Diez de Quevedo: «Quien quiera ver nuestra escultura, la verá. Quien no, mirará y no estará»
José Antonio Diez de Quevedo. 'Jadiku' Hierro pulido al sol
BEGOÑA DEL TESO
Miércoles, 18 de octubre 2017, 06:33
Economista, empezó trabajando en los talleres de hierro Biurrarena de Errenteria. Luego, en el Hospital Provincial y después, durante muchos años, en el Servicio de ... Publicaciones de la Diputación. Nacido en San Bartolomé, de jovenzuelo se trasladó con su familia a Gran Vía (entonces Jose Antonio Primo de Rivera o 'Quinta Avenida', depende). Compraba los periódicos donde su madre, Emilia, elegía sus novelas, en Zabaleta, 37. Casose con oriunda de Aiete, Mari Carmen, enfermera, y emparentó emocionalmente con el barrio. A través de, por ejemplo, Marian Matxain y Ángel Alberdi. Hoy reside en la zona alta de Añorga. Recuerda a los operarios de Cementos Rezola pues con su ayuda creó la inquietante escultura que desde el 79 está en el parque. Y a Clemente, el carpintero de Arroka que le demostró que los trastes para trabajar la madera son fieros. Pero también le enseñó a olerla y a tocarla. Su escultura 'Toka' quedó inaugurada el jueves 12. En Aiete Etxaide.
- Así que 'Toka' es una escultura que aparece y desaparece. A voluntad. ¿De ella o de quien mira sin querer verla?
- Como tantas otras cosas en la vida, ¿no? No quería que tuviera una presencia abrumadora allá donde la colocásemos. Deseaba que se difuminara, hasta, a ratos, se desvaneciese en el paisaje. Que no fueran 500 kilos diciendo a todo el que pasara 'Mírame'. Eso sí, por más que parezca una contradicción a lo que acabo de decir, me preocupé muchísimo del punto exacto donde debíamos ponerla.
- Primero aclárame el plural de 'debíamos ponerla' y luego hablamos de coordenadas espaciales.
- En plural porque ha habido un director técnico, Morales. Una fundición, Talleres Martutene. Y Landa e Imaz, comandados por Gari para hacer el boquete en la tierra y llenarlo de hormigón. Con tal pericia que 'Toka' se cimbrea al viento. Se cimbrea, pero ni se cae ni se romperá.
- Ahora sí, cuéntanos ahora la precisa colocación de tu obra.
- No creáis que hice un estudio topográfico o perimetral. No. Simplemente busqué el punto donde el sol al ponerse fuera a golpear sobre la sexta ficha, la que está en lo alto y la hiciera brillar, iluminarse, resplandecer. También me interesaba, cómo no, que las otras cinco fichas brillen durante las mañanas y los mediodías soleados del otoño. Así que las pulí. Son, sí, hierro pulido. Su resplandor será efímero. Cuando desaparezca el pulimento ya no reflejarán la luz.
- Vaya. ¿Puedes decirnos cuál es el mejor lugar para que quienes quieren mirar y ver contemplen ese fenómeno de hierro y sol?
- Yo diría que la parada de Etxadi del autobús 45, la número 225. Pero 'Toka', siempre que quieras verla, se ve desde otros lugares (también). Desde ese entorno que ocupa y delimita la rotonda de Aiete/Etxadi.
- Acláranos ahora el milagro de la escultura de 500 kilos que ¡se mueve! con el viento.
- No quería que fuese un tocho inmóvil, clavado ahí por los tiempos de los tiempos. No. A mí del hierro siempre me han atraído las formas que puedes intuir en él. Y la manera que tiene de ocupar el espacio. Elegí una chapa dúctil. Pusimos en el interior del agujero unas zapatas de las que salían unas zarpas. Llenamos el agujero de hormigón, las zapatas quedaron sobre él, a unos 70 centímetros. Plantamos sobre ellas una pieza, digamos que transversal, sobre la que encajamos y soldamos 'Toka'. Eso es. Más o menos.
- Suena fascinante.
- Lo es. El hierro es fascinante. Lo es el arte de la soldadura. Lo son los niños que al mirar una pieza lo mismo descubren un autobús que un barco. ¿Para qué habría de explicar el escultor lo que encontró en ese retal de hierro, de aluminio, de acero o de madera de teca si resulta que quien mira esas piezas, queriéndolas ver, hallará otras mil historias?
- ¿'Retales'? ¿Has dicho 'retales'?
- Sí. Nunca he usado piezas preparadas para mí sino que he dispuesto de lo que sobraba en talleres y carpinterías. Mis compañeros, mis amigos, aquellos que me enseñaron (entre risas) a soldar y cepillar no entendían que me pudieran interesar las chapas desechadas, las maderas sobrantes. Pero ese ha sido siempre el material de mis trabajos.
- Una de tus primeras exposiciones fue en los 70 en una de aquellas academias 'rebeldes' de esta ciudad.
- ¿Te acuerdas de IPES?
- Claro. Aun se mantiene en primera línea de fuego. En Pamplona...
- En Descalzos, 72; sí señor. Instituto para la Promoción de Estudios Sociales. Estaba en Gros entonces. Y ahí expuse. El folleto de presentación lo tengo clavadito con chinchetas en mi cuarto. Todavía hoy.
- Rematemos, Manuel mucho Matxain, ¿verdad?.
- Muy grande. Todo Aiete lo sabe. Fue tremendo tokalari, buen korrikalari, mejor bertsolari. Y un ser humano íntegro. Por eso, esta escultura. Por eso, todo lo que pasó aquí el 12 de octubre. En su recuerdo.
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