Cuando el cuerpo enseña a la mente
Manuel Hermida lleva 25 años como profesor de taichí, una disciplina que «ayuda a vivir» | El movimiento equilibrado muestra la actitud interna que permite la respuesta justa en el momento adecuado, en una interacción con lo exterior
Lleva 25 años dedicado al taichí, como profesor de esta disciplina en San Sebastián. Tiene 45 años pero ya con 17 ó 18 buscaba respuestas ... a través del kung-fu u otras artes marciales. «La vida es otra cosa, algo más que nacer, trabajar, morir...», se decía. Y las fue encontrando. Más bien las encuentra cada día a través de la práctica del taichí. Es una cuestión de equilibrio y armonía entre la mente y el cuerpo. Habría una forma equilibrada de vivir que traería las respuestas que él buscaba en su juventud. Y así como hay una forma equilibrada de realizar los movimientos -la que enseña en sus clases- habría una forma equilibrada de responder a los encuentros que nos trae cada día la vida. Sin tensión. En este sentido, uno podría encontrar la respuesta justa a cada momento concreto.
El taichí produciría inteligencia o quizás encontraría inteligencia. Hablamos de una inteligencia natural o vital, la que respondería a las inquietudes del joven Manuel Hermida. «Esta inteligencia natural con la que nacemos sigue progresando toda la vida si le damos la posibilidad y todo el sufrimiento que percibe el ser humano ocurre cuando esta inteligencia natural deja de progresar», dice. «El sufrimiento ocurre cuando el proceso evolutivo se para, normalmente a través de tensiones y de contracciones».
La inteligencia natural recibe una impresión. Luego llega la mezcla interna. Y después, mi respuesta, una creación tras la mezcla de mi inteligencia natural con la impresión que recibo. «Cuando no hago esta mezcla, cuando no me quiero conectar con algo que veo, me ocurre o pienso -porque tengo una idea preconcebida- llega el sufrimiento».
Las ideas preconcebidas impiden la respuesta creativa. «A veces hago el proceso de la 'mezcla' pero no soy capaz de emitir algo que transforme esa situación porque me alejo de esa inteligencia innata que es el ser humano. No se puede ser otra cosa. Va evolucionando toda la vida».
El ser humano debería llegar a comprender cómo funcionan su mente y su cuerpo. «Y lo debería de hacer de forma altruista hacia sí mismo y no utilitarista para mejorar. A veces queremos aprender rápidamente algo sin dar tiempo a que madure o fructifique».
Hermida comenzó su andadura filosófico vital por el camino del cuerpo. «Existe una cierta dicotomía entre cuerpo y mente, como si fueran elementos separados, pero la realidad es que el cuerpo es una extensión de lo que es la mente», afirma. «El cuerpo no hace nada que el cerebro no haya codificado previamente en cuestión de energía e información. Por eso, observar el propio cuerpo también es observar la propia mente».
«El sufrimiento del ser humano ocurre cuando la inteligencia natural deja de progresar»
«El cuerpo no hace nada que la mente no haya codificado: observar el cuerpo es ver la mente»
El taichí lo demuestra. «El taichí -practicado correctamente, haciendo el esfuerzo de interacción entre mente y cuerpo-, nos permite observar lo que la mente está realizando, a través de las acciones corporales». Hay dos formas de activar el cuerpo. «Una exógena o externa, por ejemplo, a través del deporte ordinario, que me reporta beneficios físicos, emocionales y químicos (endorfinas) y termina con un gasto energético que repercute en una relajación a posteriori».
La otra forma sería la de técnicas como el taichí, «que buscan desarrollar cierta inteligencia dentro del ser humano», dice. «Y la inteligencia siempre se da de dentro hacia afuera. Se trata de cambiar los procesos internos para transformar los procesos externos. O establecer un patrón en la mente, que a su vez establece un patrón dentro del cuerpo en términos de eficiencia energética, salud y armonía».
La fórmula del taichí sería la de enseñar a no hipertensionarse en situaciones donde la tensión no es necesaria. «Llegaría a cosa justa en el momento justo o lo que es lo mismo, la calidad de respuesta de nuestra inteligencia».
La práctica deportiva puede beneficiarse de esta inteligencia innata. «Si mientras corremos, el cuerpo es capaz de sincronizar correctamente los movimientos articulares y musculares -no sobretensionando el cuerpo-, además de los beneficios aeróbicos del correr, minimizamos las posibilidades de lesión y producimos una acumulación de energía. Ello, por estar corriendo en fases elásticas de los tendones y los músculos y no en contracción. Hay una eficiencia energética porque hay una inteligencia que refina nuestra manera de hacer las cosas y que reporta a nivel individual una mejora en salud y equilibrio».
Para lograr esta forma de correr, el esfuerzo consiste en mantener la mente en cierto estado. «Normalmente esta forma de trabajo la observamos en los deportistas profesionales, que reconocen esa unidad entre la mente y el cuerpo. Este mismo ejemplo encuentra su equivalente en cualquier tarea o acción cotidiana de nuestras vidas, en el ámbito laboral, relacional, familiar, etc. El éxito estaría en mantener la mente en 'ese' estado».
Desarrollamos esa inteligencia innata manteniendo una armonía interna en los procesos externos. «La inteligencia se sigue refinando a través de una conciencia cada vez más amplia y sensible, posibilitando ofrecer una respuesta más justa y en el momento más justo en todos los aspectos de nuestra vida». Más información sobre las clases de taichí en el correo electrónico manuelhermidataiji@gmail.com
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