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Vacío de la Bretxa en 1866, antes de la construcción de los edificios.

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Vacío de la Bretxa en 1866, antes de la construcción de los edificios.

La plaza que forjó la historia de Donostia

Plaza de la Bretxa ·

La Bretxa sufrirá en 2018 una nueva transformación para devolverle su tradicional carácter de mercado

Jorge F. Mendiola

San Sebastián

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Domingo, 19 de noviembre 2017, 19:52

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La plaza de la Bretxa se prepara para una nueva metamorfosis a partir de 2018. En sus dos siglos de historia, este espacio ha sido escenario y testigo de la evolución de Donostia, de fortaleza militar a destino turístico internacional, y está «en el origen de su propia configuración urbanística».

De hecho, la apertura de una gran brecha en la muralla -de ahí su nombre- entre los días 22 y 26 de julio de 1813, con la victoria anglo-portuguesa sobre la resistencia francesa, representa «el inicio de una transformación morfológica» de la ciudad que, cincuenta años después de aquella destrucción, inicia su renacimiento con la demolición de los restos de murallas y fortificaciones y la creación del Ensanche romántico.

Así se recoge en la memoria del Plan Especial de la Bretxa, documento firmado por los arquitectos Jabier Lekuona y Sergio Martínez que servirá de soporte a las reformas que se avecinan. Según el relato de los autores, ya en 1815 y más adelante en el Plan de Ugartemendia de 1841 se apuntan «datos interesantes» de la existencia o previsión de creación del futuro ámbito de la Bretxa, con descripciones y la señalización de puntos en planos.

Bancos de madera y el pórtico contra la fachada del mercado, en 1950.
Bancos de madera y el pórtico contra la fachada del mercado, en 1950.

En el año 1850, concluida la reedificación intramuros de la ciudad, la Parte Vieja quedaba conformada principalmente por cinco calles en orientación norte-sur y otras tantas en sentido este-oeste. La calle San Juan (norte-sur) y la calle Iñigo (este-oeste), que delimitaban el área futura de la Bretxa, ya existían entonces, al igual que la plaza Sarriegi y las calles Enbeltran, San Lorenzo, Fermín Calbetón y Pescadería, «aunque no llegaban a tener recorrido completo». Justo en este área, las fortificaciones limitaban al este y al sur el crecimiento de San Sebastián y la creación futura del espacio de la Bretxa.

En 1862 se convocó el concurso para la expansión de la ciudad, se decidió el derribo de las murallas y un año después se acometieron algunas demoliciones parciales, derribándose totalmente por decreto en 1864. La «enconada discusión» del momento sobre las propuestas de Ensanche con o sin Alameda (propuesta de Antonio Cortázar o de Martín Saracibar) entre la vieja y la nueva ciudad incluía siempre la propuesta del mercado aproximadamente en la misma ubicación actual de la Bretxa.

Finalmente, el Plan de Cortázar integró en su proyecto el Boulevard y a partir del año 1865 se edificaron con rapidez los edificios de la primera fase del Ensanche, lo que dio forma definitiva al espacio edificado en torno al Boulevard que hoy conocemos, incluyendo el Mercado de la Bretxa.

En 1870 comenzó la construcción del edificio del mercado, con proyecto de Cortázar y en su versión abierta en forma de U hacia el Boulevard. En 1898, el arquitecto José de Goicoa cubrió el patio y cerró la fachada hacia el Boulevard. Durante esa época, el inmueble sufrió varias modificaciones con aperturas de verjas, puertas, cierre y cubrimiento de paños entre pilastras. Se añadieron también diferentes estructuras para puestos temporales y fijos pegadas al edificio en el lado de la plaza de la Bretxa, en un inicio construidas en madera y después con un pórtico de estructura de hormigón y cubierta plana.

El edificio actual de Pescadería, un proyecto de Juan Rafael Alday, se levantó en 1928. Pero con anterioridad, «en un periodo corto de tiempo y en la misma ubicación», se construyeron y derribaron dos edificios de Pescadería: el de la primitiva pescadería de Joaquín Ramos Echeveste -entre 1842 y 1899- y el edificio del año 1901, probablemente del propio Goicoa y que «no llegó a durar 30 años», recuerdan Lekuona y Martínez.

La plaza de la Bretxa y las calles que delimitan el área, aun habiéndose identificado como espacio público de referencia en el Plan de Ugartemendia, existía como vacío urbano desde los primeros derribos de las murallas. El espacio fue ocupado con el paso del tiempo por todo tipo de estructuras fijas y temporales, edificios de madera y hormigón, kioscos, bancos de madera y piedra, puestos para el mercado baserritarra, pérgolas metálicas y diferentes pórticos pegados al Mercado de la Bretxa. Hasta el Parque de Bomberos se ubicó aquí hasta 1930.

Además, en 1950 se derribó el edificio de las Escuelas o Alhóndiga que cerraba al este una de las plazas formadas como modificación del Plan de Ugartemendia -la llamada plazuela de las escuelas, hoy plaza Sarriegi-, lo que «posibilitó la recuperación de su apertura» hacia el Mercado de la Bretxa.

Imagen actual de la plaza con el ‘tupper’, que desaparecerá tras la reforma.
Imagen actual de la plaza con el ‘tupper’, que desaparecerá tras la reforma.

En 1999, 100 años después del proyecto de Goicoa en el Mercado de la Bretxa y 70 años después del proyecto de Alday en la Pescadería, los dos edificios, la plaza y toda el área de la Bretxa se sometieron a una profunda transformación; una más en su historia, que no la última. Fueron vaciados para la construcción del actual centro comercial y se conectaron a través de los sótanos con el parking subterráneo del Boulevard, en ejecución aquella misma época. Como consecuencia de la reforma, el mercado de producto propiamente dicho se trasladó al sótano de la plaza y el resto de espacios edificados quedaron reservados para usos comerciales, terciarios y de servicios.

Tras esta penúltima gran intervención -la última arrancará en 2018-, la plaza de la Bretxa y sus calles fueron ocupadas por diferentes estructuras «con más o menos acierto»: la primera gran estructura metálica, el actual espacio Cánovas de acceso al mercado en el centro de la plaza -conocido como ‘tupper’- y la pérgola metálica de las caseras con su posterior peto acristalado ocupando parte de la calle San Juan.

A juicio de los autores del Plan Especial de la Bretxa, «urge aclarar esta indefinición» y recuperar la plaza de la Bretxa como espacio vacío, lugar de encuentro y de actividades de mercado de producto.

Un entorno peatonal «con servicios para el vecindario», dice Goia

La reforma de la Bretxa prevista para el próximo año permitirá dotar a este ámbito de un carácter más peatonal si cabe. En el Plan Especial aprobado por el Ayuntamiento se plantea la ampliación de la acera en la calle Aldamar y la peatonalización de la calle Iñigo. Estas actuaciones, sumadas a la eliminación de la pérgola de San Juan, permitirán la peatonalización total del ámbito y su incorporación a la red de calles peatonales de la Parte Vieja.

El alcalde, Eneko Goia, destaca la importancia de este proyecto pues incluye la construcción -en el edificio de Pescadería- del nuevo ambulatorio de Centro y Parte Vieja, así como las instalaciones deportivas que demandaban tanto el barrio como la ikastola Orixe. «Con este proyecto podremos ofrecer unos servicios públicos de calidad a los vecinos», afirma el regidor jeltzale.

Para ello, apuestan por «reordenar y potenciar» los usos comerciales en el interior de los edificios haciéndolos más permeables e incluir el uso de dotaciones públicas -ambulatorio, instalaciones deportivas...- en Pescadería. En la plaza se eliminará el edificio acristalado de acceso al sótano y se habilitará una entrada de menor impacto visual junto a la calle Aldamar. También se suprimirá la pérgola de las caseras de San Juan para trasladar la actividad a la fachada norte del edificio del Mercado de la Bretxa, su antigua ubicación.

Integrada en la misma pérgola, en los extremos de la fachada y dotando de mayor protección a ésta se reubicarán dos de los locales comerciales de 25 metros cuadrados hoy en activo en el ‘tupper’. El resto de los locales se trasladarán bajo la escalera de la fachada principal del edificio Pescadería. Se propone asimismo el tratamiento «unitario y transparente» de los materiales de acabado en los elementos a reubicar en la plaza para conseguir la deseada permeabilidad de esta, los edificios y el acceso al sótano. «La recuperación del espacio de la plaza de mercado permitirá la gestión adecuada, coherente y unitaria de las actividades temporales, comerciales y de promoción del producto del ámbito», concluyen.

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