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«Aquí descubren lo llena que llevan la mochila y su necesidad de soltar»Jon Bujanda | Terapia al otro lado de la barra del Izadi y en su consulta de psicólogo en G18 Bulegoak
Estudió Psicología en la UPV y, posteriormente, completó su formación con un máster en psicología general sanitaria y otro en criminología. Antes de que llegaran ... los títulos oficiales, como buen bartender, ya 'ejercía' de psicólogo de barra en el negocio familiar, el bar Izadi de Pasai Antxo. En él continúa escuchando a los clientes cuando sale de su consulta –Jam Psicólogo (jampsicologo.com)– situada en G18 Bulegoak, en el Paseo Galicia, 18 de Intxaurrondo.
– Suele decirse que las personas que trabajan al otro lado de la barra de un bar ejercen de psicólogos porque son muchos los que se les confiesan...
– Y es una verdad como un templo. Mi madre y mi hermano siempre me dicen que yo soy el que tiene el título, pero que ellos también ejercen.
«La conexión entre el paciente y el psicólogo es esencial. Yo tengo mucha facilidad, tal vez me influye lo vivido en el bar»
– Entonces, usted es psicólogo por partida doble. Ejerce en el bar y en su consulta profesional en Intxaurrondo.
– La gente tiene necesidad de contar sus historias. Te puedes imaginar todo lo que he podido aprender, escuchar, ver y vivir trabajando desde muy joven en el bar.
– Porque ha sido barero antes que psicólogo...
– Cuando mi madre cogió el bar, yo tenía 11 años. Me he pasado toda la vida en él, aunque tenía claro que quería dedicarme a esto. La experiencia que he tenido en el bar y que sigo teniendo, porque voy a diario, me ha venido bien en muchas cosas.
– ¿Y esa experiencia le influyó como para decantarse por los estudios de psicología?
– En un principio, quería hacer periodismo deportivo, pero me acabé decantando por la psicología. Seguramente, el estar escuchando desde pequeño las historias de la gente me marcó.
– Los bares son lugares que se prestan a la confidencia, como las peluquerías...
– También tengo familia de peluqueros. De hecho, mi madre era peluquera, lo mismo que mis tíos. Por su negocio pasaba gente a desahogarse incluso sin ir a cortarse el pelo.
– ¿Los clientes del bar que saben de su otro trabajo aprovechan para confesarse y conseguir incluso un diagnóstico?
– Totalmente. Me apasiona mi trabajo y no me importa. Hay algo que me pasa y últimamente, más. Cuando hablo con alguien, me dice: «¡No me analices!». Tengo que recordarle que antes de psicólogo, soy persona. En ese momento lo último que hago es analizar a la persona con la que hablo. También hay quien se me acerca y me dice: «Ya que estoy aquí, ¿puedo contarte una cosa?».
– ¿Dónde se abre con más facilidad la gente: en el bar o aquí?
– En el bar todo es más informal, pero en la consulta es increíble cómo se abre la gente. Es una gozada. La conexión entre el paciente y el psicólogo es esencial. Yo tengo mucha facilidad, tal vez porque me influye lo que he vivido en el bar. Tengo más soltura, más tablas... Conecto muy fácil con los pacientes desde el primer momento. La mayoría me dice que tenía dudas a la hora de venir a la consulta y que luego se le han quitado todos los nervios e incluso se han sorprendido al ver cómo se soltaba. Eso es positivo.
– ¿Se ha roto ese tabú de acudir a un profesional para cuidar la salud mental?
– Afortunadamente, se está acabando con la idea de que hay que estar loco para ir a un psicólogo. Fuera de aquí, sin embargo, oigo aún comentarios en ese sentido.
– ¿Sus pacientes responden a un perfil determinado?
– En mi consulta trato todo tipo de problemáticas. Vienen tanto hombres como mujeres y de todas las edades. Estoy tocando todos los palos, aunque tengo que reconocerte que últimamente me han entrado varios pacientes nuevos con problemas de pareja. También abundan los problemas de autoestima, ansiedad, acoso...
– ¿Hay un tiempo medio para completar una terapia?
– Cada caso es un mundo y no hay un tiempo estipulado. Lo que sí es cierto es que cada vez que iniciamos un proceso, noto unas mejoras increíbles de semana en semana. El mérito lo tienen los pacientes. Además de lo que hacemos en la consulta, les mando una pequeña tarea para que también trabajen en casa. Se lo toman muy en serio e influye en su evolución.
– ¿Qué ocurre cuando logran sus objetivos? ¿Siguen en terapia?
– Si no hay un riesgo de que puedan recaer, la terapia se acaba. Y si recaen, ya tienen unas herramientas para afrontar el problema de otra manera. Hay veces que el trabajo está bien hecho, pero algunos quieren seguir viniendo para desahogarse o sentirse seguros. Aquí descubren lo llena que llevan la mochila y la necesidad que tienen de soltar.
– ¿Aunque tengan amigos?
– Siempre va a haber cosas que, aunque las cuentes en tu entorno, no las vas a poder expresarlas como lo haces con un profesional. Una paciente me dijo hace poco que le gustaba venir porque no se siente juzgada.
– Un consejo que siempre dé...
– Hay que mirar por uno mismo. Todos pensamos en padres, hijos... Pero debemos pensar en nosotros antes que en cualquiera para no perder el norte. Lo noto en muchos pacientes. Se olvidan de sí mismos, de cómo se sienten, de sus virtudes.
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