Todocampista se le queda corto
El donostiarra mandó en la medular, se impuso en todas las acciones defensivas y deleitó con asistencias de lujo, todo con pasmosa naturalidad
No hay mapa de calor que haga justicia al área de influencia de Martin Zubimendi en un partido. Ni estadista que pueda resumir su ... aportación. Como todo lo extraordinario, lo suyo escapa de cualquier medición. Porque una cosa es estar en una zona del campo y otra, dejar huella, como lo hace él, en forma de robo, conducción, combinación o asistencia. Todo con naturalidad y autenticidad. ¡Hasta cuando hay que hacer una pared de tacón!
Quien inventó el calificativo de todocampista quiso referirse a aquel futbolista que juega en el centro del campo y, por sus condiciones físicas, baja también a defender y se incorpora al ataque. El término no agota, sin embargo, el valor de lo que ejecuta sobre el césped este portento donostiarra. No es que defienda. Es que es capaz de saltar sobre un percherón como Arnautovic y ganar el duelo aéreo. Es que cuerpea con Asllani y se la lleva. Pero no para quitársela de encima. No. Conduce y encuentra la opción libre para servirle el balón con un golpeo preciso y medido.
Y no es que se incorpore al ataque. Es que traza asistencias de fantasía descifrando espacios donde otros solo ven amasijos de piernas. ¡Qué dos balones metió a Barrenetxea en los últimos cinco minutos de la primera parte! Y cuando el cuero quema, ¿quién lo sujeta dando tiempo a sus compañeros para que cada cual tome su sitio? El mismo. El incalificable. El alma de esta Real que sobrevuela el campo. Todo el campo.
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Lo de centrocampista se le queda corto a Zubimendi. Claro que lleva con él la bombona de oxígeno de la zona ancha, basculando de un lado a otro, siempre al auxilio de los suyos, y que emerge en todos los embrollos de la medular para terminar rescatando el balón. Pero es que también ejerce, cuando hace falta, de último hombre, para anular al delantero más experimentado. Y, acto seguido, de fino abrelatas al borde del área rival.
Hasta cuando parece que no está, su silente aportación hace que Zubeldia, Merino, Brais y compañía sean mejores. Tienen en quien descargar el juego cuando el rival les aprieta. Se sienten respaldados. Saben que sus errores serán subsanados.
Zubimendi fue vistoso durante la fase de la primera parte en la que la Real meneó al Inter de Milán y fue eficiente en ese otro tramo del segundo tiempo en el que el esfuerzo empezó a pesar en los blanquiazules. Llegando a tiempo para meter la puntera y despejar ese balón endemoniado. Sacando de cabeza ese centro malintencionado. Cubriendo ese espacio inmenso del campo que quedaba vacío porque quien tenía que ocuparlo ya estaba con el chivato rojo encendido. ¿Qué no hace este valor de la cantera de Zubieta? Ya pueden los analistas empezar a buscar otro concepto. Todocampista se le queda corto.
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