El patito feo se convierte en cisne
En el segundo palo ·
Le Normand encarna las virtudes de esta Real líder: trabajo, esfuerzo, humildad y perseveranciaCelestial. La orquesta sigue tocando. Líderes después de trece jornadas. Dieciséis partidos sin perder. Otra portería a cero, la novena. Siete puntos al quinto, el ... primero que se queda sin Champions; diez al Athletic; once al Barcelona y trece al Villarreal. Pero es que no es solo una cuestión numérica lo que avala a esta Real. Es su fútbol.
Si hay un tipo que escenifica el sobresaliente momento de la Real ese es Le Normand, que el jueves cumplió 24 años. Encarna a la perfección qué es y qué quiere ser este equipo. Nadie (pocos) daban un duro por él y acaba de ser elegido el mejor jugador de la Liga en octubre sucediendo a Benzema. Ha pasado de ser el patito feo al cisne. Su cotización sube como la espuma y portales en internet especializados como Transfermarkt cifran en 25 millones su valor de mercado, a la misma altura que el central izquierdo que estaba llamado a ser el jefe de la zaga durante años, Iñigo Martínez. Se fue el de Ondarroa y reclamábamos fichajes en el centro de la zaga porque Aritz y Le Normand nos parecían poca cosa y no les veíamos capacitados para salir combinando desde atrás (aquí el primero que se confundió).
Le Normand es un buen futbolista. Es trabajo, esfuerzo, humildad y perseverancia. Las virtudes que tiene esta Real.
El central es el segundo jugador de la Real detrás de Merino que más minutos acumula, que más titularidades suma y que más partidos completos ha disputado. Sin embargo, no son los números lo que nos tiene encandilados sino cómo ha ido evolucionando hasta ser un central sólido e indiscutible. Hay que quitarse el sombrero ante quien se vacía en cada partido y ante quien ha escondido sus defectos con una capacidad de concentración a prueba de bombas sin desmerecer el paso adelante que ha dado con el balón en los pies, con la dificultad añadida de jugar en el perfil izquierdo siendo diestro.
El bretón es el espejo de esta Real que confía en la gente del Sanse, el espejo de quien ha llegado al fútbol de élite por un camino pedregoso y el ejemplo de lo que quiere Imanol en su equipo, en el que no se negocia el trabajo y el esfuerzo.
Si hay un jugador al que el entrenador oriotarra ha exigido, ese es Le Normand. El bretón es un producto de Imanol, uno de los pocos que sí vio potencialidad en un central en el que casi nadie creía en Zubieta. Su historia da para contarla cada cierto tiempo en las categorías inferiores de la Real.
De Brest a Astigarraga
Porque Le Normand llegó con 19 años a Zubieta en un momento en el que el Brest había decidido no renovarle. Fue un duro palo para él. Como le ocurrió después en la Real, allí en el club galo había técnicos que creían en él y otros no tanto. Ahí fue cuando apareció Eric Olhats, el ojeador que también trajo a Griezmann, para ofrecerle hacer una prueba de una semana en Zubieta. Olhats había ido a fichar a otro central y se trajo a Le Normand. Esa semana jugó dos partidos con el Sanse, uno ante el primer equipo y otro ante el Toulouse. Imanol era el entrenador del Sanse. Antes de ese segundo partido, Loren y Olhats estaban convencidos de que debía quedarse.
En esa temporada 2016/17 disputó 26 partidos en el Sanse y fue sustituido en ocho de ellos, alguna vez en el descanso, porque Imanol no le pasaba una. Lejos de hundirse, Le Normand siguió currando, siempre respaldado por Imanol, con quien repasaba los partidos después para ver en qué había fallado y en qué podía mejorar. «Me sustituía pero nunca me dejaba solo», ha confesado Le Normand. Creció y creció hasta debutar en Primera con Asier Garitano en diciembre de 2018. Lo que vino después ya lo conocen. Crece, crece y crece.
Le Normand reside solo en Astigarraga en un piso con balcón, es metódico con el descanso y la alimentación, y en las horas muertas toca el piano que tiene en su salón.
Tiene contrato hasta junio de 2024 y una cláusula de 50 millones.
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