entretenía las horas de tertulia con un puro en la mano y una cerveza o un café con moka sobre el velador.

Si los Kutz traían la cerveza Spatenbräu de Munich en vagones refrigerados, también lo hacía el Rhin con la marca Pschorr-Bräu, desde la misma ciudad de Baviera. Además servía el Vermouth Viejo Cinzano y era especialista en helados, servidos con barquillos de lujo, exclusivamente elaborados para ellos. Diariamente se anunciaban en la prensa: «Helados para hoy: Limón, Leche, Flor de naranja, Grosella, Crema de café, Especial Portugaise».

Florentino Rojo, el principal hostelero de la época, se hizo con el traspaso del Rhin hacia 1911, tras haber adquirido el Café del Norte, en el Boulevard. Poco después dirigiría también La Marina y el Royalty.

Conciertos

Como en otros cafés, los conciertos de orquestinas eran habituales. En diciembre de 1930, Florentino contaba en el Rhin con un cuarteto de verdadero lujo: Alfredo Larrocha, afamado violoncelista que había sido director de la orquesta del Casino; Francisco Cotarelo, uno de los pianistas más premiados de la época; Plazaola al contrabajo y el gran violinista y compositor donostiarra Pablo Sorozabal, autor de inolvidables zarzuelas como 'Katiuska', 'La del manojo de rosas' o 'La tabernera del puerto'.

Florentino Rojo dejó todas sus actividades hosteleras en 1941. Fue entonces cuando los hermanos Manuel y Javier Beldarrain se hicieron cargo del café, prolongando su actividad hasta su cierre en 1952.

La escritora donostiarra Mila Beldarrain, hija de Manuel, nos esboza algunos datos biográficos de estos personajes.

De familia tolosarra, Manuel había nacido en Eibar en 1907, casualmente en el mismo edificio de los Zuloaga. Al morir su padre en 1910, su madre Gervasia Echeverría se trasladó a San Sebastián con sus cinco hijos. «Mi abuela Gervasia debía de ser una mujer de armas tomar, le llamaban 'La Viuda' y ahorró (siendo lavandera) para darles un oficio a los hijos. Así que, en cuanto tuvo suficiente, cogió el portante y se fue con los hijos y ¡el perro! a Madrid. Allí, mi padre y el tío Jesús aprendieron joyería y el tío José se hizo relojero. El tío Javier había encontrado trabajo de botones en el Hotel Continental, donde acabaría llevando el restaurante, para pasar luego al Cristina, que hizo famoso por sus tés, comidas, cenas...».

Al regresar a San Sebastián, los hermanos Beldarrain adquirieron fama como orfebres, recibiendo encargos de gran importancia como la milagrosa Cruz de Caravaca que se venera en aquella población, la corona de la Virgen de Itziar o los pies de plata del Santo Cristo de Lezo.

Fue el orfebre Manuel y su hermano hostelero Javier quienes se hicieron cargo del Café del Rhin, que prosiguió con su orquesta y donde también actuaban grupos vocales como los Xey.

En 1952 se cerró el Rhin, traspasándose el local al Banco Exterior de España (actualmente la tienda de moda Springfield). Con él desapareció el último de los grandes cafés de la Belle Époque, tras el cierre en la década anterior del Kutz, el Royalty y La Marina. Manuel se dedicó después enteramente a su profesión de orfebre en su joyería Beldarrain de la esquina de la Avenida con la calle Urbieta.

Hoy en día, cuando viajamos a Europa, no dejamos de asombrarnos al encontrar en plena actividad alguno de aquellos cafés históricos que San Sebastián también tuvo pero que no hemos sabido conservar.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios