

Secciones
Servicios
Destacamos
Recién llegó de Islandia, donde surfeó entre focas y donde asistió, como la periodista que es, a un encuentro de pescadores, biólogos, surfistas y científicos ... marinos sobre el destrozo que ocasiona la piscicultura del salmón. Hoy parte hacia Menorca para encargarse de varias sesiones de fotografía de moda con marcas como Renatta & Go y James Michelle (joyas hechas a mano en Oregón). Cuando estudiaba periodismo hizo prácticas en este periódico. Hoy, junto a Marina Mantolan, tiene su propia revista de surf, 'Sheseas', donde proclaman la presencia soberana de la mujer sobre la tabla y entre las olas.
– Hay un documental. Impulsado por la marca Patagonia, 'Laxaþjóð-A Salmon Nation'. ¿La intención? Mostrar la lucha para proteger las aguas de Islandia y al salmón salvaje frente a las piscifactorías industriales.
– Para saber más, nos fuimos a Islandia. Las granjas habilitadas en aguas abiertas causan daños terribles y amenazan, sí, la supervivencia del salmón salvaje. Ya ha pasado en el Reino Unido y Noruega. En los fiordos de Islandia enormes jaulas marinas albergan millones de peces de piscifactoría. Estas jaulas permiten el flujo libre de enfermedades y contaminación en el entorno donde el salmón salvaje y la trucha marina luchan por sobrevivir. Activistas, biólogos marinos, investigadores y pescadores nos presentaron la situación y pidieron ayuda para difundir lo que está pasando allá.
– Cuando oíste que muchos salmones criados en esas jaulas lograban escapar a aguas abiertas, te alegraste.
– No como seres vivos y sí, me alegré. Por poco tiempo. Hasta que los especialistas me contaron que esos salmones 'libres' esquilman el territorio del salvaje e, incluso, mezclándose sexualmente, ponen en peligro la supervivencia de la especie autóctona.
– Surfeaste en aguas heladas. ¿Cuál fue la sensación?
– Brutal. Llevábamos buenos neoprenos así que el cuerpo no notaba tanto los tres grados a los que estaba el mar pero cuando metías la cara bajo el agua, era tremendo. No fue una buena sesión de surf porque la mar y los fondos estaban revueltos. Cogí olas pequeñas, de metro y medio, algunas izquierdas. No, no usé mi tabla longboard sino una 7.0, más pequeña y versátil.
– Escribirás ¿verdad? en vuestra revista sobre tu aventura islandesa y tu nueva lucha.
– Por supuesto. No os digo cuándo porque tanto Marina como yo trabajamos y le dedicamos el tiempo (poco) que nos queda libre pero habrá artículo. A la cita en los fiordos acudió un surfista que también es fotógrafo. Nos contó como hasta para el surf la piscicultura industrial es una amenaza porque destroza los fondos y altera las olas. Él será el protagonista de mi reportaje.
– No te importa contarle a la gente cómo haces las fotos. Pues comparte esa maravillosa donde la bióloga marina Emma Titeca está rodeada de tiburones.
– No eran en absoluto peligrosos pero sí muy grandes. Emma, que también es surfer y acostumbra a bucear entre ellos, quería una foto así, rodeada por esas criaturas pero no nadando sino ingrávida, vertical, casi como la figura, la imagen, de una 'madonna'.
– ¡¡!!
– El cuerpo flota, así que nos dejamos ir hacia abajo en el agua. Nuestros cuerpos empezaron a ascender. Entre los tiburones. Mi equipo fotográfico también flota así que mientras subíamos (entre los tiburones) disparé, disparé y disparé. Los tiburones pasaban a nuestro lado y yo notaba cómo sus aletas y su cola me golpeaban la cara. No me importó nada. Conseguimos ese retrato y es una de esas fotos que cuando las veo me maravillo de que sean mías. Porque todavía tengo esa extraña, temible y a la vez energizante sensación de que vaya, soy fotógrafa, de qué vaya, parece que lo estoy logrando (nunca creo que diré ¡lo he logrado!) de que, vaya parece que no soy una impostora, de que, vaya, aquella cámara que mi padre (Ángel, mi madre es Virginia) me compró a los 14 años me puso en el camino. En ese camino en el que ahora uso una Canon 5D Mark IV y sueño con tener una mirrorless, una cámara sin espejo. Sin abandonar nunca mi analógica, que utilizo mucho en sesiones de moda y me permite mucha pero que mucha creatividad.
– Aunque pueda surgir lo inesperado, en las sesiones de moda todo está bajo control. Pero sacar fotos en el mar, nadando con aletas y con el equipo en las manos será difícil, excitante, riesgoso.
– Estaba fotografiando un campeonato femenino. La mar estaba muy grande. Vi que las concursantes volvían muy rápido. No me dio tiempo. Noté aquella ola gigante a mi espalda. Sabía que si me atrapaba sería terrible. Me metí hacia abajo. Hasta el coral. Desde allí la vi explotar. Salí y temblaba toda. No pude volver a entrar al mar aquel día en las Maldivas.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
No te pierdas...
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.