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La Real por fin da una alegría a su gente
Con un gran partido defensivo y un soberbio Oyarzabal, los realistas cogen aire y confían en que se dé el punto de inflexión
Por fin una alegría para su gente. Por fin un fin de semana tranquilo en el que se va a lucir la camiseta de la ... Real con orgullo por toda Gipuzkoa. Más allá de los tres puntos, necesarios para sobrevivir, fue emocionante ver al equipo congeniar otra vez con una afición entregada que entendió que era el momento de arrimar el hombro para que la victoria se quedara en casa. La vuelta de honor como si se hubiese ganado la Copa de 2021 explica a la perfección lo que estaba en juego y el botín que se había logrado. El equipo estaba mucho mejor en defensa en las últimas semanas, y pese a que el Sevilla marcó mediante un disparo lejano de Gudelj, el esfuerzo y el trabajo defensivo, con aciertos de la mayoría de sus zagueros, hacen que el equipo vuelva a ser otra vez competitivo. Ahora, de una vez por todas, durante noventa minutos. No se puede contar durante todo el partido más de una ocasión visitante. Remiro tan solo tuvo que salir de puños sin mancharse la camiseta.
La Real perdió una oportunidad maravillosa en Vigo, pero Sergio no cambió demasiado respecto a Balaídos. Martín se impuso a Caleta-Car y Brais se mantuvo en el once pese al gol de Soler. El partido era tan importante que la grada Aitor Zabaleta animaba media hora antes del choque. No se trasladó esa energía al inicio del partido con una Real tratando de guardar primero para golpear después. El Sevilla, con tres delanteros como Vargas, Romero y Alexis, presionó alto, pero los realistas no se echaron atrás y aguantaron su idea. Los hispalenses botaron varios córners bien defendidos.
El fútbol es así de impredecible. La Real generó y generó en Vigo y no encontró el gol hasta el 89, pero ayer cayó el primero casi del cielo. Oyarzabal tiró de amor propio para buscar un balón que se perdía, lo cazó y dejó en ventaja a Guedes, que tiene ese ímpetu que le hace falta al ataque. El luso coló un centro llovido que peleó Yangel para forzar un penalti por mano clara de Cardoso. Es como si el destino hubiese querido premiar la insistencia de Balaídos. Oyarzabal no falló desde los once metros engañando a Vlachodimos. Por fin un partido con un contexto favorable.
Pero la felicidad dura poco en la casa del pobre cuando no estaba sucediendo demasiado. Otro balón bombeado, pero esta vez en área propia, hizo que el Sevilla tuviera la falta del gol tras un mal despeje de puños de Remiro. Arconada se mordía el labio viendo una salida por alto así con su camiseta. Sin ser el navarro el culpable directo del gol, vino el empate con un remate de Gudelj que tocó en Gorrotxategi. De nuevo a remar.
Avisábamos en la previa de que el Sevilla está cómodo en el toma y daca y que sufre en defensa, más si cabe jugando con cuatro zagueros en vez de cinco. Un saque de banda fallido de Carmona lo aprovechó Brais para poner en ventaja a Oyarzabal, que es una bendición que tenga tanto hambre cuando hoy se cumplen diez años de su debut. El balón suelto lo envió a la jaula con un remate cruzado. El instinto se tiene o no se tiene. Volvía la felicidad a la grada en un primer tiempo tan raro como poco vistoso.
El alma de Oyarzabal
No hubo que gastar tinta del bolígrafo visitante para contar ocasiones en la segunda mitad, y eso no quiere decir que la Real no sufriera en los minutos finales, más por la propia situación y contexto que por el buen juego hispalense. La Real se agarró al alma de Oyarzabal, excepcional en el juego con balón, pero inigualable en jerarquía y dedicación para contagiar al resto de la tropa. Soler, tras una gran combinación, mandó un disparo lejano alto y Vlachodimos estuvo cerca de liarla tras una asfixiante presión de Gómez, otra vez inmenso, pero el grupo entendió que el partido se iba a ganar atrás, que si no se cometían errores el Sevilla no tenía mordiente como para superar a Remiro.
Las sustituciones sentaron mejor al Sevilla que a los de Sergio, ahogados no por el esfuerzo y sí por los números. Ya saben aquello de que las piernas no van cuando la mente no termina de responder. Es entonces cuando también apareció Anoeta, la afición, denostada a veces lejos de Gipuzkoa al entender que aquí somos demasiado fríos. Encomiable esfuerzo cuando el equipo estaba dando más sensaciones que números. El equipo necesitaba un punto de inflexión, tres puntos para llenar de moral a una plantilla de calidad que debe y está obligada ir hacia arriba. Disfruten, que ahora viene el derbi.
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