Análisis Real Sociedad - Roma
Al realismo le duele el corazónEliminación ·
En su partido cien en Europa, la Real firma un encuentro con la profundidad que exigen estas instancias del fútbol internacional, pero no supera el muro de la RomaAl realismo le duele el corazón, por dentro y por fuera. En su partido cien en Europa, cifra que ayuda a situar la dimensión del ... club, quiso poner el mundo patas arriba y se estrelló contra un muro. Duele el corazón por fuera por el golpe y por dentro, por la rabia de no haber desmontado palabra por palabra el argumento falso pero efectista de que estas alturas del fútbol internacional están, todavía, fuera de su alcance. No es cierto. La Real Sociedad salió andando de la competición, en pie, con la cabeza alta tras firmar un partido de consideración, de la profundidad que demanda esta fase en la que solo quedaban los 32 mejores equipos de Europa, 16 en la Champions y 16 en la Europa League. Solo podían sobrevivir la mitad.
La Real jugó un buen partido para decir adiós. Era el clásico duelo para medir el cuajo de un equipo y la Real entendió lo que se le exigía, en una instancia, octavos de final de competición europea, que no conocía desde 2004, hace 19 años. El equipo de Imanol trazó un discurso antipopular, que recordó en parte al que desplegó sobre la mesa en la eliminatoria ante el Leipzig del año pasado. Entonces no salió bien por poco. Ayer, la Real puso por delante la cabeza del corazón y eso le dio la oportunidad de clasificarse. Le mantuvo en el partido hasta que la imposibilidad tomó cuerpo, pero al mismo tiempo le desconectó de la grada, que no consiguió hacerse con el hilo narrativo del duelo. Hasta la grada Zabaleta se resintió en su brío habitual. Las claves de anoche estaban codificadas y su significado no llegó a la grada.
Cuando la Real perdió 3-0 en Milán contra el Inter en 1979, Ormatxea insistió que lo importante era no encajar un gol. Ayer, el equipo blanquiazul comprendió que la base de cualquier sueño era también abrazar esa paradoja, guardar la portería propia como única vía para la remontada. La medicina no resultó sencilla de tragar para la entusiasta grada de Anoeta, donde el optimismo es ley, donde el sentido de la vida es disfrutar, donde no hay cadena alguna que amarre el entusiasmo. Donde no hay memoria y nadie había oído hablar de un fútbol como el de la Roma. Una grada donde no hay catedráticos de historia para explicar que ese juego ha sido y puede ser también una de las bellas artes. Que lo que hizo Spinazzola ayer en Anoeta es como un aria de Verdi en la Scala. Esa ausencia de complejos ha transformado en una fiesta a un estadio que se complacía en hundirse en su propio estado de ánimo. Y ese optimismo, que ha devuelto a la Real su grandeza y su libertad y que ya es irrenunciable, ayer fue un choque cultural que cortocircuitó la relación entre el equipo y su gente.
Anoeta animó, pero no llegó a conectar con el partido, con su dialéctica áspera. El equipo jugó solo y estuvo a la altura de esa prueba de madurez. No se dejó engatusar por la Roma, que quiso convencerle de que solo le quedaba la heroica para remontar la eliminatoria. Fue a lo suyo. Le duele el corazón pero no la cabeza, porque la Real hizo lo que tenía que hacer, minuto por minuto, palmo a palmo.
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La eliminatoria se jugaba en el primer gol. El partido consistía en una guerra de nervios porque ese tanto lo iba a cambiar todo. La Real Sociedad siempre lo supo y el duelo psicológico que mantuvo con la Roma fue de alta tensión. Los giallorossi probaron la consistencia de la Real en los siete primeros minutos de partido y entendieron rápido que no habría errores de concepto por parte de su rival. El partido que se estaba jugando no era el que se veía y la Real no se dejó engañar, como sí le sucedió hace dos años contra el Manchester United. Aquel día sí que no le alcanzó, aquel día sí que hubo dos equipos de diferente dimensión. Ayer, no.
La Real se va de Europa en su partido cien con la sensación inequívoca de haber dado ese paso adelante. Pudo ser mejor –si no hubiera encajado el segundo gol de Roma el mundo podría haber sido distinto hoy– pero los octavos de final de la competición europea son un estadio razonable para este equipo. El club sabe desde el título de Copa que su nueva frontera es Europa y aunque los octavos de final no son el sueño de cualquier aficionado, que siempre sueña con más, evolucionar consiste en descubrir el otro lado del mundo que ya se conoce en parte, no en dar el salto hacia lo desconocido y empezarlo todo de nuevo en un arrebato porque la herida está abierta, fresca.
El camino continúa y la Real no sabe qué mundo le esperará al otro lado, pero cada mar tiene otra orilla y este equipo está decidido a llegar. Y llegará, porque conoce el camino.
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