Puede que el último balance turístico de este verano sea el que ayer hizo el Gobierno Vasco después de su consejo semanal, pero advierto de ... que es poco probable. Están por llegar los datos de septiembre, incluso los de octubre, antes de que las autoridades den por finalizado ese satisfactorio recuento de ingleses y catalanes que han pasado sus vacaciones por estos lares. Y todo apunta a que serán buenos. No había duda sobre cuál sería el discurso institucional... Se han batido marcas de visitantes, pero también de pernoctaciones; se ha equilibrado el reparto entre los distintos tipos de alojamiento aunque la irrupción de los apartamentos de uso turístico es innegable.
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La consejera Arantza Tapia insistió ayer en que también desde el punto de vista territorial se ha conseguido que un punto no concentrara a todos los visitantes, otro objetivo en el que insistió en numerosas ocasiones. El criterio es que la marca San Sebastián sea capaz de arrastrar a los turistas y redistribuirlos luego por el resto del territorio o de la comunidad autónoma. El caso es que ya que somos un lugar de éxito, nada mejor que una tasa, más bien un impuesto, que paguen quienes nos visiten. La medida fiscal está más que extendida en otras localidades europeas -más de uno y más de dos no se habrán dado cuenta de que la paga en Las Landas, por ejemplo-, pero antes de fijarla es imprescindible acordar a qué se dedicará la cantidad que se recaude. No es que sobre el dinero ni que implantar un impuesto sea un capricho tontorrón de ciudad de moda que se siente crecida. Es que es necesario alentar la capacidad de Donostia como tractor que mueva a los turistas y que sea capaz, además, de convencerles de que también deben recorrer el territorio. Para eso se necesita no solo reforzar la limpieza, sino también hacer inversiones.
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