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Torre Atotxa

Atotxa, la torre donostiarra con alma escandinava

La icónica torre de Atotxa, protagonista del 'skyline' donostiarra, cumple 50 años. Uno de los dos arquitectos que la diseñó explica que su edificabilidad no cabía sin tocar el campo de fútbol y se optó por construir en altura

Aingeru Munguía

San Sebastián

Lunes, 18 de diciembre 2023, 06:35

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Se cumple medio siglo de vida de la torre de Atotxa, esa mole gris de más de 70 metros de altura, que destaca sobremanera en el 'skyline' de Egia y del conjunto de San Sebastián. El Diario Vasco ha hablado con uno de los dos arquitectos del edificio, Mariano Oteiza (Baztán, 1942).

El Plan General de Ordenación Urbana donostiarra reconocía a esa parcela, de la que formaba parte junto al campo de fútbol, de una edificabilidad tan grande que hubo que colocarla en altura para no tocar el histórico césped de la Real Sociedad. Lo curioso del caso es que el volumen del edificio 1 del polígono 32 -así se le denominaba en el marco técnico del urbanismo donostiarra en 1968- resultaba de unas dimensiones muy parecidas a una torre ya emblemática en el mundo de la arquitectura de esos años, la sede de la SAS en Copenhague, y «el arquitecto asesor del Ayuntamiento le dio el visto bueno», explica Oteiza desde su despacho en el centro de la ciudad, desde donde observa la torre que edificó en los inicios de su carrera profesional, cuando solo tenía 28 años.

COPENHAGUE

La reputada torre de la SAS sirvió para que Atotxa recibiera el ok municipal

SAN SEBASTIÁN

En 1969 el presupuesto de construcción del edificio era de 112 millones de pesetas

COPENHAGUE

La reputada torre de la SAS sirvió para que Atotxa recibiera el ok municipal

SAN SEBASTIÁN

En 1969 el presupuesto de construcción de este edificio era de 112 millones de pesetas

COPENHAGUE

SAN SEBASTIÁN

En 1969 el presupuesto de construcción de este edificio era de 112 millones de pesetas

La reputada torre de la SAS sirvió para que Atotxa recibiera el ok municipal

SAN SEBASTIÁN

COPENHAGUE

En 1969 el presupuesto de construcción de este edificio era de 112 millones de pesetas

La reputada y parecida torre de la SAS en Copenhague sirvió para que Atotxa recibiera el ok municipal

El desarrollo urbanístico de esta zona estaba previsto en el Plan Parcial del polígono 32, aprobado definitivamente en 1968. La promotora era Azohl, acrónimo de dos apellidos, Azurmendi y Ohlsson, el primero un eminente industrial guipuzcoano y el segundo de una familia de ingenieros suecos relacionados con la reparación de ferrocarriles y vinculados familiarmente con los Herederos de Ramón Múgica, propietarios originales de los terrenos donde se erigió la torre de Atotxa.

El polígono 32 era muy amplio e incluía, entre otras parcelas, la del campo de fútbol de Atotxa, por lo que el Ayuntamiento de San Sebastián, «dueño del recinto, era copartícipe» del desarrollo urbanístico del ámbito, según explica Oteiza. El volumen edificatorio que correspondía a esa parcela no cabía horizontalmente en el solar sin afectar a la cancha. «Había que respetar el campo de fútbol, que era sagrado», afirma el arquitecto. En vez de trasladar el estadio a otra ubicación se optó por «girar la 'caja de cerillas' en vertical»; esto es, colocar en altura la edificabilidad que concedía el Plan Parcial y que no cabía en horizontal.

Casi más sorprendente que esta solución urbanística es el segundo argumento municipal para autorizar la construcción de esta singular torre. Oteiza cuenta que la volumetría que se planteaba para la torre de Atotxa coincidía sorprendentemente con un edificio que ya empezaba a hacer historia en la arquitectura mundial: la sede de la SAS, las Líneas Aéreas Escandinavas, en Copenhague. «Este edificio era ya una referencia arquitectónica internacional y sus dimensiones eran las mismas que las de la torre de Atotxa. Fue uno de los argumentos para dar el OK al edificio». Efectivamente, la torre danesa, de 70 metros de altura, tiene un evidente parecido, no solo volumétrico, sino también estético y funcional. El edificio de la SAS se edificó sobre el paso de unas vías del tren, tenía como requisito sacar el máximo provecho urbanístico a una parcela reducida e incluía también en su base, como la torre de Atotxa, un flanco constructivo horizontal para dar cabida a una terminal aérea y una agencia de viajes.

«Un nudo de transporte»

Y es que la torre de Atotxa no se construyó solamente para ser un edificio de viviendas. Este punto de la ciudad se planificó como «un nudo de transporte de la provincia». Estaba previsto la construcción de la estación de autobuses en el sótano del edificio, un equipamiento que tendría una conexión directa con la variante mediante «un túnel bajo el parque Cristina Enea». Además, la torre incluía dos plantas para un centro comercial que aprovechara el gran flujo peatonal previsto en el nudo de comunicaciones.

Casi nada de todo esto se hizo realidad, aunque la estación de autobuses haya terminado en los aledaños de Atotxa unas décadas después. El gran hueco previsto para la estación de autobuses se convirtió realmente «en lo que en México llaman el 'corralón': donde la grúa lleva los coches que retira de las calles».

La promotora finalmente vendió el solar a la «Cooperativa de Viviendas Atocha» que es la que encargó a Mariano Oteiza y Juan Cruz Saralegui (fallecido hace dos años) el proyecto constructivo. Se trataba de un edificio con dos plantas de garaje, dos plantas comerciales, una planta baja «diáfana» con un carácter semipúblico donde se pensó en disponer juegos infantiles y dos piscinas para los cooperativistas, más 19 plantas residenciales para 114 viviendas, con un restaurante giratorio en la corona del edificio.

Alzados del edificio

Petición de la licencia de obra firmada por los arquitectos

Alzados del edificio

Petición de la licencia de obra firmada por los arquitectos

Alzado del edificio

Petición de la licencia de obra firmada por los arquitectos

Alzado del edificio

Petición de

la licencia

de obra

firmada por

los

arquitectos

Fue un edificio que recibió la calificación de viviendas de protección oficial de entonces, lo que le permitió reducir el pago de algunas tasas con la única obligación de tener los pisos un precio limitado de venta durante 30 años, algo que «fue totalmente soslayado desde el principio», recuerda Oteiza.

Las viviendas y las plantas eran muy diferentes unas a otras. «Se hacía a la carta según las necesidades de los cooperativistas. Por eso hay viviendas de muy diferentes tamaños», indica el arquitecto. Había pisos de 40-60 m² de uno o dos dormitorios, y otros que estaban en la horquilla de 85-110 m² con hasta 4 habitaciones. Hay alturas de seis viviendas por planta y otras de nueve.

En la bajocubierta se construyó una planta de trasteros y en el piso 19, el último, se barajó una planta comercial en la que desde el principio se pensó en un restaurante. «Se hizo un avance de un restaurante giratorio que daba la vuelta en una hora y permitía ver todas las vistas de San Sebastián. Y aunque parezca un tema complejo es muy sencillo. Era una especie de tiovivo que en vez de dar vueltas a mucha velocidad iba a una velocidad lentísima. No se movía la planta entera sino solo la sala del comedor. Eso se descartó finalmente y se habilitaron en esa última planta despachos profesionales con un acceso privado en ascensor».

LOS CINCO EDIFICIOS MÁS ALTOS DE GIPUZKOA

76 metros

77 metros

TORRE ATOTXA

(San Sebastián)

TORRE UNZAGA (Eibar)

75 metros

72 metros

BUEN PASTOR (San Sebastián)

EGUZKI DORREA (Arrasate)

71 metros

ONDDI DORREA (Hernani)

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ONDDI DORREA (Hernani)

Las claves de la construcción de un edificio de esta altura son una buena cimentación y estructura reforzada que permitiera «contrarrestar la fuerza de succión del viento». Oteiza recuerda que «la estructura la hizo a una velocidad endiablada una gran empresa guipuzcoana, Laurak. La solución estructural adoptada fue un núcleo central de hormigón y un perimetrado metálico con luces muy importantes en la fachada, lo que permitía una limpieza total para la distribución de las viviendas».

Los aislamientos

Lo que no había a comienzos de los 70 era conciencia de la importancia de los aislamientos, motivo por el cual la actual torre necesitaría hoy una reforma integral para ser más eficiente desde el punto de vista energético. «Hoy en día no se construiría así, obviamente. Lo que pasa es que en aquellos tiempos ni existía legislación aplicable, ni se le daba mayor importancia al tema. Los aislamientos primitivos eran infantiles».

Para aislar mejor la torre «habría que renovar toda la fachada de arriba abajo. Ponerle una 'gabardina'», una operación que entraña sus riesgos. «Hay quienes critican que con esos 'abrigos' que ponemos ahora a los edificios estamos unificando todo porque es la misma solución para todos los edificios. Antes alguien se despertaba en Granada y sabía que estaba en Granada. Hoy te despiertas en Granada y no sabes si estás en Granada o en un barrio de Salamanca o de Cuenca porque todos los edificios son iguales».

De lo que sí se era consciente entonces era del impacto visual que tendría el edificio y de la necesidad de mitigarlo. La memoria decía esto: «El enorme volumen de 60 metros de altura se levanta majestuoso sobre la peana formada por los locales comerciales, despegándose en la planta diáfana, pero quizás con cierta pesadez ocasionada por sus proporciones poco ligeras. Se ha buscado elevar verticalmente a este monolito mediante tratamientos ascendentes de la fachada con una organización vertical de estrías profundas que señalan un claroscuro y le quitan gravidez».

El proyecto visado por el Colegio de Arquitectos Vasco-Navarro en diciembre de 1969 tenía un presupuesto de construcción de 112.768.204 pesetas y se ejecutó entre 1971 y 1973. El propio Mariano Oteiza residió en el piso 17 durante unos años y su experiencia fue buena.

-¿Y cómo ve ahora el edificio 50 años después? ¿Qué piensa cuando lo ve?

- «La verdad es que no mucho. Piensas en las cosas que hubieras cambiado, pero un arquitecto está muy condicionado cuando trabaja en un proyecto».

Respecto a las opiniones expresadas sobre la torre durante las últimas décadas es también salomónico. «Hay argumentos a favor y en contra y todos son respetables. A mí no me gusta nada la famosa torre del Louvre porque es meter una construcción moderna en un edificio clásico. Ha pasado algo parecido con Tabakalera. Para gustos están los colores».

Hoy la torre de Atotxa sigue dominando incontestable el 'skyline' donostiarra 50 años después, aunque esta tipología de edificios ya se puedan ver también en Amara y en Bidebieta. La torre de Egia se planificó para ser un centro neurálgico de las comunicaciones de la ciudad con una estación de autobuses, un centro comercial, una zona recreativa con piscinas, un restaurante panorámico en la última planta… Nada de eso se hizo realidad. El campo de fútbol, origen de esta construcción, desapareció un cuarto de siglo después para dar paso a nuevas viviendas, ninguna de las cuales hace sombra a este rascacielos que nació con un hermano gemelo en Copenhague.

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