Primera pregunta: ¿Es posible que uno se los hitos de 2016 que quedará para siempre en la vida de esta ciudad sea un conjunto de ... bombillas colocadas en la fachada del Ayuntamiento? Dice el alcalde Eneko Goia que sí. Es verdad que podría temerse que algunos mandatarios de esta ciudad pretendieran que la Capitalidad Cultural Europea dejara como legado un vídeo precioso que reflejara minuto a minuto una colección sin parangón de fuegos artificiales, pero parece que no, que este espectáculo de luz en el que se ha convertido el Ayuntamiento por la noche es suficiente para cerrar un año, tal vez porque ya ha tenido más sombras que luces.
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Las bombillas de colores que horadan sin piedad la piedra del edificio de la Casa Consistorial (¿no es un monumento protegido?) son, parece, un espectáculo sin igual. Tal vez a muchos les recuerden más a la entrada jacarandosa de la Feria de Abril de Sevilla que a la sobria iluminación que existía hasta ahora y que suele caracterizar a los edificios históricos más que a los arcos festivos. Puede que sean aplaudibles, dignas de admiración, pero cuesta creer que unas bombillas luminosas sean el mejor resumen visual de un año que prometía ser si no espectacular, por lo menos diferente. Pregunta: ¿La idea no cuajará para iluminar las murallas de Urgull o el Buen Pastor, verdad?
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