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Usuarios de Haziera, en una visita a una agroaldea de la Diputación Foral de Gipuzkoa en Lezo.
El granero de semillas de Cristina Enea

El granero de semillas de Cristina Enea

Haziera se fundó hace seis años y ha derivado en una asociación que organiza numerosas actividades. Se ofrece a los usuarios un archivo y un espacio para intercambiar semillas y conocimiento de agricultura realizada a pequeña escala

CRISTINA TURRAU

Lunes, 29 de enero 2018, 11:21

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Haziera, el archivo de semillas de Cristina Enea nació hace 6 años como un espacio de intercambio de semillas y de conocimientos. «Es un punto de encuentro entre personas que se interesan por la biodiversidad cultivada, es decir, el conjunto de especies y variedades agrícolas que nos han alimentado hasta la actualidad, y también, por el mantenimiento de la agricultura a pequeña escala», explica Iker Aranberri, responsable de Comunicación de Cristina Enea. «Con nuestro archivo de semillas buscamos abrir una ventana al campo para reflexionar sobre la situación actual de la agricultura y de la alimentación».

Y tratándose de semillas y frutos, hay uno muy especial. Se trata de Hazizaleak, una asociación formada por personas «interesadas en la biodiversidad cultivada, la cultura campesina y la agroecología», explican. El principal ámbito de trabajo en Hazizaleak son las variedades locales de hortalizas y todos aquellos aspectos que tienen relación con estas. «Hemos querido formalizar la relación que mantenemos desde hace más tres años un grupo de personas que nos hemos conocido en las actividades organizadas por el archivo de semillas Haziera de la Fundación Cristina Enea», remarcan desde Hazizaleak.

Privatización de las semillas

Haziera y Hazizaleak son «ventanas al campo desde el corazón de la ciudad», sostienen. Además de organizar talleres, charlas y salidas, la asociación ha elaborado una publicación en torno a un tema candente, la privatización de las semillas. El estudio de inscribe en el proyecto 'Biodiversidad compartida', financiado por la Diputación Foral de Gipuzkoa.

«La modernización de las actividades agrarias ha despreciado el legado campesino», explica Marc Badal, responsable de Haziera desde 2013 y autor del estudio. «El imperativo de la eficiencia y del beneficio económico ahoga la diversidad en un océano de homogeneidad y convierte el mundo rural en un paisaje desolado donde las semillas campesinas no tienen cabida. En el nuevo escenario, las semillas ya no pertenecen al común de las personas que trabajan la tierra. Ya no pasan de mano en mano, sino que permanecen custodiadas por técnicos que trabajan al servicio de grandes empresas».

Dos asociadas de Hazizaleak, en el caserío ecológico Altuna de Hernani.
Dos asociadas de Hazizaleak, en el caserío ecológico Altuna de Hernani.

En el estudio, titulado 'Privatización de las semillas: ¿hacia un monopolio de la diversidad?', se afirma que a los modernos agricultores se les ha negado la relación directa y cotidiana con sus semillas. «Son otros quienes deciden cuáles deben sembrar y cómo hacerlo. Los que deciden, a fin de cuentas, qué es lo que debemos comer. A través de las semillas podemos leer la historia de nuestro paso por la tierra. De cómo los pueblos campesinos aprendieron a habitarla con su trabajo y su conocimiento. Las semillas son un grito de advertencia frente al callejón sin salida de la agricultura industrial. Pero las semillas también son un puente que nos permite imaginar nuevas formas de trabajar la tierra, de alimentarnos y de enriquecernos mutuamente con nuestra experiencia compartida».

Nuestro paso por la tierra

Se habla en el estudio de la biodiversidad cultivada. «Es la base de una producción agraria que se adaptada al territorio sin degradar el entorno ecológico que garantiza su propia continuidad. Durante todo este tiempo, las semillas han supuesto una vía de contacto entre comunidades y culturas vecinas. Sin embargo, la modernización de las actividades agrarias ha despreciado el legado campesino. El imperativo de la eficiencia y del beneficio económico ahoga la diversidad en un océano de homogeneidad y convierte el mundo rural en un paisaje donde las semillas campesinas no tienen cabida. Por esta situación, los agricultores de hoy no tienen una relación directa y cotidiana con las semillas. La decisión de cuáles pueden sembrar viene desde otros ámbitos».

En Gipuzkoa, la reproducción de semillas también está prácticamente desaparecida como actividad, se dice en el informe. «Es una situación relativamente nueva puesto que hasta hace pocas décadas, muchos caseríos seguían manteniendo y reproduciendo sus semillas (puerro, calabaza, berza...). Fruto de esta práctica y del intercambio de semillas entre caseríos vecinos, se generó una gran diversidad de variedades locales. A lo largo del siglo XX fueron abandonándose a causa de la modernización de las actividades agrarias y de la aparición de nuevas variedades mejoradas».

Actividad desarrollada en Haziera, en el centro de recursos de Cristina Enea.
Actividad desarrollada en Haziera, en el centro de recursos de Cristina Enea.

La alubia de Tolosa

Queda alguna pequeña práctica de reproducción de semillas. «En muchos caseríos se siguen reproduciendo algunas semillas (puerro, calabaza, tomate, alubia), pero se trata de una actividad minoritaria, en retroceso y que no se hace de forma profesional. Actualmente en Gipuzkoa solamente se produce la semilla de una variedad hortícola, la alubia de Tolosa».

Se destaca en el estudio que existe en Gipuzkoa «una presencia muy destacable de horticultores aficionados que cultivan para el autoabastecimiento doméstico. Salvo excepciones muy puntuales, la reproducción de semillas en la propia huerta es una práctica inexistente».

«Los horticultores aficionados compran sus semillas en el mercado o en tiendas especializadas. Los profesionales las compran a través de distribuidores o en empresas de semillas nacionales e internacionales. Las únicas variedades seleccionadas y mejoradas a partir de variedades locales de Gipuzkoa son la guindilla de Ibarra (Ibarroria) y la alubia de Tolosa».

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