El innovador coche que sorprendió a los donostiarras en el verano de 1966: «Es muy distinto»
Un vídeo del NO-DO recuerda cómo un novedoso vehículo recorrió San Sebastián por carretera y mar en 1966
J. F.
San Sebastián
Jueves, 29 de mayo 2025, 18:11
La bahía de La Concha fue testigo en 1966 de un evento extraordinario para la época, equivalente a los anuncios de avances en las nuevas tecnologías que hoy se realizan por otros lugares del mundo. Ante el asombro de los paseantes, San Sebastián acogía una exhibición de un innovador vehículo anfibio, capaz de pasear por la Avenida como un coche más a recorrer la playa y el mar con la misma soltura que un pequeño yate.
Se trataba de la exhibición del Amphicar, un automóvil que demostró su capacidad de desplazarse indistintamente por carretera y por agua ante la sorpresa de quien lo presenciaba. Esta demostración generó «gran asombro de los amantes de la navegación tradicional» al ver cómo era capaz de moverse por la bahía donostiarra a una velocidad de 7 nudos.
Sorpresa en San Sebastián
La expectación y sorpresa de los donostiarras de 1966 no podía ser mayor, como refleja la película emitida por el NO-DO (los noticiarios que se proyectaban en los cines antes de las películas) que ha recuperado en sus redes sociales la asociación Áncora. El vídeo elogia el invento con el tono característico de la época y destaca su «consumo de gasolina muy reducido» mientras muestra cómo era el centro de San Sebastián en esa época y detalla que es un coche «muy distinto a los demás».
Lanzado en el salón del automóvil de Nueva York en 1961, la mayoría de sus ventas tuvieron lugar en los Estados Unidos. El Amphicar fue uno de los experimentos más singulares de la industria automotriz del siglo XX. Fabricado en Alemania Occidental entre 1961 y 1968 por el Quandt Group, y diseñado por el ingeniero Hans Trippel, el Amphicar Model 770 ofrecía cifras curiosas: alcanzaba hasta 112 km/h en tierra y unos 13 km/h en el agua, gracias a un motor Triumph de cuatro cilindros montado en la parte trasera y dos hélices para navegación. Con una producción total de menos de 4.000 unidades —la mayoría vendidas en Estados Unidos—, fue recibido con entusiasmo por su originalidad, aunque pronto se hizo evidente que no brillaba ni como coche ni como barco.
Pese a sus limitaciones técnicas y la necesidad de un mantenimiento exigente tras cada inmersión para evitar la corrosión, el Amphicar se ganó un lugar especial en la historia del automóvil. No tanto por su rendimiento, sino por su espíritu audaz y su estética inconfundiblemente sesentera. Hoy, más de medio siglo después de su lanzamiento, sigue siendo un objeto de deseo entre coleccionistas y nostálgicos de la era en que la innovación parecía no tener límites, ni siquiera los que separan el asfalto del agua.
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