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«El tatuaje es otro idioma del Arte que dialoga con Durero o Antonio López»Hijo de Eneko (regente de La Casa del Artista en la calle Miracruz) y de Pili, que fue profesora (con estilo) de FP. Exalumno de ... la ikastola Zurriola, de Claus Groten (pero no como músico-Vómito sino como licenciado en Bellas Artes), del Instituto Usandizaga (Bachillerato Artístico) y de la escuela Massana (Grado Superior en Escultura), monitor de piragüismo y escalada con el Fortuna (sus vías han sido los Mallos de Riglos), Eneko se ha convertido en uno de los grandes tatuadores del planeta, pura vanguardia estética. Reside en Berna con su pareja, Céline Marie Etter, tatúa en el All Time Classics Bern. Charlamos unos días después de que hubiesen regresado de La Valaise donde habían esquiado y practicado snowboard. Tiene dos socios, Roberto Trupiano y Max Lamia. Es cofundador del proyecto Island Tattoo Connection, en lucha contra los plásticos que forman islas en los mares.
– ¿Dónde?
– ¿¿!!
– Dónde puede dialogar el tatuaje con el pintor, dibujante, grabador y teórico del arte renacentista Albrecht Durer. O con el autor de 'Niño con tirador' o 'Mujeres mirando los aviones'.
– En la universidad, por ejemplo. No hace tanto que Myriam Black, tatuadora española afincada en Bristol, que me hizo la foto de esta página y no solo tatúa sino que tiene impresiones, grabados y velas den ediciones limitadas, organizó unas jornadas en la universidad de Zurich en las que, precisamente, puso ante el espejo a Durero (una de mis referencias junto con Doré y Antonio López) con diversos trabajos de tatuaje. Fue un experimento que impresionó a todos. Algún día el tatuaje, que no deja de ser uno de los idiomas en que se expesa el arte, entrará en los museos.
– Qué lejos parecen quedar los tiempos del tatuaje carcelario y de las hermosas estrofas de la copla de Quiroga, León y Valerio, la de 'Mira mi pecho tatuado con este nombre de mujer'.
– Sí, pero no, no tiene por qué. Sucede que hay otros caminos y también otro público. Por supuesto que seguirá habiendo un tatuaje comercial, 'mainstream'. Y otro donde quien decide hacérselo busque que el trabajo del artista refleje un significado, tenga un sentido para quien se lo hace, recuerde algo. Pero también hay mucho público que realmente 'colecciona' tatuajes. Y como quienes compran obra de distintos pintores o escultores ,ellos y ellas quieren que su cuerpo sea un museo con 'piezas' de autores que admiran. Y viajan por medio mundo para ir a sus estudios. O les pagan para que acudan donde quien quiere hacerse tatuar reside.
– ¿Tú eres uno de esos 'museos'?
– Verás, desde el primero que me hice, clandestino, a los 17 años pero que mis padres no se extrañaron lo más mínimo de que lo tuviera, me han tatuado mucho pero poco en el que sería mi estilo como artista. Mis modalidades supremas son el Black Work (usar el negro, que da una elegancia total a la obra) y el 'Dot work', que sería el puntillismo. Sin embargo, en mi cuerpo llevo tribales, biomecánicos y mucho tatuaje tradicional, 'old school'. Me han tatuado muchos artistas de este género y me gusta ser un collage de todas las maneras de entender ese estilo.
– ¿Cómo, cuándo empezó todo?
– Con diez años. En Barcelona. Paseando con mis padres. Vi unos músicos tatuados, muy tatuados, y me volví loco, se me voló la cebeza. Yo quería pintarme así, yo quería pintar la piel. Si supieras cuántas veces me pinté hasta que logré aquel primer tatuaje, hasta que empecé a hacer prácticas en el estudio BlueCat de Barcelona. Limpiaba las máquinas, cargaba los cartuchos de tinta a cambio de que me enseñaran a tatuar...
– Para entonces ya habías llegado a Berlín. Pero no aún como tatuador sino como músico.
– A los 13 años empecé a tocar la batería y al poco tiempo mis amigos y yo formamos un grupo. Xikinkeri se llamaba. Pura adrenalina como luego sería pura tinta. Éramos punk, éramos ska, éramos hardcore, éramos todo. Y sí, dimos muchos conciertos. Y sí, uno de ellos fue en ¡Berlín!
– Queda fuera de lugar volver al lugar común de que el tatuaje es para siempre...
– No tan fuera de lugar porque para muchos de esos coleccionistas de los que hablamos forma parte del gran atractivo que para ellos tiene un tatuaje. El saber que nosotros, el lienzo vivo y andante que somos, resultaremos, en realidad, más efímeros que la misma obra.
– ¡¡??
– Moriremos pero el tatuaje permanecerá en nuestro cuerpo.
– Eso tiene deriva filosófica...
– Me gusta calibrar la densidad de las tintas, elegir las agujas que necesito para alcanzar las texturas que busco (puedo llegar a usar 12 para un mismo trabajo). Me gusta irme adentrando en el 'full body' y tatuar un cuerpo completo pero hallo un placer especial en las conversaciones que mantengo con la gente que viene a ser tatuada. Y muchas veces, sí, son filosóficas.
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